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Crítica: «Los pescadores de perlas» de Bizet en Bilbao [ABAO] bajo la dirección de Francesco Ivan Ciampa

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Autor: José Amador Morales
24 de mayo de 2019

Unos pescadores bien servidos

Por José Amador Morales
Bilbao. Palacio Euskalduna. 18-V-2019. Georges Bizet: Les Pecheurs de perles. Maria José Moreno (Leila), Javier Camarena (Nadir), Lucas Meachen (Zurga), Felipe Bou (Nourabad). Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Francesco Ivan Ciampa, dirección musical.  Pier Luigi Pizzi/Massimo Gasparon, dirección escénica. Producción del  Teatro La Fenice di Venezia.

   Les pêcheurs de perles supone el primer gran intento de un Bizet con veinticuatro años de escribir un drama lírico. A pesar de las idas y venidas del un tanto pueril y a veces retorcido libreto, el compositor francés logra con ello una obra plagada de melodías encantadoras, retratando con intensidad expresiva las peripecias emocionales de los protagonistas y dotándola de un atractivo color exótico oriental «a la francesa» (de la misma forma que lo hará después con el afrancesado exotismo español de su Carmen).

   La historia de Les pêcheurs de perles, en su lucha por sobrevivir ante el éxito furibundo de Carmen, ha tenido numerosos altibajos. Al margen del hermoso dúo «Au fond du temple saint» y el aria del tenor «Je crois entendre encore», de alguna manera siempre presente en la memoria de cantantes y aficionados, esta obra de Bizet se ha tenido siempre por una rareza más o menos conocida, pero una rareza al fin y al cabo que es difícil ver representada con normalidad. De ahí que resulte toda una grata experiencia el mero hecho de disfrutar de esta ópera en Bilbao, que no la veía en escena desde aquella mítica producción de 1981 que contó con el mítico Nadir de Alfredo Kraus, una joven Mariella Devia y el recordado Vicente Sardinero.


   La producción que ideara Pier Luigi Pizzi para el Teatro Fenice de Venecia (aquí materializada por Massimo Gasparon) propone un sano minimalismo, esto es, no a costa de una escenografía lowcost y sin ideas. Y lo hace ofreciendo una simbología clara, una aceptable dirección actoral, la danza como interesante leit-motiv escénico y, como suele ser habitual en el italiano, un vestuario y una estética bastante sugerentes en términos generales.

   A nivel musical, Francesco Ival Ciampa, al que ya vimos al frente del Stiffelio verdiano hace dos años, ofreció una lectura correcta de la partitura de Bizet, concertando con habilidad aunque dejándose por el camino no pocas sutilezas tímbricas que encierra la partitura y adoleciendo en determinados pasajes de falta de intensidad. A su mando, la Sinfónica de Bilbao lució un tanto más que en su discreta Semiramide de febrero y el Coro de Ópera de Bilbao ofreció un trabajo estimable.

   El reparto brilló por su homogeneidad y, en general, por la adecuación de cada cantante a sus respectivos roles. Pero si hubo un protagonista fue una Maria José Moreno en estado de gracia que encarnó una Leila francamente inolvidable. La soprano volvía después de quince años sin actuar en el Palacio Euskalduna, y emocionó a un público que se metió en el bolsillo desde su primera aparición. Una audiencia que sucumbió ante un fraseo de alta escuela cincelado con reguladores de gusto exquisito, una técnica incuestionable y un color tan personal como expresivo en sí mismo. Todo ello puesto al servicio de una caracterización de gran altura, con un equilibrio extraordinario entre la sensualidad y el exotismo del personaje. Muy aplaudido también Javier Camarena en un papel, el de Nadir, que parece acomodarle de manera óptima a sus condiciones vocales. El tenor mejicano ofreció su habitual entrega y una lectura idiomática, si bien un punto inseguro y menos rotundo de lo que acostumbra. En cualquier caso no desaprovechó momentos como su importante aria, o sendos dúos con Leila y Zurga. Este fue un contundente Lucas Meachem, de voz no precisamente grata ni dotada de una línea de canto siempre refinada, pero de contundente proyección y caracterización intachable. Felipe Bou, a pesar de una materia prima erosionada y con problemas de emisión que provoca una dicción apenas comprensible, no desentonó con su Nourabad, convenciendo por encima de actuaciones precedentes.

Foto: Moreno Esquibel

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