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Crítica: 'Las golondrinas' de Usandizaga en el Festival de Zarzuela del Teatro Campoamor de Oviedo

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Autor: Aurelio M. Seco
19 de febrero de 2017

DE PREMIO

   Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Oviedo. 16-II-2017. Teatro Campoamor. Festival de Teatro Lírico Español. Las golondrinas,  de José María Usandizaga. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Carmen Romeu, Nancy Fabiola Herrera, Rodrigo Esteves, Jorge Rodríguez-Norton, Felipe Bou, Mario Villoria. Dirección musical: Óliver Díaz. Dirección de escena: Giancarlo del Monaco.

   Si el tripartito ovetense –formado por el PSOE, Izquierda Unida y Somos, la marca de Podemos en Oviedo. No olvidemos nunca qué siglas lo han hecho posible- no hubiera eliminado –y esperamos que no por mucho tiempo- los Premios Líricos Teatro Campoamor, es muy probable que los galardones pusieran sus ojos en esta producción, soberbio trabajo se mire por donde se mire, obra de un genio de nuestra música, José María Usandizaga, capaz de escribir una obra maestra de la ópera española con veintiséis años de edad. Ya nos había pasado con Juan Crisóstomo de Arriaga, cuyo fallecimiento a los diecinueve parece una cruel broma del destino. Arriaga escribió una sinfonía tan brillante –la Sinfonía en re menor- y reluciente que daba la sensación de que había nacido el Mozart –o el Schubert- español. En España nos falta un Verdi, un Puccini o un Wagner, se nos recuerda a menudo. Pero tenemos a Falla, Chapí, Fernández Caballero, Arrieta, Gaztambide, Barbieri, Albéniz, Granados, Arriaga… y Usandizaga, compositor maldito, muerto a los veintiocho años, que dejó escrita una zarzuela genial reconvertida en ópera por la obra y gracia de su hermano.

   El Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo dio comienzo con una de las producciones que más han dado que hablar desde su estreno en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el pasado octubre, una apuesta escénica significativa por varios motivos. Inauguraba el período como director musical del Teatro de la calle de Jovellanos de Óliver Díaz y, al mismo tiempo, un ciclo artístico que, de la mano de Daniel Bianco, parece  haber enfocado al coliseo madrileño hacia una reconfortante ambición gestora que, o mucho nos equivocamos, o acercará al Teatro de la Zarzuela a importantes artistas en las próximas temporadas.

  

   Ha sido un buen paso contratar a Giancarlo del Monaco para inaugurar este ciclo, en nuestra opinión uno de los más interesantes directores de escena de la actualidad. Del Monaco es un director valiosísimo, no sólo por sus magníficas ideas sino por su alto nivel de exigencia. Haciendo buena la obvia influencia musical de Pagliacci de Leoncavallo en Las golondrinas de Usandizaga, Del Monaco recordó un poco en esta producción a su espectacular  recreación de Pagliacci –la realizada para el Teatro Real y grabada en DVD bajo la dirección musical de Jesús López Cobos-, distinguida en su día por los Premios Líricos Campoamor. La forma en la que Canio abrazaba la ropa de Nedda nos recordó la manera en la que Puck hacía lo propio con la almohada de la cama en la que había asesinado a Cecilia. Todo en escena nos pareció valioso, depurado, intenso y atractivo a la vista. La puesta en escena, con un bonito vestuario de Jesús Ruiz y un dramático y expresivo diseño de luces de Vinicio Cheli, parecía acompañar a la intensidad sonora de la partitura y de la dramaturgia como un guante. Magnífico trabajo actoral también de todo el elenco de artistas –espléndidos los acróbatas-, muy comprometidos dramáticamente con la historia. Qué natural parece todo cuando desde las direcciones musical y escénica se logra convencer desde un trabajo de calidad y la verdadera pasión artística. Estamos convencidos de que esta versión entrará a formar parte del selecto grupo de nuestras mejores producciones de zarzuela, entre las que se encuentran Los sobrinos del capitán Grant, de Manuel Fernández Caballero, con dirección de escena de Paco Mir, Los diamantes de la corona, de Barbieri, con puesta en escena de José Carlos Plaza o El juramento de Gaztambide en versión de Emilio Sagi, por poner tres ejemplos significativos.

   La dirección musical fue de Óliver Díaz, director cuyo trabajo seguimos y admiramos desde hace años. Díaz es uno de esos directores realmente especiales, no sólo por lo apropiado de su arte, que siempre sabe estar a la altura técnica de las obras gracias a su formación y al estudio cuidadoso de cada partitura que dirige, sino por su sensibilidad y profundo amor por la música, que dota a sus versiones de una sensación de calidez muy humana que transmite una emocionalidad distintiva, muy contagiosa. De su mano, la Oviedo Filarmonía ofreció una lectura de gran interés, con muchos detalles orquestales que delataron un trabajo expresivo de fondo que sentó muy bien a la obra y a la sonoridad de la orquesta, de un tiempo a esta parte necesitada de este nivel de exigencia. El ritmo impuesto por Díaz, intenso y homogéneo, sin duda ayudó a cantantes y orquesta a encontrar el tono dramático justo de esta obra. Esta es la dirección artística que debería seguir la Oviedo Filarmonía si de verdad quiere llegar a convertirse en la orquesta que por potencial puede llegar a ser.

   El reparto al completo realizó un gran trabajo lírico y dramático, incluso impactante en el caso de Carmen Romeu, cuya caracterización de Lina resultó sobrecogedora por la generosidad escénica y vocal con que fue interpretada. Todas sus apariciones la convirtieron en uno de los principales alientes de la producción, por su conexión con el personaje y su enorme talento para interpretarlo. Una gran participación de Romeu, que también mostró sus buenas cualidades líricas. Aunque no todos los detalles vocales fuesen siempre igual de exquisitos, su recreación  fue soberbia y una de las mejores y más volcadas actuaciones que le hemos visto nunca.

   Nancy Fabiola Herrera lució su voz de mezzo en el registro medio y dotó al personaje de Cecilia de esa clase escénica que merece por cualidades dramatúrgicas. Fue un lujo contar con un trio de protagonistas de esta calidad, que se completó con un notable artista, Rodrigo Esteves, dotado de una voz atractiva y expresiva que fue muy bien al personaje. Con notables cualidades escénicas –que en algunos momentos nos recordaron al trabajo de Vladimir Galouzine en la mencionada producción de Pagliacci-, Esteves se convirtió en la tercera pieza necesaria para dotar a esta producción del gran impacto vocal y escénico que le caracteriza. Buen trabajo del resto de cantantes: Jorge Rodríguez-Norton, Mario Villoria y Felipe Bou: un lujo de reparto incluso para los papeles menos llamativos. Y reconfortante participación además del Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, que cada vez suena mejor.

   Anteayer nos acostamos con la buena noticia de que el Festival de Zarzuela de Oviedo incrementó en más de un 13% la venta de entradas en su pasada edición. Es una respuesta muy clara de los aficionados ovetenses a los recortes imparables que el Ayuntamiento ha impuesto en el ciclo: nada menos que 200.000 euros en su presupuesto y un grave recorte de funciones que en 2017 se han quedado en únicamente dos por título. Ya no entramos en los recortes que han sufrido otros de los principales ciclos musicales de la ciudad, pero nos parece obvio y grave el ataque furibundo del actual equipo dirigente del concejo ovetense hacia la música -a la "música clásica"-, sin duda la principal seña cultural de la ciudad. Esperemos que el alcalde y su equipo de gobierno entren en razón y devuelvan a Oviedo el grado musical que le pertenece y que, desde su llegada, está en serio riesgo de perder. Ayer mismo una concejal del PP del Ayuntamiento de Oviedo, Maria Ablanedo, denunciaba en su Twitter irregularidades a la hora de anotar las ventas por internet. 

   Peor no se puede hacer.

Foto: Javier del Real

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