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Crítica: Nacho de Paz dirige obras de Hidalgo, De Pablo y Bartok en el Festival Focus de la OCNE

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Autor: David Santana
22 de marzo de 2021

La importancia de hacer memoria

Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 19-III-2021. Auditorio Nacional de Madrid. Focus Festival. Orquesta Nacional de España, Nacho de Paz, director. Ukanga de Juan Hidalgo, Invenciones de Luis de Pablo y Música para cuerda, percusión y celesta de Bela Bartók

   Finaliza el Focus Festival con este concierto dedicado a la memoria de Antón García Abril, fallecido el pasado 17 de marzo y a quien pudimos escuchar en el primero de los conciertos de este festival organizado por la OCNE.

   Todo el festival ha estado, no obstante, dedicado a hacer memoria. A recordar una generación que se alzó valientemente no sólo frente al caudillo, sino frente a la mediocridad. García Abril, De Pablo, Halffter e Hidalgo tenían algo en común en esta década de 1950 sobre la que pone el foco el festival: la edad. Contaban en torno a veinte y treinta años por aquel entonces y todos ellos mostraron la rebeldía propia de la edad; no se conformaron con lo que se les decía que hicieran. Setenta años después les rendimos culto, hacemos memoria, ¿qué mejor ejemplo para exigirle una vez más a los jóvenes que cambien el mundo?

   A Hidalgo le debemos la llegada del vanguardismo a España. La experimentación y la rebeldía del grupo Zaj fue un soplo de aire fresco que supo cumplir las expectativas de los modernos de mirar cara a cara a Europa desde la provinciana España. Ukanga es la muestra de que en nuestro país también se podía hacer arte de vanguardia y Nacho de Paz supo trasladarnos la energía y la vitalidad de la obra de Hidalgo con sus movimientos ágiles y contundentes y a su vez absolutamente precisos, que permitieron crear en la mente de los oyentes una línea continua construida a partir de chasquidos, golpes y soplidos. Lo que viene siendo puntillismo sonoro, una técnica en la que los músicos deben escucharse y estar perfectamente coordinados para que se perciba la continuidad en una obra que, como expresaba el propio Juan Hidalgo con la disposición de los instrumentistas, rompe con todas las jerarquías.


   Nada que ver con las Invenciones de Luis de Pablo. Bueno, casi nada, porque en ambos casos, y veremos que Bartók también lo hace, los compositores experimentan con los timbres. Sin embargo, mientras que Hidalgo creaba un universo puntillista, horizontal; en De Pablo y en Bartók escuchamos la creación de interesantes sonoridades a través de la superposición de distintos timbres.

   Fue muy interesante la disposición que adoptaron las cuerdas de la ONE para la interpretación de la obra de Bartók: parecían dos orquestas, la una enfrentada a la otra de forma simétrica, como si un espejo en el centro del escenario la reflejase.

   Tanto en Invenciones como en Música para cuerda, percusión y celesta las cuerdas supieron mostrar un timbre bello y delicado, destacando, por ejemplo el «Estático» de las Invenciones. Sin embargo, en otros momentos, como el Andante tranquilo de la obra de Bartók se echó de menos un sonido más compacto. Cuando la orquesta de cuerdas trata de simular un mar, es correcto que, al igual que se ve el blanco de las crestas de las olas, se destaque algún timbre, pero procurando que no parezca que se da una marejada que nos aparte del «tranquilo» del Andante.

   Por lo demás, todo fue muy positivo. Se debe señalar la fluidez que mostró la orquesta en los pizzicati del Allegro de la Música para cuerda, percusión y celesta, los cuales combinados con un arpa absolutamente precisa supieron crear una hermosa sonoridad. La sección de chelos también supo mostrar un timbre muy bello tanto en el Allegro como en el solo casi al final del Allegro molto. A este cuarto y último movimiento le supo dotar Nacho de Paz un carácter de danza, de música popular, que nos mostró la faceta etnóloga de Béla Bartók y nos hizo vibrar con los repiqueteos de los arcos y los ritmos de la percusión.

   No es de extrañar, pues, que maestro y orquesta recibieran al final de la velada una larga ovación a pesar del, un tanto exiguo, pero ilustre público, teniendo que salir a saludar hasta en cinco ocasiones. Un estupendo broche para un festival que, una vez más, nos deja constancia de la importancia de hacer memoria.

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