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Obituario: El adiós a José Vázquez, por Leonardo Luckert

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Autor: Codalario
7 de marzo de 2021

   «Somos solo una pequeña parte de la vida de los instrumentos. Tenemos la obligación de cuidarlos para los que están por venir…» [José Vázquez. Entrevista realizada por los alumnos del Aula de Viola da Gamba del C.P.M. «Cristóbal de Morales» de Sevilla, 2013].

   Cuando lo escuché en vivo por primera vez, supe que estaba escuchando a un poseedor de verdades musicales. Esas verdades que solo dicen los que pueden. Esta música debe ser como la está haciendo él en este momento, pensé. Fue en Sevilla, allá por el 2013, en un memorable concierto del Festival de Música Antigua, cuando José Vázquez y Lucia Krommer hicieron sonar dos violas originales cargadas de historia y de verdades. Algunos años antes de aquel concierto, tuve muchas oportunidades de conocerlo y de recibir sus sabios consejos, pude tocar algunas de sus violas e incluso me dejó llevarme alguna a mi casa. Pero aquella vez en Sevilla fue diferente. Gracias al temple y la serenidad que nos va dando el tiempo, empecé a entender el mensaje que José llevaba siempre a cuestas; el mensaje de un trozo vivo de la historia que hace mover los hilos de los sonidos, el de la perfecta conjunción entre sabiduría y medios, el del arte que se niega a morir, el único mensaje que da sentido a la idea del eterno retorno. Después de aquel concierto, José no pudo desplegar parte de su portentosa colección en la ciudad, ni tampoco pudo culminar el curso que tenía programado. Fue así que transformé mi aula en la suya, mis horarios en los suyos y mis alumnos en sus seguidores. Año tras año, equipado de instrumentos, kilos de partituras y mucha energía, José llegaba a Sevilla para las Jornadas de Viola da Gamba que ideamos. No dejaba nada sin atar. Traía todas las particellas organizadas, arcos originales para cada instrumento, resinas, metrónomos y, lo que era más importante, traía en la cabeza qué hacer con un tiempo finito. Fiel a sí mismo, no dudaba en repetir sus lecciones hasta que sus seguidores, de todas las edades, entendían el mensaje que llevaba a cuestas. Una de aquellas tardes, en el patio Albéniz del Conservatorio «Cristóbal de Morales», sonó el «Lamentabatur Jacob»de Cristóbal de Morales con un consort de violas da gamba originales.

   Era tal vez un lamento premonitorio, una invocación a la eternidad, un acercamiento a aquel mensaje del arte que se niega a morir. Cada febrero esperábamos ansiosamente una nueva sorpresa en forma de viola da gamba. ¡Qué placer contemplar ese eterno retorno! Su visión como coleccionista era única. Sus cerca de trescientos instrumentos originales presentes en la colección de la Fundación Orpheon, eran para ser tocados, decía, no para ser expuestos. Así pues, él no dudaba en traernos varias de sus joyas en cada encuentro, nos dejaba tocarlas y nos deleitaba con sus sonidos en unos recitales que organizaba con antelación, para mostrar el repertorio más exquisito. Nos habituamos entonces a tener enfrente a una parte de la historia, al poseedor de una sabiduría de pioneros de la viola da gamba y de la colección de instrumentos originales más importante del mundo… pero sobre todo, nos habituamos a recibir de José todo lo que daba una y otra vez sin esperar nada a cambio. Era un maestro como pocos, un filántropo de los de verdad, de los que además de entregar, aseguran el crecimiento de los otros. Su labor como pedagogo así lo demuestra, su paso por la Universidad de Viena como profesor durante treinta años y sus incontables cursos por todo el mundo dejaron una huella indiscutible en todos aquellos que le siguieron. Su colección estuvo siempre abierta y sus instrumentos sonaron siempre en las manos de músicos de todas las edades y países. Ya lo he dicho, estábamos habituados...

   ¿Y qué hacemos ahora? Nos hemos quedado un poco huérfanos, José. Solo nos queda esperar y esperar el eterno retorno, tu eterno retorno, el de tus historias, tu sabiduría y tu humanidad. Los que quedamos, solo formamos parte de una pequeña parte de lo que fue tu vida, tenemos la obligación de cuidar tu legado para los otros que están por venir. Te echaré mucho de menos, maestro. Te echaremos mucho de menos, maestro. Tus violas da gamba y el mundo de la música te echarán mucho de menos, maestro.

Leonardo Luckert.
Profesor de viola da gamba
Conservatorio «Cristóbal de Morales» de Sevilla.

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