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Crítica: 'El rapto en el serrallo' de Mozart en la Ópera de Múnich

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Autor: Alejandro Martínez
1 de octubre de 2014

PARA TODOS LOS PÚBLICOS

Por Alejandro Martínez

26/09/2014 Múnich: Bayerische Staatsoper. Mozart: El rapto en el serrallo. Lisette Oropesa, Javier Camarena, Hans-Peter König, Rebecca Nelsen, Matthew Grills, Demet Gül y otros. Constantin Trinks, dir. musical. Martin Duncan, dir. de escena.

   ¿Es posible convertir una representación mozartiana en un espectáculo no sólo apto sino recomendable para todos los públicos, sin necesidad de hacer de ello una función infantil? Eso es lo que logra de algún modo la producción de Martin Duncan, que pudimos contemplar en el marco de una representación abierta a público familiar e infantil, con un patio de butacas salpicado de niños, por momentos curiosos, por momentos hastiados, pero que dieron muestras de un franco entusiasmo al cierre de la función. Duncan propone un escenario prácticamente desnudo, con una pantalla para proyecciones al fondo y con unos sofás móviles, que discurren de un a otro de la escena por unos carrilles, suspendidos en el aire. En la pantalla, a modo de pizarra, vamos viendo indicaciones sobre la peripecia del rapto como tal, a través de planos del palacio del pachá, etc. No hay una gran inspiración en el trabajo de estas proyecciones aunque parecen jugar una labor eficaz en el refuerzo del libreto y su acción, en una representación que se ofrecía sin sobretítulos, pero adornada por el relato de una narradora (Demet Gül). Todo ello redunda en una gran inteligibilidad de lo que sucede sobre el escenario, hasta el punto en que podría seguir perfectamente la acción una persona sin noción alguna de alemán. Al margen de esto, el trabajo de Duncan es ágil, fresco, colorista y simpático. Posee un tono naïf que cuadra muy bien con el tono semiserio de algunas páginas escritas aquí por Mozart. No es una producción memorable pero se antoja como decimos simpática y bien elaborada, consiguiendo llegar a un objetivo honesto partiendo de medios modestos.

   El Belmonte de Javier Camarena se sitúa en la estela de los grandes. La belleza del timbre recuerda por momentos a un Wunderlich y la limpieza de la emisión le emparejan con su mentor Araiza. La naturalidad y frescura del acento recuerdan al joven Vargas. La voz no es grande pero tampoco lo necesita, al estar proyectada con brillantez. La firme resolución del pasaje garantiza asimismo un sonido homogéneo y firme. Estamos pues ante un tenor muy notable, voz ideal para Mozart en estos momentos. A partir de una emisión limpia, redonda y fácil consigue abundar en un canto sin estridencias, hecho de pequeños detalles: convincente en el extremo agudo, logrado en las agilidades y teatral en todas sus intervenciones. Es Camarena un estupendo actor cómico y sacó gran partido a la dirección de actores dispuesta por esta producción, de código más bien cómico y simpático que serio. Un gran Belmonte el suyo, en suma.

   Cabe también elogiar el buen trabajo de Lisette Oropesa con la exigente parte de Konstanze, de escritura imposible y que la joven soprano americana resolvió con verdadera naturalidad, sin forzar un ápice el instrumento. Le faltan a su instrumento, lo mismo que a sus acentos, un carisma y personalidad más genuinos, pero estamos sin duda ante una intérprete esmerada. Muy aplicada también la pareja compuesta por Rebecca Nelsen y Matthew Grills, Blonde y Pedrillo respectivamente. Voces frescas, desenvueltos en escena y solventes de principio a fin en todas sus intervenciones. Hans-Peter König, sin llegar al magisterio memorable de un Kurt Moll o un Matti Salminen en estas lides, firmó un espléndido Osmin, desenvuelto en escena, espontáneo, con la justa vis cómica y vocalmente esmerado con la exigentísima parte escrita aquí por Mozart. Fue con razón vivamente ovacionado.

   Constantin Trinks, joven batuta habitual en Dresde, dispuso una dirección eficaz aunque por lo general anónima, muy poco estimulante. La orquesta titular respondió con su habitual y sobresaliente solvencia y a buen seguro hubiera dado más de sí aún con una batuta más incisiva. Impecable trabajo del coro, como es costumbre por aquí, en sus contadas pero importantes intervenciones.

Foto: Wilfried Hösl

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