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Crítica: Luis Toro dirige a la Sinfónica de la Región de Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
23 de enero de 2025

Crítica de José Antonio Cantón del concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, bajo la dirección de Luis Toro

Luis Toro con la Sinfónica de la Región de Murcia

Definida conducción

Por José Antonio Cantón
Murcia, 17-I-2025. Auditorio Víctor Villegas. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. Director: Luis Toro. Obras de Johannes Brahms y Alberto Ginastera.

   No son frecuentes los conciertos en los que un músico joven como Luis Toro Araya (1995) deje tan buena impresión como la percibida en el quinto concierto de la presente temporada de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM) que ha protagonizado en calidad de director invitado. Con una escuela muy definida en cuanto a la importante función que significa su particular ejercicio artístico, se podía apreciar ese de saber estar en el pódium antes de que sonaran las primeras notas de las Variaciones concertantes, Op. 23 del gran compositor bonaerense Alberto Ginastera -verdadero referente de la historia musical argentina durante del pasado siglo-, obra con la que se iniciaba la actuación.

   Su entendimiento y adaptación a los encajes armónicos, melódicos y expresivos que se proponen en cada una de las doce pequeñas piezas de esta composición significaron todo un despliegue de facultades técnicas que demostraban la versatilidad de este intérprete desde una experiencia bien labrada, entre otros, con maestros de la talla de Zubin Mehta, Susanna Mälkki o Gustavo Dudamel que, desde su diferente impronta, han calado con suma influencia en la personalidad de este maestro chileno, diversificándose en él una serie de habilidades que se fueron reafirmando a lo largo del concierto.

   En primer lugar hay que destacar su atención al detalle de la notación y consecuente lectura. Así se manifestó en todo momento en el variado ensayo orquestal que representan estas variaciones de Ginastera. También el sensitivo y natural conocimiento de cómo debe sonar la voz musical del compositor basada en este caso en aires y ritmos de raíz folclórica materializados con un moderno tratamiento instrumental, carácter que confirmó de manera rotunda en el Malambo con el que concluye el conjunto de estas variaciones. Siguiendo con sus capacidades, fue determinante su prestancia técnica impulsada por una muy cuidada cinética sin la más mínima exageración motriz, impronta esencial para comunicar una expresividad que anticipaba en cada compás logrando esa adecuada correlación entre gesto y sonido, que permitía surgiera ese aliento de serenidad perceptiva que requiere siempre una ejecución aunque sea de un pasaje vivo y acelerado.

   Todo este bagaje Luis Toro lo desplegó en la variada composición permitiendo que los solistas intervinientes en cada variación lucieran sus mejores cualidades como las que ya mostraron el arpa y el violonchelo en la presentación del tema. Del mismo modo hay que valorar todas ellas destacando la quinta para viola, la octava para violín y la decimo primera para contrabajo, en cuanto a cuerda se refiere que, ya en conjunto, confirmó una excelente respuesta en el primer interludio. Las distintas apariciones particulares de los vientos tuvieron también un excelente efecto como colectivamente en el segundo interludio ordenado en la décima posición de la obra antes de la interesante impresión que dejó la ÖSRM al completo en el rondó final, justificando las indicaciones recibidas del maestro desde una entrega y compromiso artístico en línea con la nueva etapa en la que está inmersa la formación murciana.

Luis Toro con la Sinfónica de la Región de Murcia

   La segunda parte de la velada estuvo ocupada por la Segunda Sinfonía en Re, Op.73 de Johannes Brahms, con la que desplegó sus capacidades sustentadas en una precisa memorización de la obra que le permitía adaptarse al discurso plasmado en la partitura con fluidez de metro y equilibrio dinámico, como quedó reflejado en el tratamiento del primer movimiento, dando un carácter de espontaneidad a su interpretación remarcada curiosamente por la contrastante serenidad que imprimió a su rebrincada coda. Poniendo gran atención al color que pide el compositor en el segundo tiempo, resaltó su carácter introspectivo sin exagerar el particular sentimiento melancólico que deprenden sus melodías. En el tercero impulsó al oboe en su delicada misión de presentar su motivo principal sabiendo impulsar simultáneamente el pizzicato de la cuerda con el carácter coral de los instrumentos de madera así como ritmar con claridad los frecuentes cambios de compás y las sorprendentes fermatas que contiene. En el allegro final definió la sombría y a la vez frenética energía que requiere llevando siempre al límite expresivo su discurso sin romperse en momento alguno la difícil estabilidad perceptiva que requiere Brahms en este movimiento hasta llegar a la fanfarria que cierra la sinfonía reafirmando la tonalidad, pasaje en el que se pudo percibir plenamente la identificación de la ÖSRM con el análisis del maestro indicado desde la seguridad que le permitía su memoria, claro reflejo de su constatable madurez artística.

   Con esta actuación la orquesta ha demostrado encontrarse en un proceso óptimo de interactiva conjunción y creciente comunicación con el público, aspectos que se han percibido ante la definida conducción de este director que sabe irradiar la gran escuela que lleva dentro.

Foto: OSRM

 

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