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Juventudes Musicales de Valladolid: Ciclo Músicos Vallisoletanos

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Autor: Codalario
15 de abril de 2018

El futuro en sus manos

   Un reportaje de Agustín Achúcarro
Tempo Clásico de Juventudes Musicales de Valladolid celebra en la Sala Miguel Delibes del Teatro Calderón su ya tradicional Ciclo Músicos vallisoletanos, que este año coincide con los días 15, 16 y 17 de marzo.

   El primero en intervenir es el Trío Clepsidra formado por Alicia Garrudo, flauta, Daniel Lorenzo, viola, y Reyes Gómez, arpa. El hecho de que coincidieran en diferentes formaciones, entre ellas la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, y que hayan participado en ciclos como el de Música del Siglo XX, que organiza el Conservatorio de Salamanca, sirvió para que estos tres intérpretes se unieran para hacer música, tal y como pone de manifiesto Alicia Garrudo: “Llevamos toda la vida tocando juntos en diferentes formaciones, aunque comenzamos Reyes y yo que nos pusimos de acuerdo para estrenar en España la obra de Brotons Cielos coloreados, y como existe mucho repertorio para flauta y arpa decidimos formar un grupo”.

   En el programa que han preparado pretenden explicar previamente algo relacionado con las obras que van a interpretar, mientras que en los otros dos conciertos lo hará Raquel Aller. Esta musicóloga y pianista posee una capacidad de comunicación que la permite explicar conceptos más o menos complejos de manera sencilla. Las charlas didácticas suponen una novedad en los conciertos de Juventudes y se impartirán apartir de las 19:30h, concretamente media hora antes del inicio de los conciertos.

   Alicia Garrudo considera que “han confeccionado un programa original y variado”, lo que les ha llevado a que “cada partitura elegida sea por un motivo muy concreto” procurando que “las escogidas no sean obras complicadas de escuchar”. “Hemos jugado con las distintas posibilidades de conjuntar los instrumentos, por lo que incluimos obras para flauta sola, para arpa sola (Impromptu-caprice de Pierné), para flauta y arpa (Algas, 7 pequeñas piezas para flauta y arpa de Bernard Andrés y Entr'acte de Ibert), viola y flauta, con el Dúo op. 10 de Arnold que es muy peculiar, para concluir con la Sonata nº2 para flauta, viola, y arpa de Debussy, que es una obra impresionante”, apunta Garrudo. La flautista valora, entre otras cosas, el hecho de que Debussy la realizara en 1917, justo un año antes de su muerte. “Es una partitura complicada, maravillosa, muy interesante, en la que cada instrumento es importante, llamativa por sus tonalidades y que a mí me resulta bastante melancólica, con cualidades muy especiales, delicada, y con unos registros que el autor especifica muy bien, y el juntar la flauta, el arpa y la viola es algo magnífico”, añade la instrumentista. Y a la hora de referirse a su papel, como buena flautista, no podía dejar de elogiar a Debussy: “Es maravilloso para la flauta, cómo investiga los colores y sus cualidades tímbricas, con esos graves cálidos y esa forma de explotar todas las posibilidades del instrumento… por eso también interpreto Syrinx para flauta sola”, acentúa la flautista, quien concluye agradeciendo a Juventudes Musicales de Valladolid “las muchas oportunidades que da a los músicos de aquí”.

   Al día siguiente le corresponde el turno al recital de violín y piano, y al igual que ocurrió con el trío anterior una serie de situaciones fortuitas sirvieron para que Alejandro Bustamente, violín, y Patricia Arauzo, piano, comenzaran a tocar juntos. “En 2014, o tal vez a principios de 2015, coincidimos en el Auditorio Nacional dentro de una agrupación más grande, y entonces pensamos en tocar juntos y nos entendimos fenomenal desde el primer momento”. El primer paso estaba dado y el presentarse a un concurso de la AIE y que fueran premiados resultó definitivo ya que “les sirvió para hacer una gira por España y que se consolidara el dúo”, explica Patricia Arauzo.

   No es fácil autodefinirse, así que al pedírselo a Arauzo se detiene a pensarlo unos segundos.“Creo que tenemos mucha complicidad musical e interpretamos con mucha intensidad, además nos ponemos fácilmente de acuerdo aunque en alguna cosa no lo estemos inicialmente; realmente un dúo de violín y piano necesita mucho trabajo individual y nosotros los ensayos conjuntos solemos hacerlos de manera intensiva”.

   Patricia Arauzo defiende que el título que han dado a este concierto sintetiza algo de lo que han pretendido mostrar. “Lo hemos denominado Triángulo de sonatas legendarias y lo hemos hecho de forma meditada, en base a las acepciones de este adjetivo”. En el caso de Janáček compuso su Sonata para violín y piano en 1914, mientras oía los bombardeos de la guerra, lo que hace que sea una obra muy especial al haber sido compuesta ante ese escenario y la Sonata de Poulenc está dedicada a García Lorca, que acabó siendo víctima de otra guerra”, reflexiona la pianista. Mientras que la obra con la que finalizan el recital, la Sonata Nº3 en re menor, op. 108 de Brahms, recuerda Arauzo que “fue la última que escribió para violín y piano, y que es tan magnífica que es digna de imitar, por lo que también es legendaria”.

   Ana García, violín, Elisa Gómez, viola, Carlos Alfonso Nicolás, violonchelo, Ángel Aparicio, contrabajo, y Milena Martínez, piano, forman el Quinteto Lichtental y ellos son los encargados de finalizar el sábado 17 el ciclo. Interpretarán el Trío op. 132 Märchenerzählungen para violín, viola y piano de Schumann, el Dúo en re mayor para violonchelo y contrabajo de Rossini y el Quinteto para piano en la mayor, D. 667 de Schubert. Y como recuerda Ángel Aparicio ellos también coincidieron en distintas formaciones y acabaron por decidir reunirse para hacer música juntos. “Empezamos tocando en la Joven Orquesta Punta del Este y luego en la desaparecida JOSCyL y en la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, y de ahí surgieron conversaciones entre nosotros que nos han llevado a unirnos para tocar”. El contrabajo antes de comentar algo sobre cómo preparan las obras incide en lo complicado que puede ser encontrar un lugar para reunirse. “Tenemos que buscar primero un sitio de ensayo, algo nada fácil para un quinteto, que además busca un piano que tenga al menos una mediana calidad”. Luego, después de las labores de logística, comienzan los ensayos. “Llevamos preparando este concierto casi dos años, inicialmente cada uno en solitario, y luego lo que nos gusta estrabajar muchísimo, de hecho en cada ensayo empezamos por ahí, los planos sonoros, respetar las melodías, lo que nos lleva muchas veces a realizar seccionales, primero piano con viola y violín, luego piano con chelo y contrabajo, un poco trabajo de picar piedra, y la última semana antes del concierto tocamos de arriba abajo todo”, desvela Aparicio quien como contrabajista remarca la importancia de este instrumento: “Básicamente me gustaría que el contrabajo se dé a conocer dentro del repertorio, al margen del apoyo armónico que realiza, pues hay piezas muy importantes para él, como en este caso el Dúo en re mayor para violonchelo y contrabajo de Rossini, que posee muchos pasajes virtuosísticos, que me obligan a imitar en muchas ocasiones al chelo, con el hándicap de que para el contrabajo, por sus características, es algo más difícil”. Y para este contrabajista desde un punto de vista personal lo más complicado ha sido lo siguiente: “Compenetrarme con la mano izquierda del piano, porque entre las cuerdas seguirnos es como más natural, pero la cosa se complica al tocar junto a un piano”.

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