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CRÍTICA: ALAN CURTIS Y SONIA DE MUNCK INTERPRETAN OBRAS DE SCARLATTI EN EL INSTITUTO ITALIANO DE CULTURA. Por Hugo Cachero

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Autor: Hugo Cachero
11 de junio de 2013
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Sonia de Munck
 DIGNO DE ALABANZA
 
Madrid. 30/05/2013. Instituto Italiano de Cultura. Sonia de Munck (soprano). Alan Curtis, director. Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla. Obras de Domenico Scarlatti.

   Con sede entre los venerables muros del Palacio de Abrantes, el Instituto Italiano de Cultura de Madrid se encuentra embarcado en un proyecto digno de todas las alabanzas: la realización del ciclo completo de 555 sonatas para clave de Domenico Scarlatti; tan italiano, y tan español, es un placer siempre disfrutar de la música del napolitano de la mano de algunos de los mejores clavecinistas del mundo que ya han pasado por Madrid. Ya finalizando el Segundo Ciclo, comenzado en octubre pasado, en esta ocasión sin embargo nos encontramos en el coqueto salón de actos del Instituto con un programa especial, dedicado a la música vocal dentro del género de la cantanta, campo en el que Domenico demuestra haber sido un maestro a la altura de su padre Alessandro; tengan ambos la gloria que merecen.
      Sonia de Munck
ofreció una más que notable interpretación de las tres cantatas programadas; y aquí "interpretación" hay que entenderla en su sentido más amplio. Desde luego no podemos decir que nos encontremos ante una voz excepcional en cuanto a sus calidades; de hecho, solamente adquiere brillo y expansión en el tercio superior, volviéndose más opaca y reduciéndose apreciablemente su volumen según desciende a zonas más graves; también se hicieron notar algunos problemas de fiato puntuales. Para ser justos también hay que decir que las mayores dificultades las encontramos en el aria inicial, la emocionante Sono amante de la cantanta Piangete, occhi dolenti, donde la tesitura no benefició en absoluto a la soprano. Sin embargo, es una cantante de gran inteligencia dramática, y los posibles defectos quedaron compensados con una interpretación entregada y detallista, una implicación total con el texto, y un fraseo cuidado y sobre todo expresivo sin caer en ningún exceso, virtudes fundamentales en el género de la cantata y que donde mejor se disfrutan es en la distancia corta de una sala de reducidas dimensiones. Como ejemplo de todo ello la magnífica versión del aria Se mi dirai cor mio, cor mio?, con su mezcla de affetti contrapuestos, que la soprano desgranó con una intensidad tal que el público no pudo contener el aplauso antes del da capo; una anécdota, y contraria al "canon" establecido además (aunque qué les voy a decir, totalmente perdonable si como fue el caso es una reacción sincera y espontánea de la audiencia), pero que habla a las claras de lo que gustó y convenció de Munck. En definitiva, gran cantante con una capacidad de comunicación bastante por encima de su instrumento.
      Cumple en estos casos hablar del director antes que de la orquesta (sobre todo cuando nos encontramos a la batuta -que vale para decir en este caso al clave- con una auténtica figura ya histórica de la música barroca), pero permítaseme en este caso invertir los términos; la razones, dos: la una, dar la relevancia que merecen los instrumentistas; la otra, cierta duda que se verá más tarde. Cinco solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla (dos Violines, Viola, Violonchelo y Contrabajo) más tiorba y clave para el continuo, muy bien compenetrados con Sonia de Munck supieron ofrecer al igual que ésta toda la gama completa de sentimientos musicales requeridos, del dolor a la ira (como en la sección central del aria Vorresti, si vorresti dal labro mio sentir pace, donde ofrecieron exactamente lo que prometía el texto: rabia y furor). Si estuvieron bien acompañando a la soprano, extraordinarios resultaron en las dos piezas sin ésta; particularmente impactante fue la interpretación de la Sinfonia de la ópera Tolomeo e Alessandro, un prodigio de fuerza e ímpetu, pura energía volcánica (¿vesubiana, por aquello de la Escuela Napolitana?), trufada de dinámicas vertiginosas. Muy destacados sobre todo los violines, que disfrutaron de mayores posibilidades de lucimiento.
    Alan Curtis es de esas figuras que a estas alturas están ya un tanto por encima del bien y del malauténtico pionero del movimiento historicista, tantas veces en compañía de su grupo Il Complesso Barocco, sigue paseando el americano su gran talla (física y artística) por los escenarios, para nuestra suerte. Sin ir más lejos (más lejos de la calle Jovellanos nº 4 de Madrid) estos mismos días ha dirigido las funciones de Viento es la dicha de Amor de Nebra, también con la Orquesta Barroca de Sevilla. De su labor el día 30 para ser sinceros la reacción primera es de sorpresa; lo cierto es que la vivacidad y la energía no han sido nunca una de las características más destacadas de Curtis como director, al que sin negarle, nada más lejos, su indiscutible magisterio handeliano, es obligado decir que muchas de sus versiones resultan lentas y planas comparadas con las de algunos colegas ilustres (fruto seguramente de una sensibilidad más anglosajona que latina); todo lo contrario a lo que pudimos escuchar en el concierto que nos ocupa. Es natural por tanto preguntarse hasta qué punto el resultado final -excelente- de la parte instrumental llevó la firma del americano. En fin ¿como decirlo?, si la Naturaleza me hubiera dado ser más suspicaz de lo que soy, diría que el mérito de Curtis fue relativo; pero como por suerte no lo soy (suspicaz), tambien debo considerar que fuera de los terrenos de Handel el director parece otro, y por tanto se le deben conceder tantos aplausos como a los demás. Sea como sea, un privilegio poder ver en directo a una leyenda viva como él.

   Tras la finalización de las obras programadas, y como agradecimiento por los aplausos, una surprise (tal como la anunció el propio Curtis): el dúo Addio, mio caro bene del Teseo de Handel, donde el papel de Arcane fue interpretado por... Dmitry Sinkovsky, el primer violín, que tembién es contratenor, y no malo (y cantó y llegó a tiempo de tocar en el ritonello al final del dúo; eso sí que es versatilidad). Apenas una hora de concierto, que sin duda todos los asistentes hubiéramos prolongado con gusto. Una cita más con "nuestro" Scarlatti, esperemos que queden muchas más, con el concurso del Instituo Italiano y los patrocinadores.
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