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Crítica: Leonard Slatkin dirige a la Sinfónica de Castilla y León

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Autor: Agustín Achúcarro
15 de enero de 2020

Simbiosis entre director y orquesta

Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 11-I-2020. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica López Cobos. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León [OSCyL]. El carnaval romano, op. 9 de Berlioz, Metamorfosis sinfónicas sobre temas de Carl Maria von Weber de Hindemith, Quiet city, para cuerdas, trompeta y corno inglés de Copland y Variaciones sobre un tema original, «Enigma», op. 36 de Elgar. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Solistas Juan Manuel Urbán, corno inglés, y Roberto Bodí, trompeta. Leonard Slatkin, director.

   Tímbrica y coloración exuberantes, profusos juegos dinámicos y una sensación de frescura y lozanía fueron las características que dieron forma a la interpretación de la obertura de El carnaval romano. El ritmo de danza se coló lúcidamente y los aspectos más subrayables de la melodía y su lirismo brotaron en la parte central de esta obertura. Se podría haber contado con texturas más agrestes, pero en todo caso posiblemente no se estaría ante una versión mejor, sino diferente. Fue como una presentación de lo que iba a ser un concierto dominado por la conexión entre director y orquesta, dirigido con plenitud de argumentos musicales por Leonard Slatkin, que llegaría a su cima en las Variaciones de Elgar.


   Las Metamorfosis sinfónicas sobre temas de Carl Maria von Weber dejaron el sello de Hindemith bien patente, con una profusa percusión y una estructura orquestal muy bien articulada. Se puede aducir que hubo cierto desequilibrio entre los vientos, mucho más pujantes, y las cuerdas, pero en todo caso no enturbió la interpretación y demostró que el director tenía muy claro lo que quería y que sabía cómo transmitírselo a los instrumentistas, algo que sería una constante durante todo el concierto.

   Y llegó el momento para que dos músicos de la Sinfónica de Castilla y León ocuparan los puestos de solistas en Quiet city de Copland. Uno, el corno inglés, colocado delante de la orquesta y otro, la trompeta, detrás en un lateral. La obra es como un inmenso regulador con pasajes imitativos y permitió a los solistas que dejaran su impronta, no tanto por la complejidad de la obra, como por la personalidad y matices que les pide. El corno inglés Juan Manuel Urbán jugó con un centro pleno y el trompeta Roberto Bodí le dio a su parte un aliento poético, una variedad de matices y de sonoridades cambiantes realmente sugestivas.


   Con Elgar y sus Variaciones todo lo que se había ido viendo en el concierto se llevó al sumun. La orquesta sonó dúctil, fluida, y con una expresividad armoniosa y natural. Versión estilísticamente pletórica, que emociona, en la que todo parecía fácil, todo encajaba y adquiría sentido. Los clímax con la participación de los vientos metales, cierta ligereza, los contrastes, el lirismo, un sonido refinado, que condujeron a un culmen y su extinción turbadores. Dentro del alto nivel general mencionar la labor espléndida del violonchelista Lorenzo Meseguer, por su sonido de calidad y calidez.

Foto: OSCyL

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