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CRÍTICA: DISCRETO TRABAJO DE JONAS ALBER AL FRENTE DE LA OSPA EN EL XXII CONCIERTO PREMIOS PRÍNCIPE DE ASTURIAS. Por Aurelio M. Seco

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Autor: Aurelio M. Seco
27 de octubre de 2013
UN PRELUDIO MODESTO

Oviedo. 24/X/13.  XXII Concierto Premios Príncipe de Asturias. Director musical: Jonas Alber. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias.  Coro de la Fundación Príncipe de Asturias. Fragmentos de obras de Wagner: Tanhäuser, Lohengrin y Los maestros cantores de Núremberg.

     Hace tiempo que el Concierto de los Premios Príncipe ha bajado el listón de su calidad. En el pasado hubo ediciones interesantes, conciertos de indudable interés que dejaron mella en el aficionado. Recuerdo el reconfortante Requiem de Verdi, dirigido por Jesús López Cobos, con intérpretes de la calidad de René Pape entre los solistas, o de la Segunda sinfonía de Mahler dirigida por Gustavo Dudamel, o incluso el protagonizado por Alberto Zedda, siempre en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. Todas estas citas resultaron conciertos de interés, por un motivo u otro, y estuvieron a la altura que sin duda demanda la importancia de los invitados  -los Príncipes de Asturias- y el evento en sí, nada menos que un preludio musical a la gala de entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Sin embargo, de un tiempo a esta parte el nivel artístico ha bajado considerablemente.

    Lo primero que llamó la atención en la cita de este año es el nombre del director elegido: Jonas Alber, un músico de trayectoria más bien discreta en cuyo currículo no encontramos, sinceramente, motivos suficientes para haber tenido el privilegio de haber dirigido este concierto y, tras haber visto su trabajo, más solvente que otra cosa, tampoco. Meterse en las razones por las que se elige a un director en concreto para un concierto o puesto de responsabilidad, en España constituye todo un ejercicio de virtuosismo intelectual, cuando no comprometido. No sabemos ni quién ha propuesto a Jonas Alber ni sus razones. Lo que sí constatamos es que su rendimiento, aportando algunas cosas interesantes, no estuvo a la altura de la calidad que creemos debe desprender este concierto. Su nivel de exigencia fue superficial y no aprovechó las virtudes de una orquesta que puede dar mucho más, si se le exige. También es posible que los ensayos hayan sido pocos, habida cuenta de lo contentos que parecían estar los músicos de la OSPA con el trabajo el director al final del concierto, olvidándose de los recurrentes fallos de afinación que se dieron durante toda la velada, la mejorable calidad sonora y rítmica que se desprendió de su interpretación y el discreto resultado artístico general.

    El repertorio estuvo dedicado a Wagner, recordando su 200 aniversario. Como hemos dicho, Jonas Alber ofreció unas lecturas más bien discretas de fragmentos sinfónicos de Tanhäuser, Lohengrin y Los maestros cantores de Núremberg. La factura sonora de la OSPA dejó muchos momentos para torcer el gesto, por la afinación, lo descuidado de los balances sonoros y la calidad de su sonido. Qué diferencia con el trabajo tan interesante realizado por Guillermo García Calvo en El oro del Rin.
    Jonas Alber demostró ser un director solvente, atento a las entradas y pormenores expresivos de la obra, pero poco más. Dirigiendo no destiló elegancia, sino más bien una gestualidad apasionada y quizás excesivamente polimórfica que recordó un poco al estilo de  Thieleman, si no fuera porque cuando Thieleman dirige, la orquesta toca con un rigor rítmico y sonoro absoluto. La obertura de la ópera Lohengrin careció de inspiración. ¿De verdad no era posible conseguir de los violines de la OSPA un sonido más refinado y bello? La de Tanhäuser se dirigió de principio a fin con cierta diligencia y convicción, pero sin evitar la sensación de intrascendencia que respiró todo el concierto. Alber demostró ser un buen músico sin duda, que no hubiera desentonado en la temporada regular de la OSPA, o en uno de sus conciertos extraordinarios, pero que en uno de esta importancia, supo a muy poco. El Coro de la Fundación obtuvo un resultado discreto. No ayudó demasiado que estuviera abierta la sala polivalente, al generar un espacio abierto detrás de los cantores que perjudicó su proyección vocal. Quizás por ello, el coro parecía cantar con sordina. Tampoco resultó reconfortante oír sus abundantes problemas de afinación, o ver cómo se afrontaban casi gritando  los pasajes de dinámica más exigente.

     Entre las cuestiones organizativas que funcionaron mal estaban la temperatura del recinto, tan elevada que obligó a buena parte del público a abanicarse constantemente. La climatización del Auditorio pocas veces funciona bien. Además está el problema organizativo al finalizar el concierto, que obligó a cientos de aficionados a estar retenidos en las escaleras del Auditorio y en la mayor parte del edificio, hasta que los Príncipes de Asturias salieron de él. Llevamos años asistiendo a este concierto y es un hecho que no se había repetido nunca. Siempre se dejó salir al público por alguna puerta mientras los interesados en quedarse permanecían en el recinto para saludar a sus Altezas, con parte del edificio ocupado por el equipo de seguridad, un hecho incómodo que, sin embargo, todo el mundo asume con naturalidad porque se entiende que la seguridad de los Príncipes es lo principal pero, obligar a todo el público a permanecer en el Auditorio contra su voluntad es un hecho inadmisible que no debería volver a ocurrir. ¿Cómo se va a prohibir salir del Auditorio a quien quiere hacerlo? La situación de incomodidad que se dio tras el concierto rebasa cualquier tipo de posibilidad razonable y no debería volver a repetirse. Había mucha gente molesta, y con razón. Algunos de ellos, gente mayor obligada a estar de pie en medio de las escaleras del edificio.
    La confección y contenido de los programas de mano de este concierto nunca han sido lo que se dice un modelo de diseño y enjundia informativa pero, en cualquier caso, sería bueno actualizar el currículo del Coro de la Fundación: la Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo hace años que ya no se llama así. Por decisión de su anterior titular, Friedrich Haider, se le puso Oviedo Filarmonía queriendo ser más internacional. Tanto cambio ha debido saber a poco a los representantes de la institución, porque ahora se le añadido otra vez la palabra Orquesta cuando aparece escrita en los programas, no sea que, poniendo solo Oviedo Filarmonía, la gente no sepa que se trata de una orquesta sinfónica. Qué barbaridad.

    Por otro lado y para finalizar, el Concierto Premios Príncipe de Asturias siempre ha  sido el plato más dulce de un ciclo de música organizado por Cajastur, entidad bancaria que, de un tiempo a esta parte y por desgracia, no solo ha hecho desaparecer el ciclo, sino también su Obra Cultural. En las puertas del Auditorio se dieron cita trabajadores de la entidad y de Liberbank, para protestar contra los ERE, despidos y recortes que la empresa está llevando a cabo.
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