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CRÍTICA: FALTÓ VIOLETTA EN 'LA TRAVIATA' DEL AUDITORIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL. Por Arian Ortega

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Autor: Arian Ortega
27 de julio de 2013
Foto cortesía del Auditorio de San Lorenzo de El Escorial
FALTÓ VIOLETTA

La Traviata (Giuseppe Verdi). Auditorio de San Lorenzo del Escorial, 26/07/13. Desirée Rancatore (Violetta), José Bros (Alfredo), Ángel Ódena (Giorgio Germont), Pilar Vázquez (Flora), Albert Casals (Gastón), Marta Ubieta (Annina). Pietro Rizzo (Dir. Musical). Susana Gómez (Dir. Escena)


        La Traviata de Verdi fue el título seleccionado por el Auditorio de El Escorial para conmemorar, a su manera, el bicentenario del compositor de Busetto. Y lo hacía dedicando la función de estreno a las víctimas del accidente ferroviario de Santiago de Compostela. Una muestra de respeto a la que por supuesto, nos unimos.
       La milimetrada acotación planteada por Francesco Maria Piave, basándose en la novela La dama de las camelias de Alejandro Dumas, no se presta a demasiadas transposiciones de tiempo ni variaciones escenográficas. No es de extrañar por ello que el gran porcentaje de producciones que vemos de este título, con alguna ligera modificación en el vestuario o en el mobiliario, presenten de base las mismas ideas. Susana Gómez es hábil y parece crecerse ante las adversidades, como pudimos comprobar en su puesta en marcha de la Norma del Teatro Campoamor de la temporada pasada. En su Traviata se reconocen virtudes, sacando a los personajes de su origen natural para trasladarnos a la España franquista de los años 40, con una estética muy cinematográfica, en la que apenas se perciben cambios de escena. La mayoría de los cantantes, situados lo más cerca posible del escenario, favorecen la impostación de la voz e incluso nos retrotraen al pasado, cuando Alfredo canta su escena en una silla, de cara al público. La escenografía es visual desde el punto de vista estético, aunque no deja de ser manida la presencia de trajes de noche, sofás o cristaleras espejadas. Pero si de algo peca es de una paupérrima dirección de actores, que parecían deambular por el escenario; en el caso del coro, como auténticos autómatas, lo que llegó a convertir las fiestas en un bailecito de lo más ridículo.

      La soprano italiana Desirée Rancatore había debutado el rol de Violetta hace no mucho tiempo en Montecarlo. Era un título que esperaba con mucha ilusión, como tantas otras sopranos, y que como no podía ser de otra forma, adapta a sus condiciones. Sin embargo, el primer acto, el más ligero y el que más le conviene, la coge desprevenida y fría, no terminando de colocar la voz en el lugar adecuado, convirtiendo su gran escena en un momento anodino y carente de emoción. La coloratura, cuidada pero irregular en la emisión, no sorprendió a los oyentes, resultando el mib conclusivo, caído de posición y sin brillantez. El segundo acto, de mayor peso, lo solventó en una carrera de fondo, siendo solo su "dite allagiovine" un momento de relieve dentro de una interpretación que aún no domina. Violetta es un papel que aún no tiene asimilado y por ello no llega a conmover al espectador, aunque para cuando llegó al tercer acto, aun visiblemente fatigada, apareció la mejor Rancatore para perfilar las mejores frases en su diálogo con Annina y en un "Parigi o cara" en el que empastó muy bien con José Bros y nos dejó algún filado de buena colocación.
       José Bros es hoy por hoy, uno de los tenores belcantistas más codiciados de nuestro país. El catalán es un fraseador nato y sus frases tienen intención y un acento aún juvenil y ardoroso. Visiblemente recuperado del registro alto de la voz, superior en este sentido a su notable Roberto Devereux de hace escasos meses en Madrid, únicamente acusaría alguna oscilación a partir del la natural, aunque los sacó con prudencia, intentando no abrir el sonido y llevarlo al forte para evitar una quebradura. Valiente, destacó desde el principio ("Marchese") hasta una escena bellamente dicha, tanto en el recitativo ("Lunge da lei"), como en el aria ("De mieibollentispiriti"). La cabaletta, un momento más expuesto, fue solventado con dignidad y a poco estuvo de subirse al do#, que finalmente declinó. La escena del duelo, en la que tira el dinero a Violetta, aportó un momento de contenida tensión, mientras que su dúo final con la enferma amante le permitió recrearse en alguna media voz de cálidos matices y una última sección perfectamente articulada.
       Ángel Ódena, ataviado a la manera del ya desaparecido José Sancho en Cuéntame, regaló volumen y generosos agudos a un público que lo premió en su justa medida. El caso del tarraconense es singular. El cantante sabe cantar, valga la redundancia. Nos referimos a frasear, apianar y cantar legato. Y lo hace, en esporádicos momentos del "Pura siccome un angelo" o en la cabaletta "No, non udrairimproverì". En otros, los más, opta por emitir sonidos amplios, sonoros, en ocasiones hirientes, si bien no tan exagerados como en otras ocasiones. Buena prestación en todo caso, desde el punto de vista escénico. En su dúo con Violetta no dejó de ser interesante el momento en el que ésta, renunciando al amor de Alfredo, le da una importante suma de dinero, ante el que responde con elogios y buenas palabras por su parte ("No, generosa, vivere..."), al modo de un soborno.
       Los comprimarios fueron de gran calidad y en algunos casos fueron desaprovechados para cometidos mayores. Caso de Albert Casals, un joven cantante salido de la Asociación de Amigos de la Ópera de Sabadell, quien ya ha tenido oportunidades mayores al cantar el temible papel de Percy de Anna Bolena junto a Mariella Devia, en Trieste. Pilar Vázquez es una estupenda mezzo a la que hemos podido oir en diversos recitales de la capital. Marta Ubieta y Damián del Castillo se mostraron impecables en sus breves apariciones.
      El director musical Pietro Rizzo estimuló a la Orquesta de la Comunidad de Madrid y sacó brillo de una variada partitura desde un matizado preludio hasta una intenso "Addio del passato". Desde el foso afloró un refinado sonido de todas las secciones y con tiempos rápidos supieron concentrar toda la emoción del momento. El coro aprovechó sus momentos y se lució en cada una de sus apariciones.
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