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Crítica: Josep Vicent dirige a la Joven Orquesta de la Generalitat Valenciana en Castellón

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Autor: Antonio Gascó
25 de abril de 2022

Concierto en el Auditorio de Castellón de la Joven Orquesta de la Generalitat Valenciana bajo la dirección de Josep Vicent

Josep Vicent

Elogiables pasión y entrega

Por Antonio Gascó
Castellón, 21-IV-2022. Joven Orquesta de la Generalidad Valenciana. Director Josep Vicent. Auditorio de Castellón. Obertura de Guillaume Tell de Rossini, Estructura III Das gelb der Venus de David Moliner y Sexta sinfonía de Beethoven.

   La Jove Orquestra de la Generalitat Valenciana ofreció un concierto bajo la rectoría de Josep Vicent en el Auditori de Castelló que, sin duda, se saldó con un incuestionable éxito, habida cuenta que el conjunto ofreció dos bises para corresponder a la acogida del respetable: Malambo de la Suite Estancia de Ginastera, con precisas patadas de director e instrumentistas, sobre las tablas, para significar el carácter zapateado de la danza pampera y el galop de Moscow Cheryomushki de Shostakovich, en el que el maestro hizo que los intérpretes realizaran malabarismos con sus avíos musicales y sus movilidades por grupos de instrumentos, a lo Dudamel y sus «boys» venezolanos.   

   Bien hay que reconocer que el conjunto, hoy, no está a la altura que tuvo en tiempos de su fundador y titular Manuel Galduf (1991-20127) pero no es menos cierto que sigue siendo estimable su nivel, sobre todo cuando tiene en el podio a un director que sabe motivar, que posee técnica, sensibilidad, temperamento y capacidad de hacer sentir sus preceptos interpretativos. Sin duda, los valores más significativos de la agrupación son la pasión, el entusiasmo y la entrega. De hecho, habrá que enunciar, de un modo muy gráfico y retrechero, que los muchachos (perdonen a este viejo, el uso de ese sustantivo pues una mayoría podrían ser sus nietos) «se dejaron las asaduras» en su cometido.

   Se abrió el concierto con la popularísima obertura de Guillaume Tell de Rossini con una solvente dicción de los chelos, a dos voces, en su inicio solista de vivificante sonido. El idílico tema de la alborada, concluyó con el representativo redoble de los parches, evocando la tormenta que se manifiesta con varios compases de semifusas en cuatrillos, de inquietante ambiente de uular y chaparrón. Los bronces y las maderas describieron, con rotundidad, el fragor estallante de la tempestad, que Vicent, con fogoso gesto, supo transmitir con terrífica verdad. Corno, flauta, trompas y cuerdas en pizzicato, describieron la melódica pastoral en SolM (conocida como Le ranch des vaches) tan reiterada a lo largo de toda la ópera, como un bucólico leiv motiv del ambiente campestre alusivo del palpitar de los latidos de la naturaleza. Hubo cautivadora sugestión en la lectura, tibia y apacible. La emocionante galopada conclusiva, reiterando la armadura en MiM inicial del preludio y a 2/4, en un musicalísimo contraste de reguladores, tuvo toda la vehemencia heroica que cabría esperar en una versión de postín. El leve desajuste de los primeros violines antes de entrar en la coda, no supuso contratiempo alguno, finalizando la interpretación de un modo radiante y vertiginoso con acentuado ímpetu.

   Siguió una obra bien distinta Estructura III Das gelb der Venus (El amarillo de Venus) en la que el muy joven compositor David Moliner, que estaba presente en la sala, quiso ofrecer una obra con mixturas atonales con falta de atracción entre modos y tonos inmediatos. Curiosamente, por el contrario, en algún momento, hizo uso de la tonalidad con referencias a piezas del repertorio histórico de celebrados autores. Todo ello para cuajar una pieza descriptivista espacial y de visiones galácticas, en la que emergía, el particular color amarillo del planeta Venus, a modo de vestigio repetitivo de sensible, pero indeterminada referencia. El autor, asimismo celebrado percusionista, hizo uso de una amplia plantilla de instrumentos de choque y baqueteo y de unos indeclinables armónicos y usos de disonancias inverosímiles (como el ululado arrastrando los dedos, vertiginosamente, sobre los mástiles de los instrumentos de cuerda) para exhibir un indescriptible ámbito cósmico. El desarrollo presentaba una serie de estructuras celulares muy heterogéneas, con referencias sensoriales de anhelante sensualidad, sonoridades divergentes y cierta ansiedad perpetua. El inmediato y sorprendente final, pasmó a la audiencia. Sus aplausos que obligaron al autor a subir a escena a recibirlos. Vicent motivó a sus músicos con una versión caleguremática (el diccionario de la RAE no acoge el palabro que se ha inventado, sobre la marcha, el que esto escribe) inaudita, inverosímil, misteriosa, arcana, contemplativa y utópica a un tiempo que, por medio del sonido, lograba visualizar una película de espejismos astrales. 

   Concluyó el programa con una sexta sinfonía de Beethoven sensitiva, pictórica, idílica, pasionalmente romántica y resueltamente mediterránea, por su luz y su ámbito de confortante ambiente.

   Radiante inicio primaveral a dos de los arcos del ma non troppo, en el que cabe destacar la alusiva ambientalidad de los chelos, maderas y trompas y el pictórico segundo tema, pese a la intrascendente inseguridad de estas últimas. Ambientales, a modo de variación, los breves y múltiples temas en una bien concebida plasticidad a lo Giulini. El molto moto a 12/8 idílico. Allá en el fondo en los cuatrillos de semicorcheas, (tan reiterativos en este movimiento) se vislumbraba, en el fluir de las aguas del riachuelo. La respuesta alla Haydn, dio entrada al cordial motivo en arpegio de nueve notas, que se repetirá en diversas ocasiones con remembranza puntual. Sugestiva la multiplicidad de planos entre vientos y arcos en un ambiente naturalista, con un aplaudible solo de fagot contrapuntado por las referidas acuáticas semicorcheas en cuatrillo. Los efusivos y breves valses, fueron llevados, con buen criterio a uno. Tampoco cabe olvidar a la flauta en su parodia del canto del ruiseñor, al oboe que, anteriormente, había prestado su lengüeta a la codorniz y el clarinete su pico al cuco, mientras los arcos, con las referidas nueve notas de por medio, señalaban la conmovedora efusión sentimental contemplativa. Danzable y popular el tema del tercer movimiento con alpinas trompas y enamorados oboes llevando, con vivaz agudeza, el ritmo ternario a dos, con cierta concepción de scherzo, que a juicio de quien esto escribe debió intensificarse más. Intenso el tempestuoso, precisamente por la atmósfera de los arcos, ya desde su inicio, en el lluvioso expuesto por los segundos violines y plasmando la subsiguiente tormenta con el apoyo de los infrecuentes trombones. Se quedaron algo cortos los segundos y violas en el trémolo del chaparrón, así como faltos de intensidad los vientos y los parches. Ya no es sturm und drang, el romanticismo está servido. Ya son manifiestos Blanco White, Bécquer, Verne, Turner, Courbet, Friedrich…y una caterva infinita de pintores y escritores, que se embelesan por el desvarío turbador de la tronada. Beethoven pide en la pauta sempre piu forte.

   El 6/8 restableció la calma, iniciando el allegreto conclusivo. El solista de trompa volvió a «dar la de arena». Más fortuna tuvieron los clarinetes. La batuta demandó, con criterio, más inspiración a las violas. Un desajuste de tiempo de los primeros, no empañó el sugestivo valseado de cuernos y trompetas, mecido por el embeleso de las cuerdas con los seis tresillos en semicorcheas por compás y marcado, con arrobamiento, a uno.

   Sin duda la calidad de la audición vino de la mano de Josep Vicent. Una batuta meticulosa sensorial y apasionada, que más que marcar el compás estuvo por la expresión contrastada y las sutilezas. Su ingeniosa derecha marcaba, cuando lo estimaba, oportuno las caídas de compás y las anacrusas. Por lo demás estaba por manifestar el aire y la propiedad del tiempo. La izquierda, ambiental, sensitiva y atrayente en la modulación y empaste. Siempre estuvo el alicantino atento a la afinación, atmósfera sonora y el matiz, amalgamando el criterio, con el aliento plástico y poético de las sonoridades.

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