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Crítica: Luis y Víctor del Valle con Juanjo Mena en la temporada de la OCNE

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Autor: Raúl Chamorro Mena
5 de diciembre de 2017

EL TESTAMENTO MUSICAL JUNTO A LA POPULARIDAD IMPERECEDERA

   Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 1-XII-2017. Auditorio Nacional de Música. Temporada Orquesta y Coro Nacionales de España. Concierto para dos pianos y percusión, Sz. 115 (Bela Bartók). Carmina Burana (Carl Orff). Luis y Vïctor del Valle, pianos. Juanjo Guillem y Rafa Gálvez (percusión). Jane Archibald (soprano),  Juan Antonio Sanabria (tenor), Adrian Ërod (Barítono). Pequeños cantores de la Comunidad de Madrid. Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: Juanjo Mena.

   Curioso programa el ofrecido en su octavo capítulo del ciclo sinfónico por la orquesta y coro Nacionales de España. Titulado “El testamento de Bela Bartok” presentaba en su primera parte su última obra, concierto para dos pianos y percusión, obra estrenada en 1938, pero a la que posteriormente fue incorporada una orquesta que aporta color tímbrico ala exposición principal a cargo de los dos pianos y la percusión. Esta versión definitiva con orquesta, que fue estrenada en 1942 en Londres, se combinó con el popularísimo Carmina Burana, una de esas obras que por su inmensa fama –que aseguró el lleno- se ha granjeado las iras de ciertos sectores de la “Intelligentsia”, así como de algunos aficionados de bien, un poco cansados de una obra tan manoseada y de presencia constante en películas y spots televisivos. Quien suscribe respeta todo ello, aunque está muy lejos de comulgar con las manifestaciones de “filosnobismo”. Si una obra le gusta al público, por algo será y ello no debe ser un estigma para la misma. Desde luego, la composición de ORFF, tan trillada, con sus efectismos y grandilocuencias, tiene su atractivo y se agradece su escucha cuando, además, la interpretación, en este caso, alcanzó un notable nivel.

   El dúo del Valle, así como los percusionistas Guillem y Gálvez –ambos solistas de la Orquesta Nacional- mostraron un impecable acoplamiento, que es lo principal, lógicamente, sobrecualquier exhibición virtuosística individual, en la tan original como sugestiva partitura de Bartok. Un empaste y entendimiento tan notables como lo fue la factura musical de una interpretación que redondeó la batuta de Juanjo Mena, en su sitio, aportando apropiadamente las tímbricas orquestales correspondientes sin entorpecer el bien enhebrado discurso musical del dúo de pianos malagueño y los percusionistas. Como contribución a las ovaciones del público, ofrecieron como propina un arreglo de Ma mère l’Oye de Maurice Ravel.

   Mena, Director asociado de la orquesta, ofreció, asímismo, una interpretación, que reunió brillantez y equilibrio en las dosis adecuadas, de los cantos profanos del Carmina Burana, cantata que la Orquesta Nacional grabó con el recordado y ya mítico Rafael Frühberck de Burgos para el primer volumen de su sello discográfico y que demostró tener bien engrasada, mostrando un notable nivel en todas sus secciones. El Vitoriano expuso la obra con su habitual competencia, control y sentido de la organización. Sin alaracas, ni excesos, pero con claridad, firmeza y rigor, garantizó una impecable concertación y balance entre orquesta (de la que obtuvo un sonido bello y terso), coro y solistas, además del sentido del ritmo tan fundamental en esta composición. Gran nivel del coro Nacional dirigido por Miguel Ángel García Cañamero, vigoroso, empastado, pero también flexible, con capacidad para cantar piano y para exponer ajustadamente sus muchas intervenciones a modo de salmodia antifonal. Entre los solistas, la soprano Jane Archibald con emisión muy alta, propia de soprano aguda, exhibió timbre discreto, ni bello ni personal. Delineó correctamente tanto “Stetit Puella” como “In trutina mentis dubia”, pero al llegar su última frase “Dulcissime, totam tibi dubdo me!” los ascensos se resolvieron con sonidos fijos y unos filados que no terminaron de redondearse. El tenor canario José Antonio Sanabria de timbre minúsculo y blanco donde los haya, acentuó con intención y entusiasmo la canción del cisne asado. Tan templado como claro el barítono austríaco Adrian Ërod, que fraseó con cuidada musicalidad sus intervenciones. Intachable como siempre la prestación de los pequeños cantores de la Comunidad de Madrid. Gran éxito.

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