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Crítica: Recital de Javier Camarena en Oviedo

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Autor: Nuria Blanco Álvarez
31 de enero de 2020

En Oviedo, como un rey

Por Nuria Blanco Álvarez / @miladomusical
Oviedo. 28-II-2020. Auditorio Príncipe Felipe. Conciertos del Auditorio. Javier Camarena, Tenor. Ángel Rodríguez, Piano. Obras de Gounod, Lalo, Donizetti, Rossini, Von Flotow y Cilea.

   El recital que Javier Camarena ha ofrecido en Oviedo dentro del ciclo de Conciertos del Auditorio, había generado una gran expectación, no solo por la grata experiencia vivida en el mismo lugar y con el mismo tenor en 2017, sino porque Camarena se ha convertido en uno de los cantantes de referencia en nuestro actual panorama musical, muy programado en nuestro país y en el continente americano, pero teniendo aún una cuenta pendiente en Italia, cuna de la ópera, para lograr su coronación definitiva. Las entradas estaban agotadas desde hacía un mes y el público, que abarrotaba la sala, recibió al mejicano con una gran ovación de bienvenida. Al buen ambiente generado, también contribuyó el propio artista, que se mostró siempre muy cercano y risueño. De hecho, comenzó presentando él mismo a su pianista acompañante, Ángel Rodríguez que, aunque algo excéntrico en su gestualidad, acompañó de manera muy efectiva al cantante, muy atento en todo momento a su agógica y necesidades. También señaló Camarena que iba a ofrecer un poco habitual repertorio belcantista, en el que no se incluía a Puccini porque “estamos tratando de incursionar en el repertorio francés”. Así, la primera parte del programa estuvo compuesta por cuatro piezas en ese idioma, todas ellas elegidas muy inteligentemente para ir calentando su voz, hasta llegar al punto culminante, antes del descanso. Pudimos disfrutar de sus cuidados pianissimi en “Vainement, ma bien-aimée” de Lalo y en “Seul la terre” de Donizetti dio buena muestra de sus vibrantes agudos, infinito fiato y potencia vocal, un buen preludio del cénit de esta primera parte. “La que sigue casi no me la sé”, bromeaba el tenor, antes de dar comienzo a la pieza más emblemática de su repertorio, “Mes amis, quel jour de fête”, interpretada con una soltura, comodidad y disfrute, que hizo que no se le borrase la sonrisa de la cara durante toda su intervención. Pletórico en todo momento, regaló tres sobreagudos más, tras los nueve de rigor, al pronunciar clara e individualmente las sílabas finales de la última frase.


   En la segunda parte, íntegramente en italiano, pudo lucir la preciosa coloratura de su voz con un fiato envidiable en “S´ella m´è ognor fedele… Qual sarà mai la gioia…” de Rossini y “E fia ver, tu mia sarai… Quando ti stringerò” de Donizetti, pertenecientes a dos óperas poco comunes, como Ricciardo e Zoraide y Betly, respectivamente. Con muchísimo sentimiento, puso punto final al programa con “Il lamento di Federico” de L´Arlesiana de Cilea; una pieza dramática, sin agudos para el lucimiento, de nuevo elegida a conciencia, para mostrar todo el abanico artístico del cantante y que ponía solo un punto y aparte a la velada, pues aún quedaba por llegar el colofón final, a modo de propina, con cuatro piezas, como no podía ser de otra manera, en español. Las dos primeras fueron dedicadas a la música española por antonomasia, la zarzuela, interpretando “Flor roja” de Los gavilanes y “No puede ser” de La tabernera del puerto, aún con la belleza de ambas interpretaciones, no podemos olvidar la de esta última en la voz del sin igual Alfredo Kraus, que tan bellamente la remataba. Con el público en pie y enardecido, Camarena dijo “¿Qué tal que cante algo de México?” y ofreció una exquisita versión de “Malagueña salerosa”, que nos quitó el mal sabor de boca del indecente acompañamiento con el que tuvo que lidiar hace unos días en el programa “La resistencia”, donde micrófono en mano, se lanzó con este tema acompañado por un guitarrista que no acababa de encontrar las cuerdas de su instrumento y que, a juzgar por los hechos, no había oído esa canción en su vida. Ahora, sin embargo, el tenor pudo lucirse plenamente, ofreciendo incluso más agudos que los originales y cambiando la letra por “asturiana salerosa”, para llevar ya a los asistentes al delirio. Como broche final, como si de un concierto pop se tratase, invitó al público a unirse como coro a “rodar” el mítico tema “El rey”.

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