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Crítica: Juanjo Mena y Michael Barenboim en la temporada de la Orquesta Nacional de España

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Autor: Aurelio M. Seco
16 de marzo de 2016

EN LA TRADICIÓN

Por Aurelio M. Seco
Madrid. 11/III/16. Auditorio Nacional. Temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Michael Barenboim, violín. Dirección musical: Juanjo Mena. Obras de Ginastera, Carl Maria von Weber y Beethoven.

   Hay una idea de respeto por la tradición en la manera de ser y dirigir de Juanjo Mena que resulta llamativa, sincera y de interés, y que seguramente sea una de las razones que justifican su destacada presencia internacional como el director español más importante de la actualidad. Juanjo Mena transpira respeto por sus maestros en cada palabra y gesto, en la certeza de que hay una línea trazada de conocimiento ante la que hay que oír, ver, callar y aprender, no desde la modernidad vacía, mediática y relativista en la que parece que todo vale, sino desde el verdadero conocimiento de causa, el que se transmite entre los más grandes. Por eso es fácil oírle hablar de Carmelo Bernaola, de Sergiu Celibidache y García Asensio, tres piezas fundamentales de una personalidad y magisterio que busca la trascendencia desde el trabajo incansable que no conoce las horas, la claridad del gesto, el carácter y la profundidad interpretativa. Hablamos de palabras mayores, claro está. Todo esto se ve y se traduce en el arte de este interesante director, desde su manera de subirse a la tarima, marcar el inicio de cada movimiento, buscar la atmósfera con que comenzar o incluso el silencio con un gesto sutil de firmeza si parte del público se le revuelve un poco haciendo ruido. Funciona, señal de que el carisma es parte importante del alma de un director de orquesta. Parte fundamental.

   Mena es director musical y artístico de la Filarmónica de la BBC con sede en Mánchester y desde hace tiempo viene dirigiendo como invitado algunos de los conjuntos sinfónicos más importantes del mundo. Filarmónica de Nueva York, Chicago, Los Ángeles y un largo etcétera a los que se unirá en breve la Filarmónica de Berlín. El director español está ahora en nuestro país protagonizando dos semanas de trabajo con la Orquesta Nacional de España, conjunto del que no es titular aunque a veces lo parezca dado su estrecho nivel de relación. El concierto del pasado fin de semana se programó con riesgo y enjundia. Riesgo, por incluir una obra inusual y dura, no sólo para los aficionados más conservadores sino para todos los aficionados. Hablamos del Concierto para violín y orquesta de Ginastera, compositor que cumpliría cien años el próximo 11 de abril, y cuya obra, nutrida y de interés, merece incluir sus partituras en la temporada de la más señalada orquesta de nuestro país.

   Una aventura con riesgo, decíamos, pues era la primera vez que sonaba la obra en la temporada de la OCNE y la única que muchos tuvimos la ocasión de oír en directo, ya que sólo existe, que sepamos, una grabación de la misma, la realizada  por Salvatore Accardo con la inusual Hopkins Center Orchestra bajo la dirección de Mario di Bonaventura. No estamos ante el Ginastera de las Variaciones concertantes ni, en nuestra opinión, ante el más interesante Ginastera, sino ante un músico diez años más denso y complicado que, tras las Concertantes, es capaz de escribir una obra enjuta y enraizada, tan peculiar y personal como difícil de interpretar para la orquesta y el solista. Se invitó para el caso a Michael Barenboim, violinista de un talento más intelectual que instintivo, que ofreció una versión recia y sin duda meritoria. Sobre la versión rondó un cierto aire de inquietud y sigilo que no evitó que disfrutásemos plenamente de la pieza. Barenboim, que como es razonable intuir por su apellido es hijo de un grande entre los grandes, reajustó con verdadero talento las pequeñas destemplanzas y nos proporcionó una imagen de la obra, sino nítida y brillante, sí notablemente recreada.

   La velada había dado comienzo con una obra maestra, la obertura de El cazador furtivo de Carl Maria von Weber. Versión atractiva, enfática y bien expresada por Juanjo Mena y la orquesta, aunque encontrásemos algunos instrumentos un tanto fríos puntualmente; pero fue la Séptima de Beethoven el centro de atención de la velada, una obra que Mena ya ha dirigido en ocasiones importantes, incluidos los PROMS, con una afortunada aproximación de la que, nos consta, él mismo está satisfecho y con razón. La Séptima del pasado viernes nos pareció espléndida en su concepto general y, si algunos detalles podrían haber aspirado a una mayor trascendencia, pudimos celebrar la versión por su madurez interpretativa, coherencia expresiva y apasionada musicalidad. La orquesta respondió con criterio y acierto cuando el maestro impuso cierta tensión rítmica y expresiva. Fue una versión dominada en su totalidad y amplitud por un director admirable que parece destinado a continuar la estela internacional dejada por Rafael Frühbeck de Burgos y a seguir haciendo historia desde el respeto a lo mejor de nuestra tradición.

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