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Crítica: «Le postillon de Lonjumeau» de Adolphe Adam en la Ópera de Frankfurt

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Autor: Raúl Chamorro Mena
6 de marzo de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Le postillon de Lonjumeau de Adolphe Adam en la Ópera de Frankfurt

«Le postillon de Lonjumeau» en Frankfurt

Frescura, elegancia y ligereza

Por Raúl Chamorro Mena
Frankfurt, 2-III-2025, Opernhaus. Le postillon de Lonjumeau (Adolphe Adam). Francesco Demuro (Chapelou/Saint-Phar), Monika Buzkowska-Ward (Madeleine/Madame Latour), Joel Allison (Bijou/Alcindor), Jarrett Porter (Marqués de Corcy), Wolfgang Gerold (Rey Louis XV). Coro de la Ópera de Frankfurt. Frankfurter Opern - und Museumsorchester. Dirección musical: Beomseok Yi.  Dirección de escena: Hans Walter Richter.

   La Ópera de Frankfurt no sólo ha ofrecido la posibilidad de poder ver en un fin de semana dos obras infrecuentes, ambas de origen francés, pero muy distintas, también ha tenido el tino de alternar una obra de tanta carga filosófica como Goercoeur con la ligereza de una Opera-comique como Le Postillon de Lonjumeau. 

   Aunque Adolphe Adam (1803-1856) es principalmente conocido por su ballet Giselle, compuso un buen número de óperas –más de 40-, cultivando particularmente la opéra-comique. A este género pertenece Le postillon de Lonjumeau sobre libreto de Adolphe von Ribbing y Leon Lévy estrenada en el Teatro Nacional de la Opéra-comique, en su sede de Salle Le Bourse, el 13 de octubre de 1836. La obra se representó en Frankfurt con sus diálogos en francés y demostró una vez más la seriedad, cuidado y dedicación con la que se presentan las producciones en esta casa de ópera.  

«Le postillon de Lonjumeau» en Frankfurt

   Después de una colorida y entusiasta –nadie puede decir que los alemanes no saben divertirse- cabalgata de Domingo de carnaval, nada mejor para continuar con el ambiente festivo y de ligereza que asistir a una función de Le postillon de Lonjumeau. El director de la ópera de París, Marqués de Corcy, debe buscar un tenor presionado por un indignado Luis XV y lo encuentra en la zona rural de Lonjumeau, donde se ha detenido para arreglar la rueda de su carruaje. Chapelou, un postillón que acaba de casarse, deja a su novia plantada antes de la noche de bodas para convertirse en una estrella, el tenor Saint-Phar, de la Ópera de París. Diez años después, su esposa Madeleine, merced a una herencia, se convierte en la sofisticada Madame Latour, a la que la ahora corteja Saint-Phar sin reconocerla. Lo que parece en principio una venganza por parte de la mujer para que sea condenado a muerte por bigamia no encierra otra cosa que sus deseos de volver con su marido, al que no ha olvidado y del que sigue profundamente enamorada. Efectivamente, Chapelou se casa dos veces, pero ¡con la misma mujer!. Por tanto, no hay bigamia. 

   Muy bella y plena de colorido la puesta en escena de Hans Walter Richter sobre atractiva, vistosa y apropiada escenografía y hermosísimo vestuario, ambos elementos a cargo de Kaspar Klarner. Sin extrañas ocurrencias que no vendrían al caso, el montaje presenta la obra con toda su sencillez, encanto y sana comicidad. A partir del segundo acto, se subraya la presencia del teatro dentro del teatro con ese escenario de ópera barroca omnipresente que gira y gira, con lo que permite observar la tramoya y distintas perspectivas del mismo. Asimismo, encauza la parodia de la ópera seria, de lo que son buen ejemplo ese atuendo desopilante de Saint-Phar y su evolución de humilde postillón de pueblo a divo caprichoso y lleno de vanidad. Pudo faltar un punto de dinamismo a la dirección de actores, pero cabe calificar muy positivamente un montaje tan bello a la vista, con un vestuario espectacular, ambos aspectos casi inauditos en las producciones actuales y, sobre todo, la humildad, sinceridad y alegría de vivir con la que se sirve impecablemente a la obra, siempre con mesura, huyendo de cualquier tipo de exceso.

   Para afrontar un papel como Chapelou se requiere como condición previa e innegociable una generosa extensión al sobreagudo. Hasta Re 4 sobreagudo en su famosa aria de salida, la que al parecer tarareaba Wagner antes de dormir y a quien se dedica un guiño en el montaje cuando el protagonista entona frases del dúo del tercer acto de Lohengrin. Facilidad en la zona alta de la tesitura, incluso interpoló un sobreagudo estratosférico en el último acto y asumible estilo, ofreció el tenor italiano Francesco Demuro. Timbre liviano, pero grato, aunque con cambio de color en la franja aguda, que ataca con un hábil uso del registro de cabeza y canto alumbrado por el buen gusto, aunque carente de variedad y fantasía, además de avaro en dinámicas, garantizaron un protagonista aceptable, muy digno.  

   Por su parte, Monika Buzkowska-Ward demostró una saludable técnica con emisión segura, resuelta y firme, buena proyección, legato y coloratura no deslumbrante, pero solvente. Sin sobreagudo, pero con buena línea de canto y modos elegantes, la Buczkowska cantó bien y caracterizó apropiadamente a la esposa abandonada Madeleine, convertida posteriormente en la distinguida y fascinosa Madame Latour.

   Joel Allison y Jarret Porter no pueden presumir de timbres baritonales privilegiados, pero sí demostraron destacada desenvoltura escénica y magníficas dotes de comediantes, muy bien integrados en el montaje. 

«Le postillon de Lonjumeau» en Frankfurt

   La dirección musical del coreano Beomseok Yi reunió elegancia, ligereza, claridad y estilo, aunque resultó algo plana, ayuna de mayor chispa y efervescencia. 

   Gran éxito de este estreno en Domingo de carnaval de la serie de funciones de la encantadora Le postillon de Lonjumeau con doble saludo de los intérpretes y entusiastas ovaciones a todo el elenco. 

Fotos: Barbara Aumüller 

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