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CRÍTICA: 'NABUCCO' DE VERDI EN EL FESTIVAL DE ÓPERA DE LA CORUÑA

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Autor: Arian Ortega
1 de octubre de 2012
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UN BUEN VERDI DE GALERAS

Nabucco (Giuseppe Verdi), Palacio de la Ópera de A Coruña, 08/09/2012. Leo Nucci (Nabucco), Elisabete Matos (Abigaille), Luiz-Ottavio Faria (Zaccaria), Alexandra Rivas (Fenena), Francisco Corujo (Ismaele), Patricia Rodríguez (Anna), Alberto Faria (Pontífice del Baal), Pablo Carballido (Abdalo). Orquesta y coro de la Sinfónica de Galicia. Keri-Lynn Wilson (Dir. Musical). Versión de concierto.
  
      El 9 de marzo de 1842, fue una fecha especialmente dulce en la carrera del genio de Busetto. Estrenaba su tercer título operístico en Milán tras su primera obra de juventud, "Oberto, conte di San Bonifacio", que ya había cosechado un estimable éxito, y su intento fallido de componer una ópera buffa, "Un giorno di regno". A ello se le sumaban tiempos complicados a nivel personal tras fallecer su esposa y sus dos hijos. No fueron pocos quienes le animaron a continuar con la composición (el entonces responsable del teatro milanés tuvo mucho que ver) a pesar del bajo estado emocional del compositor. Fruto de ese apoyo nació Nabucco, basado en la historia del rey babilonio, que poco tardó en convertirse en una de las óperas más influyentes de Italia, tanto musical como políticamente, constituyendo incluso, un himno a la confraternización y a la libertad, como deja constancia el coro de esclavos. Así pues, la obra vió la luz en el Teatro alla Scala con una fuerte acogida.

      Razones no faltan, pues estamos ante una obra maestra que gana enteros a cada escucha. Dramáticamente presenta tres personajes fuertemente marcados: Nabucco, Rey de Babilonia, Zaccaria, sumo sacerdote hebreo que se opone a las amenazas de éste, y Abigaille, esclava desdichada que termina perdiendo la razón a causa de sus ansias de poder. Musicalmente se construye sobre una línea melódica tensionada en todo momento. La composición de los distintos números, a cada cuál más inclemente y de mayor calidad, consta de grandes arias para lucimiento individual, junto con vibrantes y flamígeras "cabalette", clausuradas por grandes y riquísimos concertantes.

La versión ofrecida en el Palacio de la Ópera de la Coruña, puede calificarse de notable si atendemos a dos claros protagonistas. Por un lado, la representación se vió respaldada por una cuidadísima dirección musical de la canadiense Lynn Wilson. Su planteamiento fue ya comprometido desde una obertura matizadísima, bien reforzada en las cuerdas, aunque brillaría especialmente en los pasajes de mayor lirismo. No obstante, se contuvo de exagerar en el forte, dejando respirar a los cantantes.

      A su vez, fue la soprano Elisabete Matos la que, a pesar de una afección vocal que la mantuvo en duda hasta el último momento, contribuyó al éxito de la función, ofreciendo una Abigaille guerrera y vocalmente irreprochable. Tras un comienzo algo frío, regaló una poderosa versión de su escena, cumpliendo sobradamente en los pasajes de agilidad, si bien en algún momento, la voz perdía algo de grosor y color. Importante fue la cabaletta subsiguiente, en la que se animó a dar una segunda vuelta con originales puntature y estentóreos agudos plenos de squillo. Nada desdeñable la actuación de Luiz Ottavio Faria que, con un instrumento de puro bajo, supo estar a la altura en los saltos de registro que dejó escritos Verdi, a la vez que otorgó entidad y redondez a unos graves perfectamente cubiertos, como se pudo apreciar en la preghiera. Alexandra Rivas compuso una Fenena de enorme musicalidad y buena línea de canto, mientras que Francisco Corujo no terminó de estar cómodo con la alta tesitura de Ismaele. Si bien se aprecia una voz de grato timbre, esta no tiene el apoyo ni la proyección suficientes como para traspasar la barrera orquestal, ocasionándole excesivas tiranteces y apreturas en el agudo. Cumplió la debutante Patricia Rodríguez en la oportunidad que le dió la asociación- participará en un recital dentro del festival- haciéndose notar en los finales de acto. El coro, empastado y correcto, adoleció de una falta de emoción y magia, notorio en el "Va pensiero", que quedó algo desdibujado.

      Dejamos para el final al protagonista, el veterano y sobradamente conocido en tierras gallegas, Leo Nucci. Ante la palpable escasez de barítonos, aún más notoria si nos centramos en los verdianos, no es casualidad que hayan optado por traer al que mayor rendimiento saca de ellos y de paso festejar el bicentenario del nacimiento del compositor, que se celebrará durante todo 2013.  Y es que el papel lo tiene más que dominado en el plano escénico (su actuación fue idéntica a la del dvd de la Ópera Estatal de Viena, con Guleghina, Prestia y Luisi, datada del 2001) y aún da muestras de calidad en el terreno vocal. Aún así, el hecho de que en los dos primeros actos el barítono no tenga momentos de especial relieve, no es excusa como para no pedir algo más de compromiso. Su momento cumbre llegó en un gran dúo con la soprano- una Matos en plenitud le dió réplica- en el que saltaron chispas y donde Nucci incluso se atrevió con alguna media voz de calidad. Ya en la escena final cantó un "Dio di Giuda" caracterizado por un poderoso fiato y un canto de gran nobleza. A ello le siguió la cabaletta "Oh prodi miei, seguitemi!", discretamente cantada en la primera estrofa, bastante mejor en la segunda, con un fraseo de mayor calidad y coronada con dos punzantes la bemoles que hicieron las delicias del respetable.

      Ante la insistencia (breve, por otra parte) del público, el italiano repitió una vez más el fragmento, como hace habitualmente en otro de sus papeles punteros, Rigoletto. Y es de justicia recalcar que la versión (rematada nuevamente con esos dos Lab) fue la mejor servida de las tres,  poniendo en relieve la emoción de uno de los últimos seguidores de la escuela verdiana. Cabría hacer una reflexión al respecto de los bises, en tanto que estaba claramente preparado, pero todo ello se diluye cuando hasta los más escépticos terminan por rendirse ante una buena dosis de canto, lo que constituye todavía, la esencia de la ópera. Quedó de este modo inaugurado el festival coruñes que cumple 60 años en el presente certamen.

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