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Crítica: Leonidas Kavakos y Alan Gilbert estrenan el 'Cuarto concierto para violín' de Lera Auerbach

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
9 de marzo de 2017

TARDE DE EXCELENTES SUEÑOS

   Por Pedro J. Lapeña Rey
Nueva York. David Geffen Hall  1-III-2017. Temporada de abono de la Orquesta Filarmónica de Nueva York (NYPO). LeonidasKavakos, violín. Christina Landshamer, soprano. Director musical: Alan Gilbert. Concierto para violín n° 4 “NYx: FracturedDreams”de Lera Auerbach. Sinfonía n°4 de Gustav Mahler.

   Hace casi cinco años, el 19 de abril de 2012 asistimos al recital de Leonidas Kavakos y de Enrico Pace en la sala de cámara del Auditorio Nacional. En el programa, además de la Sonata “A Kreutzer” de Beethoven y la Primera Sonata de Prokofiev, varios Preludios para violín y piano de una desconocida para nosotros: Lera Auerbach. Antes del concierto, pensamos que sería otro estreno más, de los que pasan, sin pena ni gloria, a diario por todos los auditorios del mundo.

   Tras las primeras notas del primero de los preludios, nos dimos cuenta de que no, no era un estreno más. La música era envolvente, con una personalidad excepcional. Kavakos, con su técnica prodigiosa, sudaba tinta para superar las complejidades de la partitura a la que se enfrentaba. Algo parecido sucedía con Enrico Pace. Pero la música, de una calidad enorme, nos seguía subyugando tal y como debió ocurrir con el  flautista de Hamelin. A su término, una de las mayores ovaciones que el que suscribe ha visto en cualquier estreno contemporáneo. En el intermedio, todos nos hacíamos la misma pregunta, ¿quién es esta tal Lera Auerbach?

   Poco sabíamos más allá de lo que nos contaba el programa de mano. Nacida en 1973 en Chelyabinsk, la puerta de Siberia, estudio en el Conservatorio local hasta que en 1991, dejando a su familia en Rusia, aterrizó en la Juilliard School de Nueva York donde obtuvo el Master en Composición, para posteriormente hacer un post grado en piano en la Universidad de Hannover. Desde entonces, vive a caballo entre Nueva York y Hamburgo, con continuas visitas a su país natal. Es una artista que va más allá de la música, desarrollando su creatividad en materias tan dispares como la poesía, la pintura o la escultura. Con poco más de cuarenta años, sus composiciones abarcan mucha música de cámara, óperas, ballets y conciertos. Recientemente Vadim Repim estrenó su Tercer concierto para violín, y ahora es la Filarmónica de Nueva York y Leonidas Kavakos quienes han estrenado el “Cuarto”.

   Antes de comenzar la interpretación, Alan Gilbert salió acompañado de la compositora quien micrófono en mano nos dio una breve charla sobre la obra que evidentemente nos ayudó a entenderla mejor. En “NYx: Sueños quebrados”, juega con diferentes variables. Nyx es el nombre en inglés de Nix o Nicte, la diosa griega de la noche. Lera Auerbach nos contó que cuando le encargaron la obra, disfrutó ante la idea de hacer un concierto sobre la noche. Ella es noctámbula y suele trabajar de noche, momento donde la oscuridad se encuentra con el sueño y con los sueños. Se hizo varias preguntas: ¿Qué es el tiempo?, ¿Cómo afecta a nuestras vidas?, ¿Cuál es la percepción del tiempo cuando dormimos? Luego, poniendo la “y” en mayúscula, juega con las iniciales de Nueva York, la ciudad de los sueños, llena de ruidos y sonidos, donde ella misma convive con ellos.

   La obra consta de 13 movimientos – sueños – que durante unos 25 minutos se interpretan sin solución de continuidad – como si duermes del tirón – y donde unos se “fragmentan” para aparecer otros. Si el aspecto formal estaba claro, más lo estuvo el contenido, donde nos encontramos con música de muchos quilates. La obra, inspirada de principio a fin, arranca con el violín en solitario cantando una suave melodía – el primer sueño, de título Libero – que es rota por una entrada de la orquesta en tutti que lo fragmenta, dando origen al segundo donde violín y orquesta se enfrentan de poder a poder. A partir de ahí, tenemos unos “sueños” más agitados que otros: bailes, melodías y sonidos bastante seductores, ataques orquestales en pleno, armonías complejas, cambios continuos de humor y una amplia paleta de colores. Todo ello con un sentido muy clásico de las proporciones y con una escritura para el violín solista de mucha complejidad. Leonidas Kavakos, que interpretó la obra de manera ejemplar, abandonaba con frecuencia su habitual aspecto hierático para sudar la gota gorda en una partitura que le pedía por igual resolver aspectos técnicos muy difícilesy aspectos expresivos muy concretos.

   Los aspectos sonoros de la obra son particularmente interesantes, tanto a nivel de solista, como de la propia orquesta. Auerbach mostró su maestría orquestando con cambios continuos de color, cada cual tan rico o más que el anterior, y donde a un dominio excepcional de las sonoridades de las maderas, especialmente flautas, piccoloy contrafagotes, le sumó una exquisita integración de la percusión. Los juegos del violín y de la orquesta con instrumentos de sonido tan peculiar como el vibráfono, la marimba y sobre todo, el serrucho tocado con arco, fueron excepcionales y nos “transportaban” de unos sueños a otros en un viaje que tras el poderoso Allegro Furioso final, termina como empezó, con el violín solo entonando una melodía sencilla y atractiva que se disuelve poco a poco, según nos vamos “despertando”.

El público acogió la obra y la impecable ejecución orquestal de la premier muy positivamente, premiando con cuatro salidas a saludar aAuerbach, Kavakos y Gilbert.

Tras el descanso, en la segunda parte del concierto, Alan Gilbert y la Orquesta nos dieron una interpretación cálida, intensa y arrebatadoramente bella de la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler.  

Fue en parte sorprendente ya que el Sr. Gilbert, habitualmente más cómodo en los pentagramas del S. XX que en los del S. XIX, suele darnos interpretaciones que resaltan los aspectos más expresionistas de estas obras “fin de siècle”. Esta vez, los tiros fueron por otro lado, y la versión nos sonó mucho más a la que hubiéramos oído a antecesores suyos en el podio de la NYPO como Bruno Walter o Leonard Bernstein.

Gilbertcaptó muy bien tanto el aspecto onírico - otra especie de colección de “sueños” – con el bucólico de la obra. El fraseo estuvo muy bien conseguido, pero lo más reseñable fue la explosión de color que acompañó a la maravillosa orquestación mahleriana. Cuando en alguna de las charlas que el mítico director rumano SergiuCelibidache dio a primeros de los 90 en la madrileña Residencia de Estudiantes, nos “escandalizaba” definiendo a Mahler como “el asesino de la música”, reconocía por otro lado que éste era el mayor conocedor de la orquesta que había habido hasta ese momento, y que nadie había orquestado ni “coloreado” las partituras como él. Eso fue precisamente lo que Gilbert y la NYPO consiguieron esta tarde. Una interpretación de gran calidez e intensidad a través de una increíble gama sonora y de una grandísima gama cromática.

En el movimiento final, la soprano alemana Christina Landshamerresolvió con solvencia su lied. La voz no es grande. Tiene un volumen justo y brillaen elagudo. El centro es escaso y el grave muy pobre, pero canta con mucho gusto y frasea con mucha intención. Sus “Sanct Martha die Köchinmußsein” brillaron como rara vez se escucha en directo.

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