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Crítica: 'Manon Lescaut' en el Palau de Les Arts de Valencia

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Autor: Alejandro Martínez
29 de diciembre de 2014

ENTRE PERDUTA Y ABBANDONATA


Por Alejandro Martínez

19/12/2014 Valencia: Palau de Les Arts. Puccini: Manon Lescaut. María José Siri, Rafael Dávila, Germán Olvera, Stephen Milling y otros. Plácido Domingo, dir. musical. Stephen Medcalf, dir. de escena.

   En febrero de este mismo año se tuvo que cancelar esta tanda de representaciones de Manon Lescaut debido a la caída del trencadís que recubre el mastodóntico edificio del Palau de Les Arts, esa gran falla valenciana que amenaza una y otra vez con quedarse para vestir santos si las instituciones públicas, sea la Generalitat o sea el Gobierno central, no toman cartas en el asunto. Sea como fuere, Helga Schmidt y Plácido Domingo decidieron buscar acomodo para esa misma producción en la apertura de la presente temporada 2014/2015, en la que la polémica intendente ha vuelto a demostrar que más allá de sus personalísimos y del carácter ciertamente caprichoso de su gestión, es capaz de sacar adelante una serie de carteles atractivos aun con las arcas mermadas. Al menos sobre el papel, aunque luego la realidad lo desmienta y no corresponda tanto con lo esperado. Tal ha sido el caso de esta Manon Lescaut, cuyo resultado final ha sido una versión un tanto perduta y abbandonata, como a medio gas, con elementos solventes, sí, pero sin argumentos para el entusiasmo en su conjunto.

   En aquella tanda de funciones del mes de febrero estuvo prevista la soprano Tamar Iveri para dar voz al papel protagonista; nada se ha dicho sobre su ausencia en estas representaciones. En su lugar, dueña de una voz con cuerpo, carnosa y sonora, de lírica plena, la soprano uruguaya Maria José Siri nos dejó un sabor agridulce, con una Manon por lo general de un solo trazo, más sostenida por  el empuje de su material que por la riqueza de su caracterización propiamente dicha. Nos hubiera gustado mucho valorar también el desempeño de la solista de origen moldavo Olga Busuioc en su debut con este rol, el pasado día 27, en una única función; con notables avales, premiada en el Concurso Viñas en 2012, debutará asimismo como Madama Butterfly el próximo mes de febrero en Boloña.

   El tenor puertoriqueño Rafael Dávila cuajó una labor más que digna con la exigente parte de Des Grieux. No estamos exactamente ante una voz de spinto sino ante los medios de un lírico pleno que cuenta con un tercio agudo restallante, aunque no desahogado. El fraseo es por lo general previsible, oscilando entre una agitación versista muy poco elaborada y un lirismo de corte muy básico. Del resto del extenso reparto, cabe aplaudir el buen desempeño como Lescaut del joven Germán Olvera, que saltó a última hora desde el Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo en reemplazo del originalmente previsto Gabriele Viviani.

   La puesta en escena de Stephen Medcalf nos despertó muy poco interés. No ya por el trazo conservador que la preside como por lo insignificante de su dramaturgia. Con una escenografía más falta de imaginación que de medios, Medcalff dispone una representación por lo general tediosa, iluminada sin esmero y que viene coronada por un último acto decepcionante a todas luces. La comparación, tan innecesaria como inevitable, con la reciente producción de Neuenfels vista en Múnich es a decir verdad sonrojante.

   Nos cuesta entender el empeño de Plácido Domingo por tomar la batuta una y otra vez, ya desde hace años, cuando es evidente que no es un gran maestro. No terminó de cuajar el entendimiento entre su batuta y el foso, levantando apenas de tanto en tanto la mirada de la partitura, con escasa atención por tanto a lo que sucedía en el escenario. No es fácil concertar esta obra de Puccini y el resultado fue una versión a veces atropellada, envarada, como en una huida hacia adelante que sólo se sostenía de hecho por el buen hacer de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, un tanto abandonada a su suerte, capaz de brindar unos medios espléndidos que sin duda alguna hubieran dado mucho más de sí en manos de una batuta con más oficio y personalidad. Y es que no hay color entre el Plácido Domingo que escuchamos el día previo como Vidal, un artista de los pies a la cabeza, y el que encontramos dirigiendo esta Manon Lescaut, más difícil de calificar, repitiendo con empeño una de esas hazañas tan suyas, actuando dos días seguidos, con una agenda imposible y agotadora.

Fotos: Tato Baeza

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