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Crítica: La Orquesta Sinfónica de Londres en el ciclo de Ibermúsica, bajo la dirección de Gianandrea Noseda

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Autor: Raúl Chamorro Mena
16 de septiembre de 2016

BATUTA POR DEBAJO DE LA ORQUESTA

  Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 13 y 14/IX/2016, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Obras de Wagner, Debussy, Shostakovich, Verdi, Haydn y Rachmaninoff. London Symphony Orchestra. Philip Cobb, trompeta. Director: Gianandrea Noseda.

   Una temporada más, el ejemplar ciclo Ibermúsica enriquece la vida musical de la capital con las mejores orquestas, batutas y solistas del mundo. En esta ocasión, la centenaria London Symphony Orchestra con uno de sus dos principales directores invitados, Gianandrea Noseda, al frente. Agrupación y batuta ofrecieron en estos dos conciertos un amplio repertorio, desde el clasicismo de Haydn al postromanticismo de Rachmaninoff y el intento del siempre personal Shostakovich de congraciarse con el establishment soviético que constituye su Quinta sinfonía, pasando por el impresionismo de Debussy y los dos pilares de la ópera romántica decomonónica, Verdi y Wagner. No debe extrañar la presencia de estos últimos dada la afinidad de Noseda con el teatro lírico, inherente a su condición de italiano y su vez, director musical titular desde 2007 del Teatro Regio de Torino.

   Como pórtico del concierto del día 13 pudo escucharse una interpretación expeditiva y borrosa de la magnífica obertura de Die meistersinger von Nürnberg, única ópera cómica de Richard Wagner, con un sonido más vigoroso y denso que refinado y en el que la importante parte de las maderas quedó muy lejos de la transparencia y exactitud deseada. A continuación, Noseda ofreció una decepcionante interpretación por embarullada, desordenada y plana, de El mar de Debussy, en la que se echaron en falta los primorosos coloridos y tímbricas orquestales que fundamentan la obra y que una orquesta como la London Symphony es perfectamente capaz de ofrecer. Mejor resultó en la segunda parte la intepretación de la Quinta sinfonía del genial Dimitri Shostakovich en la que, al menos, pudo apreciarse una labor enérgica y tensionada con algunos contrastes y una estupenda labor de la orquesta, especialmente la cuerda - fabulosa en el impresionante tercer movimiento- y metales.

   Con Les vêpres siciliennes, Giuseppe Verdi tuvo que aquietarse a las exigencias de la Ópera de Paris y particularmente del movimiento Grand Opera, entre ellas, la exigencia de una orquestación más elaborada y brillante, toda vez que la Opera parisina contaba en esa época con una orquesta superior a la de cualquiera de los teatros italianos más punteros. Fruto de ello, el Maestro consigue una de sus oberturas más destacadas y que ha conseguido traspasar el ámbito del teatro (igualmente la de La forza del destino), su lugar originario y figurar con cierta asiduidad en las programaciones de las salas de conciertos. La interpretación de Noseda fue rígida en la articulación y falta de claridad en las texturas, pero tuvo nervio y fuerza teatral. El concierto para trompeta de Haydn encontró en Philip Cobb un solista que ofreció un sonido de calidad, brillante y potente, pero mostró ciertas inseguridades, especialmente en la cadencia del primer movimiento y en sus intentos para recoger ese sonido poderoso y adecuarlo al estilo del compositor y su época.

   Acompañamiento vivaz y rápido de Noseda, aunque falto de transparencia y refinamiento. Seguramente, la London Symphony conserve una tradición por la música de Rachmaninoff procedente de la titularidad de muchos años de André Previn -director emérito de la orquesta-, gran defensor de la obra del músico ruso. Desde luego, la agrupación alcanzó un gran nivel en la Segunda sinfonía que cerró el programa del día 14 con una gran actuación del clarinete, seguridad en los metales y empaste de la cuerda, aunque se echaron de menos en la batuta –siempre tensa y apremiante- una mayor capacidad de construcción y organización, de sugestión, de matices.  

   En defintiva, una magnífica orquesta cuyas calidades se situaron claramente por encima de un director competente, pero sin fantasía; resuelto, ágil, enérgico, con afinidad por los tempi rápidos y el aparato sonoro, pero de gestos poco elegantes y tan ayuno de poso, reflexión y verdadera inspiración, como avaro en matices y sutilidades.  

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