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'La mirada sabia' de Julius Andrejevas. Por Borja Mariño

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Autor: Borja Mariño
7 de diciembre de 2016

Una semblanza de Julius Andrejevas tras su reciente fallecimiento.

JULIUS ANDREJEVAS (1942-2016). LA MIRADA SABIA

   Por Borja Mariño
A comienzos de los años 90, muchos profesionales de la música, procedentes de los países hasta hacía poco bajo el control de la Rusia comunista ya desintegrada, decidieron ampliar sus horizontes y dieron el salto hacia el “oeste”. En España y tan al oeste como las rías bajas gallegas; allí, en Vigo, concretamente, recalaron un nutrido grupo de profesores en un conservatorio privado. Entre ellos, se encontraba Julius Andrejevas, y también las pianistas Vladimira Smausova e Ingrid Sotoralova, o el director de coro Rimantas Zdanavicius por citar solo algunos. Eran músicos extraordinariamente formados, a un nivel de cultura poco habitual en el ambiente académico español de aquella época. Julius, que provenía de una familia de músicos, había estudiado en el Conservatorio de Vilnius: composición con Eduardas Balsys y piano con Balys Dvarionas, una figura que marcó su trayectoria como pianista -compositor y al que dedicó un concurso que aún dura hasta nuestros días.

   Para los afortunados que tuvimos la suerte de recalar en su clase, se nos abrió un nuevo mundo en cuanto a la enseñanza del piano se refiere. Estábamos por primera vez ante un verdadero maestro, un “magister” en el sentido latino. La mirada serena y lúcida, que iluminaban sus ojos intensos azules, desvelaba su inteligencia preclara. Sabía ser exigente sin elevar nunca la voz, exhaustivo, analítico y detallista al mismo tiempo, pero sobre todo,tenía el don de motivar al alumno fuera cual fuera su nivel de partida. Sin descuidar los ejercicios de técnica, él nos alentaba a explorar y descubrir el repertorio más variopinto: de Bach frecuentábamos a toda la familia, para luego probar el contrapunto deBusoni, y saltar al más frío Shostakovich, antes de solazarnos desgranandolas obras de Prokofiev, Rachmaninov, Khachaturian y Scriabin. En el camino, nos dábamos un respiro con alguna fantasía de Pancho Vladiguerov, con unas danzas de LorençoFernandez, o alguno de sus maestros lituanos como el inspiradísimo Dvarionas (de los que él nos regalaba incluso los libros originales) y de los que por supuesto no había llegado a Galicia ninguna referencia.

   Mientras estudiaba, Julius me animó a empezar a componer  música para interpretarla yo mismo (que después incluíamos en los recitales de la escuela) y también piezas para cuatro manos para tocar con otros compañeros o con él mismo. A los interesados en corrientes más modernas les animaba a escuchar, descifrar y tocar improvisaciones sobre temas “standard” de Gershwin. Él seguía componiendo y tocando en el poco tiempo que la academia le dejaba. Al caer la noche aún tenía energía para reunirse en pubs con amigos y tocar, por ejemplo, las suites de jazz de Claude Bolling. Mi generación empezó a desterrar las discotecas, un plan que nos parecía ya fútil al lado de todas las vivencias que nos estaba ofreciendo la música en vivo. Los veranos, además, muchos de estos profesores nos contactaron con sus maestros y colegas en sus países de origen y así muchos pudimos estudiar allí con lo que aún quedaba de aquella gran tradición en los últimos años del siglo XX.

   No todo era idílico en el día a día de estos profesores. Las condiciones de trabajo a los que eran sometidos resultabana menudo inmisericordes y decepcionantes,por lo que la frustración ante las expectativas creadas iba en aumento año tras año. La prohibición de poder impartir clases particulares o realizar otras actividades fuera del centro que mantenía su contrato fue cercando a Julius hasta que decidió volver en 1998 a su país donde las cosas comenzaban a remontar. Y así fue, pues además de saludarle como presidente de la asociación de compositores lituanos le ofreció al poco de regresar una importante posición como Director de la Ópera Nacional Lituana.

   Su obra como compositor permanece aún desconocida fuera de su país. Se unen en su lenguaje la polirritmia y la armonía politonal, propias de un postnacionalismo avanzado, sin llegar a perder la tonalidad y con una mirada hacia sus maestros a los que pretende dar una nueva vuelta de tuerca. Hay en su sonoridad algo de atormentado que no traslucía en su trato personal, siempre exquisito, pero que seguramente se relacionaba con su mundo más interior. La mayor parte de su producción está enfocada el piano, muchas son páginas pedagógicas y ha sido muy interpretado por su gran efecto el Mini concierto para piano y orquesta de cámara, que permite el lucimiento de los intérpretes más noveles. Además ha compuesto música para cine y televisión, para ballet, para voz y coro o para conjuntos de cámara. Su periplo gallego dejó huella en un ciclo de canciones sobre Rosalía de Castro y en todos nosotros, los que le conocimos,quedó la huella indeleble de un maestro que guió nuestros pasos hacia el futuro de la música.

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