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Crítica: Marc Minkowski con la Orquesta y Coro Nacionales de España

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Autor: Raúl Chamorro Mena
7 de diciembre de 2021

Marc Minkowski visita la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España para dirigir obras de Schumann y Boulanger

Marc Minkowski

Lili Boulanger, un inmenso talento frustrado

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 4-XII-2021, Auditorio Nacional. Ciclo orquesta y coro nacionales de España. Cantata Faust et Helène (Lili Boulanger). Sylvie Brunet-Grupposo (mezzosoprano-Helène), Julien Henric (tenor- Faust), Alexandre Duhamel (barítono-Mephistofeles). Sinfonía nº 1, op.38 «Primavera» (Robert Schumann). Orquesta Nacional de España. Director: Marc Minkowski.

   Hace unos años una amiga tan joven y bella como sabia musicalmente y ferviente defensora de las mujeres artistas habitualmente oscurecidas por la historia, me descubrió la Cantata Fausto y Elena de Lili Boulanger. Quedé impresionado por la obra y, especialmente su riquísima orquestación, pues reunía una combinación del impresionismo francés en boga en la época con nítidas influencias wagnerianas, especialmente de Tristán e Isolda, todo ello con sello personal. La escritura vocal se encuadra en la tradición del canto francés y encuentra su ápice en el intenso dúo central entre Fausto y Elena, mientras el sustrato dramático de la obra la vincula inmediatamente con el teatro lírico y nos lleva a imaginar, no sólo las composiciones de todo tipo, particularmente las óperas que podrían haber surgido de la inspiración de esta muchacha, cuyo fallecimiento antes de cumplir los 25 años de edad truncó una impresionante carrera artística. Con esta cantata Lili Boulanger logró ser la primera mujer en vencer en el Gran Premio de Roma de 1913, un galardón que rondaron durante varias ediciones tanto ella como su hermana Nadia, que a diferencia de Lili, gozó de muy buena salud y extensa longevidad vital, lo que le llevó a ser una de las grandes pedagogas musicales del pasado siglo. 

   Un gran acierto por parte de la Orquesta nacional de España la programación de esta magnífica composición y una gran alegría para el que firma poder disfrutarla en vivo. El francés Marc Minkowski, director de amplia trayectoria en el mundo del barroco, pero que hace tiempo ha evolucionado a otros repertorios, se antojaba una adecuada elección para exponer la obra y todas sus cualidades. Efectivamente la espléndida orquestación de Boulanger se benefició de la claridad expositiva, suficientes luminosidad, refinamiento tímbrico y elegancia - irrenunciables en música francesa-, flexible articulación y control de la orquesta –a magnífico nivel- por parte de Minkowski, mediante un gesto entusiasta y vehemente. 

   Cumplió el cuarteto vocal, del que hay que destacar su idiomatismo, todos dominadores de la lengua francesa y con conocimiento del canto francés. La ya veterana Sylvie Brunet Grupposo acusa desgaste vocal y emitió algún sonido fijo y de dudosa afinación, pero fue la más variada de fraseo y acentos, demostrando intensidad en el gran dúo con Faust, interpretado por el tenor Julien Henric, de centro poco armado y timbre anónimo, que, sin embargo, salió airoso de una escritura que obliga a frasear en tesituras altas, aunque los puntuales ascensos al extremo agudo carecieron de pegada y penetración tímbrica. Su canto demostró tan buen gusto como falta de incisividad y contrates en el fraseo. Equilibrado, correcto con suficiente extensión, el barítono parisino Alexander Duhamel como Mefistófeles, aunque sin especiales detalles en su fraseo. Minkowski levantó la partitura para hacerla partícipe de las ovaciones del público. 

   Hace apenas un mes Daniel Barenboim al frente de «su» Staatkapelle de Berlín interpretó la Primera sinfonía de Schumann en una traducción muy distinta a la escuchada a Minkowski con la Orquesta Nacional en el concierto que aquí se reseña. El poso, la madurez reflexiva, los tempi amplios, el sonido orquestal compacto y el gesto escueto del músico argentino-hispano-israelí dieron paso al brío, la rapidez expeditiva, la exacerbada ligereza y el gesto impetuoso del francés, que utilizó trompetas historicistas en su interpretación. Esa vitalidad y energía, que incluyó un crescendo impetuoso al comienzo de la pieza, provocó que el público estallará en aplausos al final del primer movimiento. Sin embargo, al Larghetto le faltó vuelo y efusión lírica. El Scherzo fue mucho más que molto vivace y, desde luego que resultó animato el allegro final, con abundante uso del rubato en ambos capítulos, predominando en toda la interpretación el ardor y la velocidad trepidante, -la primavera la sangre altera, desde luego, en la versión de Minkowski. Cierto es que el compositor nacido en Zwickau aún no dominaba totalmente la orquestación, pero le faltó a la interpretación escuchada un tanto de músculo orquestal y armazón tímbrico, así como de hondura y variedad expresivas y ese pálpito romántico tan propio de Schumann. 

Foto: Facebook OCNE

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