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Crítica: Lorenzo Viotti, Gautier Capuçon y la Filarmónica de La Scala en Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
7 de marzo de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrecido en Ibermúsica por la Filarmonica de la Scala, dirigida por Lorenzo Viotti y con el violonchelista Gautier Capuçon como solista

Gautier Capuçon

Capuçon cumbre

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 4-III-2025, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Quattro versioni originali della ritirata notturna di Madrid di Boccherini (Luciano Berio). Concierto para violonchelo y orquesta, Op. 104 (Antonín Dvorák). Gautier Capuçon, violonchelo. Romeo y Julieta (Sergéi Prokófiev). Orchestra Filarmonica della Scala. Dirección: Lorenzo Viotti. 

   La dedicación al repertorio sinfónico por parte de la orquesta del Teatro alla Scala de Milán, el gran templo operístico, se remonta al último cuarto del siglo XIX, en el que figuras tan importantes para la consolidación del concepto de director de orquesta tal y como lo conocemos hoy, como Franco Faccio y Cleofonte Campanini desarrollaban conciertos dedicados al género sinfónico. Posteriormente un Maestro como Arturo Toscanini impulsó esta actividad, que se mantuvo durante todo el siglo XX con batutas del rango de Victor de Sabata, Gianandrea Gavazzeni y Carlo Maria Giulini. Claudio Abbado –director titular del coliseo milanés de 1968 a 1986-  funda en 1982 con músicos de la orquesta la Filarmonica della Scala, ente autónomo que se centra en la cada vez más importante actividad sinfónica de la orquesta y sus giras. La primera de ellas contó con la eximia batuta de Carlo Maria Giulini. Por supuesto, Riccardo Muti, en su titularidad de 1987 a 2005 impulsó esta actividad sinfónica de la Filarmonica della Scala, continuada por el actual titular Riccardo Chailly. 

Lorenzo Viotti y Gautier Capuçon en Ibermúsica

   Precisamente, la cancelación por enfermedad del magnífico músico milanés supuso todo un inconveniente que afectó en gran medida a este concierto de Ibermúsica ofrecido en justo homenaje al gestor cultural José Manuel Garrido Guzmán. El sustituto Lorenzo Viotti, joven suizo hijo del también director Marcello Viotti, mostró gesto amplio y elegante, plantado como un huso en el podio, pero limitado sentido de la construcción y escasos matices, que se tradujeron en una plana y superficial interpretación de la suite del ballet Romeo y Julieta de Prokófiev, que palideció particularmente ante la última escuchada en el ciclo Ibermúsica en el cercano mes de enero a cargo de Marin Alsop al frente de la Philarmonia Orchestra. Tampoco Viotti fue capaz de resaltar la brillante orquestación de Berio sobre las cuatro versiones originales de la Ritiratta notturna di Madrid de Luigi Boccherini, sustentada sobre un inexorable crescendo. 

   Me van a permitir, por tanto, que centre esta reseña en la mayor cota artística del concierto, que fue la interpretación por parte del espléndido violonchelista Gautier Capuçon del concierto más importante y complejo del repertorio para dicho instrumento, el de Antonín Dvorák.

   En la larga introducción orquestal se escuchó un sonido solvente, pero que no terminaba de empastar, con una cuerda aguda muy débil y metales algo invasivos. Ciertamente, la orquesta de la Scala es una magnífica agrupación de foso, imbatible en ópera italiana y particularmente en Verdi, pero tiene sus carencias frente a las grandes orquestas sinfónicas, las cuales se han compensado tradicionalmente con la calidad de los directores que ha tenido al frente. El sonido amplio, bello y personal del violonchelo de Capuçon se impuso desde el primer momento en una obra en que son indispensables unos medios privilegiados, pues debe enfrentarse de tú a tú a una densa escritura orquestal, además de unos importantes requerimientos dramáticos. Acentos no le faltaron al francés, así como un fraseo variado e inspirado, articulado sobre una espléndida gama dinámica y contrastes. De alto vuelo la capacidad cantable de Capuçon que brilló especialmente en el hermosísimo segundo movimiento. Atentísimos los diálogos con la orquesta y sus distintas secciones y solistas, si bien la fantasía de Capuçon no obtuvo la misma respuesta en la dirección orquestal, más bien anodina, insulsa y escasa, tanto de matices, como de tono incandescente en el último movimiento, Por tanto, la orquesta, a pesar de buenas prestaciones especialmente de las maderas, no ajustó con la intensidad sumada a la destreza, calidad de sonido, cantabilità y capacidad virtuosística demostrada por el solista. 

   Ovacionadísimo, Gautier Capuçon ofreció como propina una versión -junto a la cuerda grave de la orquesta- del lied “Lass mich allein” del propio Antonín Dvorák. 

Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica

Lorenzo Viotti y Gautier Capuçon en Ibermúsica
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