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NIKOLAI LUGANSKY, pianista: 'Mi modelo a nivel humano y musical es Rachmaninov'

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Autor: Vera Futer
7 de junio de 2017

NIKOLAI LUGANSKY, pianista: 'Mi modelo de referencia a nivel humano y musical es Rachmaninov'

   Una entrevista de Vera Futer
En el marco del tercer concierto del ciclo “Rusia esencial” de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, que ha tenido lugar el pasado fin de semana en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, hemos podido entrevistar a uno de los pianistas más distinguidos de la actualidad, Nikolai Lugansky. Nacido en Moscú en 1972 y formado en  la Escuela Central de Música de Moscú y posteriormente el Conservatorio Superior  P. I. Tchaikovsky bajo la dirección de los profesores T. Nikolaeva y S. Dorensky, este pianista ruso, uno de los más solicitados del mundo, inició su carrera internacional a edad temprana. Ya desde los 16 años comenzó a  descollar en importantes concursos internacionales, entre ellos el VII Concurso internacional J. S. Bach de Leipzig, el concurso S.  Rachmaninov, la Academia Mozarteum en Salzburgo, o el X Concurso P. I. Tchaikovsky. Su extensa discografía supera la treintena de grabaciones. Desde 1998 ejerce de profesor asistente en la especialidad de piano en el Conservatorio Superior de Moscú en la clase del profesor S. Dorensky. Por su brillante carrera y sus destacadas aportaciones a la música en el año 2005 recibió el prestigioso galardón de “Artista de Mérito de Rusia”. Lugansky es “El Príncipe”, sobrenombre que le fue dado por su innata elegancia, excepcional gusto musical y su carisma. El pianista ruso es hombre modesto, de gran inteligencia y conocimiento extenso en diversas áreas del saber. Ha conversado con CODALARIO sobre cuestiones tan diversas como sus predilecciones en música española, la importancia del sistema educativo musical ruso o los concursos musicales.

No es la primera vez que viene Usted a España. Ya conoce tanto el norte como el sur de la Península Ibérica. ¿Qué opinión le merece? ¿Qué ciudades son las que más le han gustado?

He visitado España en varias ocasiones, y debo decir que desde fuera  me parece un paraíso donde todos son felices, el clima es maravilloso y hay una buena calidad de vida. El clima del sur no es el mejor para mí por el extremo calor entre mayo a octubre, pero he de reconocer las muchas bellezas de esta zona. En cambio, el norte es un sitio en el que podría vivir. La ciudad que más conozco es San Sebastián, pero hora también conozco Gijón y Oviedo, sitios maravillosos y muy bellos, con un clima fantástico. Otro lugar que me ha parecido sorprendentemente bonito es Úbeda. También he estado en Toledo, Galicia, Barcelona, Valencia… España es un país increíble.

El público español le recibe siempre con un gran cariño y espera por sus conciertos. ¿Tiene la misma acogida en otros países?

Es difícil para mí quejarme del recibimiento en ninguno de los países donde he estado (risas). Entre los países donde he gozado de mayor popularidad en primer lugar esta Francia, después Rusia, y en los últimos años curiosamente he comenzado a tocar bastante en Inglaterra, Estados Unidos y los países de Sudamérica.

Después  del  Concurso Tchaikovsky de 1994 ganó usted mucha notoriedad.

Lo cierto es que fue relativa en esos años.  En aquella época el Concurso Tchaikovsky no tenía la misma repercusión que sus primeras ediciones o la que tiene en la actualidad. Por entonces poca gente de Europa o del mundo lo conocía y seguía.

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En lo que respecta a la música española, ¿forma parte de su repertorio?

Por supuesto. En primer lugar está Isaac Albéniz, al que considero uno de los compositores que revolucionaron el piano. Cuando me preguntan sobre los compositores que sentaron un antes y un después en la historia del piano, siempre nombro a  cuatro: Chopin, Liszt, Rachmaninov y Albéniz. Por ejemplo, Beethoven es un grandísimo compositor y sus obras son una referencia, pero su música para piano puede ser adaptada para cuarteto de cuerda u otras agrupaciones de instrumentos, o para orquesta. Pero la música para piano de estos cuatro compositores despliega un estilo pianístico nuevo, específico, diferente de todo lo anterior. Independientemente de que se hayan hecho arreglos para orquesta de  Iberia de Albéniz, que son sin duda muy interesantes.

De Albéniz toco varias piezas de Iberia, toco Azulejos. Pero no con frecuencia por un problema práctico: hasta ahora no he conseguido que los promotores programen estas obras en mis conciertos por España.

¿A que cree que se debe eso?

Es natural. Existen los clichés consabidos de que los intérpretes rusos deben tocar música rusa o los españoles a Albéniz, por ejemplo. Aunque no estoy de acuerdo. Mi posición es que si un pianista toca bien a Rachmaninov, merecería la pena escuchar cómo interpreta y a  Beethoven, y a Albéniz.  Incluso diría que si una persona interpreta mal a Rachmaninov, lo más probable es que interprete mal a Albéniz. Es decir, por un lado, cuando una persona lleva muchos años  tocando una música hace suya su cultura inherente. Pero por otra parte, cuando un intérprete tiene unas buenas cualidades, es capaz de adaptarse a diferentes culturas, hablar en diferentes idiomas musicales. De esta forma, hubo grandes intérpretes que hablaron principalmente en un idioma; entre los más insignes se puede citar a Glenn Gould. Pero otros, como Arturo Benedetti Michelangeli, Emil Guilels, Sviatoslav Richter, hablan en diferentes idiomas.

También pienso que la cuestión no está tanto en el intérprete como en el público. Si se escucha algo que realmente le admira y sorprende, no sólo desea escucharlo una y otra vez sino que debería  también surgir el deseo de escuchar cómo sonaría en esa interpretación una obra totalmente diferente. Ése es el tipo de curiosidad que creo que debería cultivar el oyente.

¿Y en lo que a Usted respecta?

En lo que a mi respecta, toco música rusa por todo el mundo con un gran placer, a mi querido Serguei Rachmaninov, a Piotr Tchaikovsky, Serguei Prokofiev, Nikolai Medtner, Alexander Glazunov… Pero también toco música muy diversa, como por ejemplo la transcripción del Ocaso de los dioses de Richard Wagner.  Lo que es interesante es que muchos promotores y directores en primer  lugar me llaman para interpretar música rusa, que es inmensa. E indudablemente la cima del concierto como género para piano lo representan los conciertos de S. Rachmaninov. Sólo unos pocos directores nunca me llaman para tocar música rusa. Eso se debe a que los grandes directores están por encima de los convencionalismos. Por ejemplo, con Charles Dutois hemos tocado muchas veces a Rachmaninov, pero también a Maurice Ravel o  Ludwig van Beethoven, música muy variada. Con Vladimir Spivakov tocaré en el Festival de Colmar los Conciertos 4 y 5 de Beethoven. Para mí eso es muy interesante. Un acercamiento serio a la música debería están siempre por encima de los convencionalismos.

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En su opinión, a día de hoy sigue existiendo la denominada “escuela rusa” o estas fronteras ya se han diluido?

Como institución sí, existe. En ella lo principal es el inicio de la enseñanza musical a los 7 años. Lo que se inició desde la década de 1930 con la institución de la Escuela Central de Música por Alexander Goldenweiser, persiste a día de hoy. Es decir, que los niños reciben una educación gratuita de altísimo nivel en diversas áreas. A ese nivel la escuela rusa sigue vigente.  Pero  si pensamos en la cantidad de profesores rusos que impartían clases en el extranjero en la década de 1960 y la comparamos con la actualidad, resulta evidente que esas fronteras se van desdibujando de una u otra forma. Para mí, como pianista, el cambio más substancial que ha tenido lugar durante los últimos 20-25 años es la afluencia de músicos asiáticos. Hace 20 años por lo general su nivel musical hacía asomar una sonrisa de cierta condescendencia a nuestros labios. Pero a día de hoy ya no sucede lo mismo. Hay muchos pianistas asiáticos cuyo nivel técnico-musical es exquisito. Se nota en los concursos internacionales, donde puede darse incluso cierta oposición infundada de los jueces hacia ellos. Hablo principalmente de los pianistas, pero supongo que entre los instrumentistas de cuerda eso sucede incluso en mayor medida. Y en ese proceso supongo que la escuela rusa ha tenido un papel importante porque sus principios organizativos fueron basados en los rusos y aplicados gracias a un fuerte apoyo estatal. No sucede así en Europa, en mi opinión. Por supuesto, los países europeos han  avanzado a ese nivel, pero no tienen un sistema en el que los padres traen a sus hijos al colegio desde las 8:30 hasta las 4 o 5 de la tarde y saben que recibirán una educación general y musical excelente con los mejores profesores. Ese es un privilegio que  se dio sólo en el sistema de educación soviético.

¿Hay algún tipo de piano que le guste por encima de los demás?

Casi siempre, un 75 por ciento de las veces, toco en los Steinway, sobre todo los de Hamburgo, aunque pueden ser muy diferentes.  También he tocado Yamahas muy buenos. En el Concurso Tchaikovsky toqué en un piano Cavalli. También un par de veces toqué en pianos Fazioli, que son instrumentos italianos relativamente nuevos.

¿Que opinión le merecen los concursos? En los últimos años han despertado bastantes controversias.

Los veo como algo normal. Lo cierto es que cuando tomaba parte en ellos, no los disfrutaba, pero sí es cierto que a día de hoy hay más jóvenes músicos que los que el público o las salas pueden asumir. ¿Cual debe ser la forma de seleccionar a los más sobresalientes? Existen distintas opciones para que se abran paso hacia la cumbre, y los concursos son el más normalizado. Para mí lo importante es que los concursos sean abiertos. Es decir, que todo el que lo desee tenga la oportunidad de entrar a escuchar, porque entre los asistentes estará con toda probabilidad el director de la sala y algún director de orquesta, personas con criterio independientemente de cuál sea el resultado emitido por los jueces.

Yo personalmente, por mi carácter no soy un luchador. Quiero decir que hay personas que nacieron con dotes especiales para enfrentarse a situaciones extremas. Pero cualquiera puede quedar eliminado en las diferentes rondas en alguna ocasión. Y hay personas para las que eso supone un fuerte golpe psicológico, un trauma que marca incluso a nivel físico. Por ejemplo, me viene a la cabeza Stanislav Neuhaus, un brillante pianista, producto del sistema educativo musical ruso. En un par de ocasiones tomó parte en concursos pero no pudo dominar sus nervios, por lo que quedó fuera de la final. Pero por lo general son necesarios. Sviatoslav Richter, Emil Guilels, Radu Lupu, Krystian Zimerman, Mijail Pletnev… casi  todos los pianistas más importantes fueron premiados en distintos concursos.

Opino que los concursos son el medio más objetivo para que los jóvenes intérpretes alcancen la notoriedad. Hubo muy pocos grandes pianistas que alcanzaron el estrellato sin pasar por ellos. Puedo nombrar a Daniel Barenboim, que es un caso especial, y de mis contemporáneos a Evgeny Kissin y Arkadi Volodos, dos pianistas excepcionales. Pero son excepciones.

Así que desde mi punto de vista, los concursos son el sistema correcto, pero solamente hasta una edad determinada. Cuando tienes más de 30, tocar en un concurso y no pasar las eliminatorias ya no es una situación normal. Tanto para músicos consagrados como para los más luchadores. Considero que si una persona con 18-22 años no puede superar el hecho de no llegar a la final, tampoco podrá hacerlo más adelante.

¿Entonces los ve como una especie de entrenamiento para hacer frente a las situaciones de tensión y nerviosismo?

Las situaciones conflictivas a las que debe hacer frente un concertista son constantes. Nunca se está en una zona de absoluto confort. Por ejemplo, hace pocos días algo sucedió en el aeropuerto de Londres y no pude volar hacia Alemania el día estipulado. A duras penas conseguí billete para el vuelo del día siguiente, que también se retrasó debido al caos que reinaba en Heathrow, y llegué a la sala con la maleta a tan solo 20 minutos del inicio del concierto. Y aunque no me considero un luchador, desde mi punto de vista no toqué mal ese concierto. Así que sí, hay que inmunizarse de alguna manera ante los imprevistos.

Es usted un músico consagrado y muy solicitado en todo el mundo. Probablemente ya no siente los nervios escénicos previos a una actuación. ¿O tal vez para un artista ese sentimiento siempre está presente?

Lo cierto es que me vienen a la cabeza solamente una o dos personas que creo que no siente nervios, pero son excepciones. En realidad todos sienten nerviosismo, pero algunos saben disimularlo. Y en cada concierto es diferente. El  oyente no puede adivinar siquiera que para cada concierto el intérprete llega preparado de forma diferente. Y las propias circunstancias también varían. Distintas situaciones que permanecen ajenas a los espectadores. Se pudo haber descansado mejor o peor la noche antes del concierto, o pudieron no haber llegado las maletas con la ropa de concierto, teniendo que tocar con ropa prestada, como me pasó en Toronto y Edimburgo. También varía si el programa a interpretar forma parte estable del repertorio, con lo cual el nivel de nerviosismo es diferente a un programa nuevo, que se interprete por primera vez. Para cada concierto y para cada obra en concreto el músico está preparado de forma diferente. Pero también existe otro  nerviosismo, el que se transforma en miedo y que bloquea. Ese ya no tiene nada positivo. Y no hay recetas contra los nervios. Hay que tocar, superarse a sí mismo. La falta de nervios, su atrofia completa es  algo positivo para los concursos, pero por otra parte limita en cierta manera a la hora de transmitir algunas imágenes musicales.

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¿Qué pianistas del pasado son sus referentes? ¿Y del presente?

Como modelo de referencia a nivel humano y musical, indudablemente Rachmaninov. Como personalidad, como compositor, como pianista, como director  y como ser humano. Hasta el día de hoy, van saliendo a la luz datos sobre  la ayuda que prestó desinteresada y anónimamente a numerosas personas.  Muchas de ellas no supieron nunca de donde vino el dinero, quien les ayudó a formarse musicalmente. Fue una persona extraordinaria y un genio.

Y si hablamos de intérpretes, fueron varios. En primer lugar mi primera profesora, Tatiana Nikolaeva, brillante músico y persona de gran alma. Con su compleja vida siempre  se preocupó mucho por sus alumnos y en mi destino jugó un papel importante. Tocábamos juntos, y siendo yo un niño hacía llegar mis grabaciones a empresarios occidentales. Comencé a dar conciertos por Europa, en Alemania y Holanda, antes del Concurso Tchaikovsky, y  fue gracias a ella. De cada viaje ella traía una gran cantidad de cintas de video y audio, invitaba a sus estudiantes a casa para verlas y escucharlas, lo que nos permitía conocer a los grandes pianistas del extranjero. Por entonces era imposible acceder a ellos de otra manera. Eso nos ayudó mucho en nuestro desarrollo artístico.

Además de ella, tengo muchos pianistas predilectos. Emil Guilels, y sin duda Arturo Benedetti Michelangeli al que sitúo justo por detrás de Serguei Rachmaninov. Con los años esta lista va aumentando. Por ejemplo, comencé a amar la música de Guilels en mayor medida con el paso de los años. Sviatoslav Richter por supuesto, al que pude escuchar en vivo en bastantes ocasiones, tanto en Moscú como en Ámsterdam. A Guilels sólo le escuché siendo un niño pequeño.

Y de los contemporáneos, los conciertos que más me marcaron fueron los de Radu Lupu, Nelson Freire, Martha Argerich.

¿Que intereses tiene usted además de la música?

Cosas diversas. Juego al ajedrez, aunque ahora no estoy en mis mejores años ajedrecísticos por falta de tiempo. También me gusta el ciclismo, la natación.

Así que es usted un deportista.

Bueno, por ejemplo de mis colegas Denis Matsuev juega al futbol mejor que yo, pero en el  ping pon y el bádminton probablemente soy mejor yo. Mijail Pletnev juega espléndidamente al bádminton pero yo le gano al tenis de mesa. Recientemente volví a jugar un poco al hockey, pero con niños menores de 16 o mayores de 40 años (se ríe).

Me encanta la lectura, la poesía especialmente. Miro con más recelo la prosa.  Durante los últimos años en mis viajes me acompaña en formato electrónico Anton Chejov, es la prosa que sigo amando, los humoresques. Pero por lo general veo en la prosa el peligro de un excesivo adoctrinamiento, una tendencia al exceso de explicaciones y generalizaciones. Amo más a Anto nChejov y Nikolai Leskov que a Lev Tolstoi y Fiodor Dostoyevsky. De Dostoyevsky me gusta Los demonios pero es la única obra suya que me apasiona.

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Como ajedrecista, ¿ve algún tipo de relación entre el ajedrez y la música?

Muy poco. Hay alguna relación, evidentemente –ambos abarcan la esfera de lo no material. Pero por lo general entre ambas hay más diferencias. Que en la Unión Soviética hubiera muchos grandes músicos también excelentes ajedrecistas era más el intento de buscar un éxito definible. En la música, tras escuchar una obra uno se emociona, el vello se eriza, asoman lágrimas a los ojos, pero es imposible definirlo. Pero en el ajedrez, incluso una partida mal jugada siempre tiene un resultado: ganar, perder, empatar. Es la mayor diferencia. En el ajedrez, además de la belleza del pensamiento ajedrecístico, lo más importante es el resultado. Pero en la música lo más importante otra cosa, el sentimiento: el amor, incluso el odio.Hace que cambie algo en nosotros, pero no podemos definir lo que es. Diciéndolo de otra manera, en la música, cuando una interpretación es magistral, todos – tanto el solista como la orquesta, el director, el público — todos son ganadores.

Y en cuanto a la música, ¿qué suele escuchar Nikolai Lugansky en su tiempo libre?

Escucho música muy diversa. Lo que menos, la música popular. Antes escuchaba muy poca música para piano, aunque ahora lo hago con gran gusto. El último disco que escuché fue la grabación de Arkadi Volodos de Johannes Brahms, y me encanta. Y también un disco de la música de Federico Mompou, fantástico compositor catalán.

Hace poco descubrí a W. Williams y el disco de sus sinfonías viaja ahora conmigo. La música inglesa fue para mi uno de los mayores descubrimientos de los últimos años. También me encanta Anton Bruckner, Jean Sibelius… Es como preguntar lo que le gusta a uno en la vida. La música es inabarcable, como la vida. Puede dar placer dar un paseo acompañado o estar solo, dependiendo del momento.

En cuanto a la música pop, me gusta Whitney Houston, Joe Dassin – durante la época soviética todos lo escuchaban-, Celine Dion.

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Las giras por todo el mundo, una agenta rígida y apretada… ¿Como sobrelleva este tipo de vida?

Si se lee las memorias de Franz Liszt o Nicolo Paganini, ¿como sobrellevaban ellos las giras en el siglo XIX…? Liszt por ejemplo gozaba de una salud fenomenal y un gran aguante, a lo que hay que añadir sus ansias de vivir, su curiosidad. Probablemente fue eso lo que le permitió sobrellevar la dureza de ese tipo de vida. Viajar a día de hoy… Sí, pasan cosas como la anécdota que relaté antes sobre el colapso en el aeropuerto de Londres. O por ejemplo la necesidad de hacer el check-in, lo que aborrezco, y por cierto no hice aún para mi vuelo de esta mañana. Por ejemplo, viajando recientemente de París a Londres me dijeron que había overbooking y que no podría viajar. ¡Y el concierto era esa misma tarde en el Wigmore Hall! Me dieron una tarjeta de embarque sin asiento asignado, facturé las maletas y  tuve que esperar por si alguien fallaba. “Es lo habitual, siempre vendemos varios billetes de más, es lo normal. Pero ahora llegaron todos los pasajeros, no hay asientos y usted no puede volar”, me dijeron. ¿Y que hacer? Tenía el concierto esa tarde. Y el siguiente vuelo también iba lleno. Así que debido a la mala organización del aeropuerto de París me quedé de pié esperando. 15 minutos antes del despegue vino corriendo una persona, después otra… Y 8 minutos antes del despegue faltó un pasajero, por lo que conseguí embarcar.

Pero le recomiendo leer a Chejov, Un viaje a Sajalín. Entonces las condiciones de los viajes eran bastante diferentes. Ese viaje le acortó la vida considerablemente, pero es interesante leer como viajó en diferentes carromatos hacia el Este, como iban cambiando las condiciones…

Háblenossobre sus próximos  planes y proyectos.

Tengo muchos planes para los próximos dos años. En cuanto a grabaciones, las últimas que hice fueron obras de Franz Schubert, el Concierto de Frederic Chopin, las Estaciones del año y la Gran sonata de Piotr Tchaikovsky. Estoy con un nuevo sello discográfico porque Naive dejó de sacar discos y ahora me piden nuevas grabaciones – todos los Preludios de Rachmaninov. Además de eso, festivales de verano en Verbie, en los Estados Unidos;  y durante la temporada, como es habitual, muchos conciertos. Cada temporada toco varias veces en Moscú, en San Petersburgo, en París, Londres, Berlín. El año que viene también iré a Brasil.

¿Planea Usted volver a España en el futuro próximo? Sus conciertos son siempre una fiesta para el público español.

Dentro de un año tengo planeado dar varios conciertos con la orquesta de San Sebastián (ya he comentado que me encanta esa ciudad) y un concierto en Galicia, en Vigo. Eso es lo más próximo en España. Me he llevado una muy grata impresión de Asturias y espero volver aquí dentro de dos o tres años.

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