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Crítica: Recital de Matthias Goerne en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y CNDM

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Autor: Óscar del Saz
10 de octubre de 2019
MATTHIAS GOERNE

Goerne nunca defrauda

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 07-X-2019.Teatrode la Zarzuela. XXVI Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. Obras de Franz Martin (1890-1974), Dimitri Shostakóvich (1906-1975), Hans Pfitzner (1869-1949) y Richard Strauss (1864-1949). Matthias Goerne (barítono), Alexander Schmalcz (piano).

   Y después del feliz reencuentro con Gerhaher-Huber, hace sólo una semana, el no menos apasionante con Goerne-Schmalcz. Y así fue su recibimiento: apasionado. Una prolongada salva de aplausos, en justa consonancia con que el CNDM –en el programa de mano de este recital– agradeciera a Matthias Goerne (1967) «su fidelidad, generosidad y constante apoyo al Ciclo de Lied», ya que en esta XXVI edición se cumple el XX aniversario del debut del barítono en este teatro, siendo además el cantante que más veces ha participado en él, con veinte recitales a sus espaldas. También es reseñable –y así lo hacemos constar– que siempre puede decirse que la variedad –incluso, la novedad– de los repertorios de Goerne en cada recital es incontestable: en esta ocasión, multiforme en lo musical (Martin, Shostakóvich, Pfitzner y Strauss, que han de interpretarse con estilos bien diferenciados); y en cuanto a la novedad, destacamos que la parte de repertorio correspondiente a Pfitzner no se había ofrecido nunca en este ciclo.

   Respecto de las músicas y su coherencia, que dieron la adecuada unidad al recital, hay significativas concordancias estilísticas entre Martin y Shostakóvich [para la primera parte] y Pfitzner y Strauss para la segunda. Un concepto de recital que transitó «sudando la camiseta», desde las oscuridades –tonales y de tesitura vocal–, con una vocalidad plena, apoyada, voluminosa y con empuje de verdadera baritonalidad, hacia las claridades más pirotécnicas y artificiosas de Strauss, que demandan más recursos expresivos, combinando el canto apoyado con el de voz de cabeza. Todo ese tránsito fue desarrollado por nuestro barítono de forma impecable, utilizando todo el «armamento» vocal del que es capaz, y que algunas veces hemos descrito como la facultad del artista de transmitir su arte mediante un «metalenguaje caleidoscópico» en la forma de emitir los sonidos.


   Dio comienzo el recital con los Sechs Monologe aus «Jedermann» [Seis monólogos de «Jedermann»], compuestos por Frank Martin en 1943 –«Jedermann» es el término alemán para referirse a «Cualquier Persona» (joven y rica, en este caso)–, y en ella se cuenta la progresión psicológica que experimenta el protagonista, desde el miedo a la muerte –y a perder toda la riqueza terrenal–, hasta la oración en la que el joven rico se arrepiente de sus pecados y suplica al cielo que lo perdone. Goerne traza ese periplo hábilmente, sin solución de continuidad entre las canciones, y de forma muy enérgica. Las dos primeras –«Ist alls zu End das Freudenmahl» [«¿Ha terminado ya el banquete?»] y «Ach Gott, wie graust mir vor dem tod» [«Ah, Dios, cómo me espanta la muerte»]– son parecidas en carácter: graves, rotundas, declamativas, en las que el artista sortea con propiedad los acordes disonantes del piano para recalar de forma más calmada y expectante en «Ist, als wenn eins gerufen hätt» [«Es como si alguien hubiera llamado»], así como en «So wollt ich ganz zernichtet sein» [«Quisiera ser aniquilado por completo»]. Las dos últimas, reflejan la evocación de nuestro Señor en la Cruz («Ja! Ich glaub: solches hat er vollbracht» [«¡Sí! Creo: Él lo ha consumado»]) y la espera del Juicio Final («O ewiger Gott! O göttliches Gesicht!» [«¡Oh, Dios eterno! ¡Oh, rostro divino!»]), que nuestro barítono lanza como plegarias de un arrepentimiento de alta intensidad, que él recrea lenta y convincentemente en los textos.


   Dmitri Shostakóvich compuso en 1974 –con el motivo del quinto aniversario del nacimiento del poeta–, para bajo cantante y piano, la Suite sobre versos de Michelangelo Buonarroti, op. 145 –escritos en italiano–, los cuales fueron traducidos a la lengua rusa por el crítico Abram Markowitsch Efros (1888-1954). Por su temática, Shostakóvich aprovecha de esos versos su vertiente más melancólica y la atmósfera más romántica de la «despedida» vital. En la selección que nos ofreció Goerne, éste se empleó a fondo en una tesitura bastante grave [de bajo-barítono, en muchas secciones], pero de continuos saltos interválicos en forte, que el cantante solventó sin problemas, aplicando en el resto de la interpretación un atractivo canto monocromático que creó una interesante atmósfera con el aparentemente simple soporte armónico del piano. Schmalcz demostró aquí una especial afinidad por Shostakóvich, y ambos artistas fueron capaces de concentrar la intimidad en las tres primeras canciones –«Verdades», «Mañana» y «Amor»– o de expandir su «grito» en lasdos últimas –«Separación» y «Odio»–. A modo informativo,para el lector interesado en este repertorio, además de la versión de Matthias Goerne, son de resaltar las versiones orquestales que de esta obra grabaran el barítono canadiense Gerald Finley [cantadas en italiano], dirigido por Thomas Sanderling, y la del bajo ruso Ildar Abdrazakov, dirigido por Muti, que –como Goerne– están interpretadas en ruso.

   En la segunda parte, cantó obras de Hans Pfitzner, músico injustamente olvidado por los programadores (demuestra su importancia, sin ir más lejos, que fueran alumnos suyos Otto Kemplerer y Carl Orff). Son particularmente apasionantes sus Lieder dedicados a distintas temáticas románticas, con influencias de Hugo Wolf, aunque de tonalidades más lúgubres. Gracias a que muchos de ellos fueron grabados por el fantástico barítono alemán Gerhard Hüsch (1901-1984) en los años 30, con el propio compositor al piano, han podido mantenerse en el repertorio. En esta ocasión, Goerne se decantó por una selección de ocho canciones, de distinta casuística, de las que destacaremos la muy descriptiva y llena de matices «An die Mark» [En la marca] (el texto se refiere a la línea que delimita el sol y la sombra en el tupido bosque), que la voz de Goerne retrató admirablemente. Desde el punto de vista de importancia para el piano, Schmalcz se lució en las tres siguientes: «Abendrot» [Arrebol], «Nachts» [De noche] y «Stimme der Sehnsucht» [Voz de anhelo], con grandes momentos pianísticos en preludios y postludios, profusión de atmósferas contrastadas y una encomiable agilidad en la digitación, donde se sinergiaron voz y teclado.


   Para finalizar el recital, la parte correspondiente a Richard Strauss, repertorio en el cuál –además del canto– formaron parte del escenario los vaivenes que el cantante imprimió a todo su cuerpo para exhalar su riqueza de sonidos, dados los requerimientos de extensión y color vocal que Goerne entiende como adecuados para este repertorio, es decir, un acercamiento interpretativo que se identifica más con el comentado arriba como «cuento caleidoscópico y dramatizado» que con una lectura plana, oscura o atormentada. Pudimos, de esta forma, disfrutar de todas estas sensaciones con «Traum durch die Dämmerung» [«Sueño al atardecer»] y «Morgen!» [«¡Mañana!»], preludios y posludios pianísticos incluídos, que en Strauss son fiel reflejo de una mentalidad musical enfocada a unaelaborada orquestación que no se coarta al componer para piano solo (otra vez, bravo, «Herr Schmalcz»). La triste «Ruhe, meine Seele!» [«¡Descansa, alma mía!»] y la luminosa «Freundliche Vision» [«Visión placentera»], anteceden a la última, la bellísima «Im Abendrot» [«En el arrebol»], un perfecto y dulce carrusel de interválicas de subidas y bajadas. En ellas, se ejercitó flexiblemente la voz de Goerne: toda una lección de control del fiato, afinación y belleza en el timbre en toda la extensión de su tesitura, que alcanza directamente al escuchante, enriqueciendo el relato, y logrando que el efecto perdure tiempo después de finalizado el recital.

   Hasta cinco salidas a saludar –sin conseguir propina alguna– pudimos contar al final de este triunfante recital del perfectamente engrasado binomio Goerne-Schmalcz. Que Matthias Goerne nunca defrauda parece demostrado, se enfrente al repertorio que se enfrente, y es para nosotros un placer asistir a sus recitales casi independientemente de lo que programe, sabiendo que siempre explorará nuevas músicas y/o se recreará en el repertorio más conocido.

Foto: Rafa Martín/CNDM.

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