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Crítica: 'Luisa Miller' de Verdi en el Teatro Real de Madrid

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Autor: Rubén Martínez
26 de abril de 2016

GRAN NOCHE VERDIANA

Por Rubén Martínez
Madrid. 23/IV/16. Teatro Real. Luisa Miller, Verdi. Version de concierto. Dirección musical: James Conlon. Dmitry Beloselskiy, Vincenzo Costanzo, María José Montiel, John Relyea, Leo Nucci, Lana Kos, Marina Rodríguez-Cusí.

   Mucho se ha debatido sobre si la ópera en concierto traiciona o no el género al privarlo del componente escénico (que no teatral). En los últimos tiempos, no obstante, se aprecia afortunadamente una reconversión de estas propuestas líricas otrora presididas por una omnipresente barrera defensiva de atriles a los que los cantantes se aferraban sin despegar sus ojos de las partituras y con nula o minima interacción con sus colegas hacia espectáculos en los que existe una verdadera labor de regiduría y semiescenificación (en la mayoría de los casos diseñada por los propios intérpretes) así como cierto trabajo de iluminación y hasta elementos de atrezzo. Buen ejemplo de este concepto es El holandés errante que se pudo ver en el Auditorio Nacional el pasado mes de enero. Las restricciones presupuestarias que en mayor o menor medida han afectado y previsiblemente seguirán afectando a la industria lírica en el corto plazo hacen de las versiones concertantes o semiescenificadas ya no una opción sino una necesidad y, por qué no decirlo, una oportunidad de presentar obras poco habituales o con cast estelares que no están siempre dispuestos a comprometerse a los extensos periodos de ensayos que conllevan las producciones escenificadas.

   El incombustible Leo Nucci, a sus recién cumplidos 74 años, continúa con una vitalidad envidiable y una agenda de compromisos que daría vértigo a artistas con menos de la mitad de esa edad. Apenas hace una semana interpretaba el Simone Boccanegra en el escenario de las Ramblas para inmediatamente dar el salto hacia la capital e incorporarse a los ensayos de este Miller cambiando radicalmente de requerimientos vocales en un rol mucho más agudo que el mencionado Doge. Como su propio personaje, Nucci demuestra que ha sido un soldado curtido en mil batallas y afronta el reto con una lozanía y frescura vocales que aún siguen sorprendiendo, así como la facilidad con la que es capaz de sostener la endiablada tessitura de algunas de las páginas de esta partitura como el aria "Sacra la scelta" y la exigentísima cabaletta "Ah fu giusto" cantada a dos vueltas y con el habitual final en la bemol, que no por esperado deja de seguir impactando. Nucci continúa siendo el máximo exponente actual de longevidad vocal en lo que ha sido siempre su repertorio, convirtiéndose en un fenómeno digno de estudio que se evidencia en un material de indudable proyección en el registro central y aún brillante en el agudo. Fue justamente el intérprete que cosechó las mayores ovaciones y braveos por parte del respetable.

   La joven soprano croata Lana Kos era para el aficionado probablemente una de las incógnitas de la noche. Aún sin haber cumplido los 32 años luce un material de soprano lírica de cierta densidad en el registro central, con tintes algo más metálicos a medida que asciende al agudo aunque conservando una homogeneidad más que aceptable en toda su extensión. El grave es sin duda la zona más débil y desguarnecida de su instrumento lo cual se evidenció en el aria y cabaletta del segundo acto "Tu puniscimi.....a brani, a brani o perfido" e incluso también sufrió ligeramente en el do agudo de "Il foglio lacero, annullo" durante el tercer acto. Dicho esto y considerando la dificultad de un papel que siendo casi precursor de Traviata presenta escrituras tan diversas a lo largo de la partitura, con la ligereza y coloratura de su aparición hasta el lirismo dramático de sus intervenciones posteriores, debemos considerar la suya como una interpretación notable del personaje de Luisa, más en la línea de una Anna Moffo que de una Caballé, agradeciéndose su emisión regular y segura aunque echándose en falta algo más de dinámicas y reguladores en los que no se prodigó en exceso.

   El tenor Vincenzo Costanzo debutaba en el Teatro Real de forma algo inesperada ya que el inicialmente previsto Francesco Meli estuvo anunciado en la web del teatro hasta apenas unos dias antes del estreno. El cambio de tenor parece no haberse debido a una indisposición médica de este último, quien se encuentra ensayando su próximo debut como Cavaradossi en el Carlo Felice de Génova. Costanzo está haciendo una carrera rápida, por ahora casi exclusivamente centrada en Italia y con el rol de Pinkerton como caballo de batalla, el cual llevará al Real la próxima temporada. Es muy joven, no ha cumplido aún los 25 años, luce una imagen moderna y cuidada, y no dudamos de que esto ayuda y mucho en la industria actual. El color vocal es atractivo y de cierta luminosidad aunque también algo impersonal y genérico. No es un material especialmente denso y su proyección se queda bastante justa en los momentos donde debe luchar contra orquesta, colegas o coro. El registro agudo no es tampoco todo lo brillante que uno esperaría en alguien que trabaja este tipo de repertorio y las costuras de una técnica no resuelta al cien por cien quedaron evidenciadas en frases como "Tutto tentai, non restami" al final del primer acto, o en el exigente "Maledetto il dì ch'io nacqui" del tercero. No es de extrañar que la página mejor resuelta fuese el archiconocido "Quando le sere al placido", fragmento cantabile por excelencia y de liviano acompañamiento orquestal que Costanzo fraseó con gusto aunque de forma un tanto superficial siendo refrendado por una calorosa ovación. Conscientes de la juventud de este cantante y de la presión y responsabilidad de un debut en el Real estamos seguros de que tiene un margen interesante de desarrollo vocal y artístico por delante.

   Probablemente fuese la elección de los dos bajos uno de los mayores aciertos de casting de esta Miller. El canadiense John Relyea, ayudado por su imponente presencia física, compuso un Wurm de rudos acentos, truculento al máximo, con una voz áspera pero rotunda, sonora y leñosa que le viene de perlas a este malvado consejero, muy en la línea de la versión de Richard Van Allan en la mítica grabación de Peter Maag para la Decca. Por su parte, el ucraniano Dmitry Belosselskiy es una de las voces más importantes de su cuerda para este tipo de roles verdianos de bajo cantante. Su Walter lució un centro grueso y caudaloso, ligerísimamente gutural para lo que viene siendo habitual en cantantes de estas latitudes. El agudo es firme y solvente como se pudo comprobar en su complicada aria de entrada “Il mio sangue, la vita darei”. Se constató igualmente una mejora en la rotundidad y presencia de su registro grave, algo que hasta la fecha era su punto más débil. Todo ello hace de Belosselskiy una de las mejores opciones actuales para Zaccaria, Silva o Fiesco. El fantástico dúo “L’alto retaggio” constituyó uno de los puntos álgidos de la velada por el duelo de dos materiales imponentes y por la fuerza escénica que ambos demostraron sobre las tablas.

   La mezzo María José Montiel resultó un lujo para el ingrato papel de Federica. La madrileña hace gala de un material de sobresaliente proyección, denso y ampuloso. Ya impactó por sonoridad e intenciones con su frase “Io non cangiai” que precede al dúo “Dall’aule raggianti” donde prácticamente apabulló a Costanzo hasta el punto de casi hacerlo desaparecer al final de la escena. Igualmente resolvió con voz y fraseo su escena del segundo acto que culmina en el curioso cuarteto a cappella “Come celar le smanie”.

   Marina Rodríguez-Cusí defendió con su habitual oficio y profesionalidad el breve personaje de Laura. Pese a estar situada en una incómoda posición, por detrás de la orquesta y justo delante del coro, se hizo oír con suficiencia al contar con una notable proyección en su centro y grave. También estuvo acertado César de Frutos en el rol del aldeano.

   El veterano maestro James Conlon inundó el teatro de genuino sonido verdiano, con tempos ágiles e incisivos, nunca gratuitos. Supo acentuar la enorme riqueza de la orquestación verdiana, especialmente gracias a unas cuerdas sobresalientes con las que consiguió fuertes efectos dramáticos como en el “Tu, tu signore, fra queste soglie a che vieni” con el que se cierra el primer acto o durante el recitativo “O fede negar potessi”. A gran nivel rindió igualmente el Coro Titular del Teatro Real, pródigo en matices y regulaciones sonoras.

Fotografía: Javier del Real

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