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Crítica: Manuel Hernández Silva dirige obras de Rachmaninov, Georg Neruda, Oscher y Moncayo con la Filarmónica de Málaga

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Autor: Alejandro Fernández
23 de febrero de 2016

RITMOS DE DOS MUNDOS

Por Alejandro Fernández
Málaga. Teatro Cervantes. 20/II/16. Concierto abono nº 10.  25 aniversario de la Orquesta Filarmónica de Málaga. Pancho Flores, trompeta. Director: Manuel Hernández Silva.  Concierto en mi bemol mayor para trompeta y orquesta, de J. B. Georg Neruda; Huapango, de J. P. Moncayo; Mestizo, para trompeta y orquesta, de E. Oscher y Danzas sinfónicas, op. 45, de S. Rachmaninov.

           La danza, el folklore o la improvisación están en la génesis misma de la gran música tal y como hoy la conocemos. De aquellas agrupaciones de músicos del corazón de la Lombardía, con las aportaciones técnicas de Amati, Guarnieri o Stradivarius, partiría la independencia de la música instrumental de la vocal desde la primigenia sonata hasta la aparición de las primeras suites. Una suerte de estilizaciones que han venido ejerciendo una fuerte atracción entre los compositores posteriores. Ejemplo y reflejo de aquel legado se encuentra la propuesta que nos hizo la Filarmónica de Málaga para celebrar su más que merecido primer cuarto de vida. Manuel Hernández Silva subrayó de esta forma los lazos que nos unen con la historia de la música y nos conectan con el mundo en un ambiente de marcado tono festivo y una buena entrada en el Cervantes.

           Dentro del apartado de actos que va a llevar a cabo la OFM en este año, y que podemos avanzar, destacan: la celebración de la Asamblea Extraordinaria de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, en el mes de abril; un concierto extraordinario en la Catedral de Málaga, en mayo donde todo apunta a la interpretación del oratorio La creación de Haydn; y finalmente, un encuentro de Orquestas Jóvenes que se desarrollará entre el cuatro y el nueve de julio.

   Decimo abono, por tanto muy especial ya que justificaba los veinticinco años de andadura de este gran conjunto sinfónico andaluz que es la Filarmónica de Málaga. Institución que muy pronto tendría un espacio propio en la vida de la ciudad y la que ha acompañado en este último cuarto de siglo. La ocasión fue también la excusa para que la orquesta regalase a todos los aficionados que se acercaron hasta el teatro la última grabación que ha llevado al disco con la primera sinfonía mahleriana, la Titán.

   Manuel Hernández Silva titular de la Filarmónica nos propuso un original y extenso programa entre dos mundos, centrado en los últimos siglos del repertorio con Iberoamérica en el corazón y lucimiento de los solistas de la orquesta. Destacar también que OFM amplió la plantilla con jóvenes refuerzos, algo que  muestra la implicación formativa de los profesores y la vigencia de la formación. Más allá de esta interpretación holgada y generosa, en el ánimo de parte del público estaba el deseo de un programa más solemne o emotivo.

   El Concierto para trompeta y orquesta de J. B. Georg Neruda abrió el concierto con las cuerdas de la orquesta, el clave del maestro Leiva y Pancho Flores como solista. Articulado en tres movimientos, este concierto es un ejemplo más de la evolución del tardobarroco al estilo galante del clasicismo intuido por Telemann y culminado por Haydn y Mozart. En esta curiosa página se intuye el protagonismo que alcanzarán los solistas en el romanticismo; la orquesta se reduce a un plano discreto para resaltar técnica y virtuosismo. No obstante, la clave de la partitura reside en dibujar un plano sonoro más equilibrado, que condiciona buena parte del éxito de la interpretación. Aún así, el papel del intérprete es muy destacado ya que el compositor checo dispuso tres cadencias en la organización de este concierto.

   Del corazón de Europa saltamos a la América Hispana con dos partituras que tienen en el rico folklore una inagotable fuente de inspiración. Por un lado, el mexicano Pablo Moncayo nos ofrecía su reconocido Huapango. Moncayo filtra, a través del tamiz sinfónico, los colores de México en una suerte de triada rítmica que retrata una selección de danzas donde la influencia en el tratamiento de los materiales recuerdan la mano de Coplan aunque de una indudable originalidad y riqueza tímbrica. Hernández Silva dio libertad a la Filarmónica destacando el papel de bronces reforzados por la amplia sección de percusión.

   Los tonos oscuros que determinan Oro negro no presagiaron el tiempo improvisado -Noches blancas- que cierra el poema sinfónico Mestizo, para trompeta y orquesta de Efrain Oscher, en el que cuatro motivos que se suceden sin solución de continuidad. Si a ello se une el virtuosismo de la trompeta de Pancho Flores nos hallamos ante una partitura de considerable valor que quizás el tiempo la incluya en el gran repertorio.

  Y finalmente, de las danzas iberoamericanas pasamos a otras de la mano de la escuela rusa representada por el último Rachmaninov que, con sus Danzas sinfónicas no sólo nos legaría su testamento musical, sino también un ejercicio orquestal a modo de concierto para orquesta, donde no faltan citas y autocitas. Desde el non allegro hasta el allegro conclusivo se suceden en la partitura distintos pasajes solistas protagonizados por los primeros atriles de la OFM, que de esta forma revalidaron el altísimo nivel técnico y artístico de una de las principales orquestas nacionales, la más importante de la comunidad y el orgullo de su ciudad: Málaga.

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