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Crítica: Juanjo Mena y James Ehnes con la Orquesta Nacional de España

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Autor: Raúl Chamorro Mena
4 de octubre de 2021

Exitosa combinación de sobriedad y energía en el concierto ofrecido por Juanjo Mena y el violinista James Ehnes en la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España.

Juanjo Mena y James Ehnes

Exitosa combinación de sobriedad y energía

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 1-X-2021, Auditorio Nacional. Ciclo Orquesta y Coro Nacionales de España. Concierto para violín op. 77 (Johannes Brahms). James Ehnes, violín. Sinfonía nº 4, op. 120 (Robert Schumann). Orquesta Nacional de España. Dirección. Juanjo Mena. 

   La amistad de Brahms con el matrimonio Schumann ejerce de hilo conductor de este segundo programa de la temporada de la Orquesta Nacional de España y asegura la total coherencia del mismo.

 La influencia del mítico violinista Joseph Joachim en la creación del concierto para violín de Brahms no se plasma solamente, ni mucho menos, en el Rondò «a la húngara» que constituye el tercer movimiento o en el acrisolado virtuosismo para el solista que alumbra toda la obra, pues fueron innumerables los consejos y sugerencias del amigo y dedicatario de la composición respecto a la escritura para el violín. Por su parte, el genial músico hamburgués, siguiendo el modelo del concierto de Beethoven, encauzó ese virtuosismo y le añadió profundo sentido poético, firme carácter e intenso vuelo lírico para encumbrar una obra maestra, que constituye por derecho propio, uno de las cumbres para violín concertante de la historia de la música. El violinista canadiense James Ehnes cimentó su magisterio desde la sobriedad, acendrada seguridad y hondo sustrato musical, quizás carentes de un punto de calor, pero sin dejar espacio alguno a excesos ni extravagancias. 

   Su sonido, de estimable caudal, se colocó en el centro de la sala desde la entrada del violín después de la larga introducción orquestal, -el modelo del concierto de Beethoven es claro- y un fraseo aquilatado, elegante y pleno de contrastes dínámicos se combinó con una sólida técnica para desgranar una magnífica interpretación, que si no borró de nuestra memoria la que ofreció la eximia Anne Sophie Mutter hace tres años con la misma orquesta, sí alcanzó un alto nivel. La cadencia del primer movimiento demostró un virtuosismo, si no deslumbrante, sí más que estimable por parte de Ehnes -siempre desde la seriedad y la mesura- con dominio del detaché, saltos, dobles cuerdas y octavas. Magnífico legato, profunda sensibilidad musical y acrisolada cantabilità la demostrada por el violinista canadiense en el segundo movimiento, que se benefició, además, de una espléndida introducción de la sublime melodía por parte del oboe solista de la orquesta, Víctor Manuel Ánchel Estebas. En el Rondò, Ehnes demostró su total dominio del arco y agilidad en la reproducción de los abundantes arpegios y escalas, además de resolver con seguridad la pequeña cadencia previa a la finalización, con lo que puso brillante broche a su notable interpretación, que fue premiada justamente por el público. A modo de regalo, Ehnes ofreció una espléndida interpretación del Preludio de la partita para violín nº 3 de Johann Sebastian Bach. Juanjo Mena, que salió al escenario a escuchar la propina, logró compaginar su habitual fogosidad con un acompañamiento adecuado, debidamente equilibrado, por parte de una orquesta que exhibió sonido compacto y brillante. 

   Ya en pleno camino hacia la «normalidad», un descanso de más de 20 minutos dio paso a la Cuarta sinfonía de Schumann, en la que se puso de relieve, desde el primer momento, el gesto enérgico y ardoroso de Mena no reñido con buen sentido de la organización y diferenciación de planos orquestales. A gran nivel la orquesta con cuerda empastada -brillante la aguda junto con inflexiones densas y consistentes de la grave- magnífica la sección de maderas, encabezada por el oboe que volvió a lucirse en el segundo movimiento junto al concertino, y una reluciente irrupción de los metales en el último capítulo, que después de un brioso scherzo, cerró de manera radiante una interpretación a la que faltó cierto reposo y contrastes, bien es verdad, pero atesoró intenso lirismo, intensidad y latido romántico. La interpretación llegó al público que aplaudió con generosidad a Mena y la orquesta Nacional, que en esta temporada -esperemos ya «post covid»- sigue demostrando su gran momento. 

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