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[C]rítica: Juanjo Mena y Javier Perianes, juntos en el Maestranza de Sevilla

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Autor: José Amador Morales
7 de enero de 2019

De Mozart a Stravinsky, de Perianes a Mena…

Por José Amador Morales
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 29-XII-2018. Wolfgang Amadeus Mozart: Concierto para piano y orquesta nº27 en si bemol Mayor, K.595; Igor Stravinsky: La consagración de la primaveras. Javier Perianes, piano. Orquesta Joven de Andalucía. Juanjo Mena, director musical.

   Ante los aniversarios que durante este recién estrenado 2019 van a cumplir la Fundación Barenboim-Said y la Orquesta Joven de Andalucía (más exactamente el llamado Programa Andaluz para Jóvenes Intérpretes), se ha organizado este concierto celebrado el pasado 29 de diciembre en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, que tuvo su réplica al día siguiente en el Auditorio Maestro Padilla de Almería. Todo ello en un clima de evidente indecisión ante el futuro de sendas instituciones públicas andaluzas habida cuenta del previsible cambio de gobierno en la Junta de Andalucía. Al menos la Fundación Barenboim-Said ha sido siempre un blanco favorito por parte de la oposición política y todo apunta a que su existencia está más en entredicho que nunca. Al menos en su forma actual y máxime ante la ausencia de conciertos en los últimos tres años por parte de Daniel Barenboim al frente de su West-Eastern Divan Orchestra, como solía acostumbrar al inicio o final de sus célebres giras internacionales.


   Desde luego, a la vista del tremendo éxito del concierto que comentamos sería un craso error, al menos desde un punto de vista estratégico, que ningún candidato sacara a colación tales embrollos que contienen desgraciadamente más enjundia política (con minúscula) que musical. Tal vez, la fórmula que aquí se ha evidenciado, reuniendo al alumnado de las dos entidades musicales (la Academia de Estudios Orquestales de la fundación de una parte, y la OJA, de otra) sea una suerte de adelanto plausible de una solución lógica.

   Para esta ocasión se ha contado con dos personalidades españolas de innegable fuste como son Javier Perianes y Juanjo Mena, ambos Premios Nacionales de Música, en un programa tan atractivo como comprometido. El pianista onubense asumió algo más del usual protagonismo en un mozartiano Concierto para piano y orquesta nº27 en el que Juanjo Mena ofreció una dirección entre distante y poco intensa, a pesar de contar con una cuerda exponencialmente ensanchada más de lo ordinario. No obstante, ello no impidió apreciar un sonido aseado, ciertamente no muy idiomático pero eficaz para arropar al solista. Y es que, si hablamos de estilo, la versión de Javier Perianes  supuraba Mozart a raudales: ligera, sensible, sutil… hermosa en una palabra. Su lectura fue a más, llegando a cotas de gran compromiso expresivo en el larghetto central y de hermosa fluidez melódica en el allegro conclusivo, con un delicioso juego de claroscuros. Ante las aclamaciones de un público entregado, Perianes regaló una Danza del fuego de Falla de portentosa intensidad y fuerza magnética (casi visible en su postura corporal frente al teclado) no exenta de una musicalidad habitual en el pianista nacido en Nerva; quien esto suscribe le ha escuchado la misma pieza en varias ocasiones pero jamás diciendo tanto y de forma tan bella.

   Durante la segunda parte, Juanjo Mena logró reivindicarse pues, si afrontar La consagración de la primavera nunca es fácil, hacerlo al frente de una orquesta-escuela supone una serie de exigencias añadidas. El director alavés no sólo salió airoso sino que logró un éxito incuestionable que disipó muchas dudas iniciales. Lejos de ofrecer una lectura de corte camerístico, tendiendo a las seguridades de una ejecución más controlada, Mena se lanzó hacia una interpretación que no escatimó los contrastes extremos ni las sutilezas tímbricas, logrando una versión de extraordinario equilibrio. Para ello consiguió dotar las transiciones de gran transparencia, formal y conceptual, al igual que los espléndidos ataques de las dos partes que conforman la obra (tanto el célebre fagot solista - ¡fantástico aquí! - en La adoración de la tierra como el majestuoso inicio de El sacrificio) y dosificar tanto la compleja carga enérgica que contiene esta música tan poderosa.


   Los músicos de sendas agrupaciones musicales respondieron muy por encima de lo que cabría esperar. Junto a las espléndidas aportaciones solistas, destacaron las secciones de viento –particularmente flautas, trompetas y trombones– y la atentísima percusión. En cualquier caso, el impresionante crescendo conclusivo de la Danza de la tierra, por citar un ejemplo significativo, es sólo una muestra de una calidad muy superior a la que encontraríamos en muchos de los conjuntos sinfónicos de nuestro país, síntoma inequívoco de su motivación y «hambre» de hacerlo bien: ¿se les dejará sin comer?...

Foto: Jorge Alvariño / CODALARIO
Está prohibida su reproducción

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