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Crítica: 'Otello'cierra la temporada lírica en Bilbao

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Autor: Javier del Olivo
19 de mayo de 2015

UN PASO MÁS EN EL TUTTO VERDI

Por Javier del Olivo
Bilbao. 16/05/2015. Palacio Euskalduna. G. Verdi: Otello. Marco Berti (Otello), Lianna Haroutounian (Desdemona), Juan Jesús Rodríguez (Jago), Jon Plazaola (Cassio), Vicenç Esteve (Roderigo), Iosu Yeregui (Lodovico), Mª José Suárez (Emilia). Orquesta Sinfónica de Bilbao. Coro de Ópera de Bilbao. Dirección musical: Riccardo Frizza. Dirección de escena: Ignacio García.

   Se cerraba el pasado sábado, 16 de mayo, la 63 temporada  de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) con una de las obras cumbres del repertorio operístico: Otello de Giuseppe Verdi.  Poco más se puede decir de esta obra maestra que lo ya expuesto por Yolanda Quincoces hace unos días en esta revista en su excelente artículo sobre la obra. Sólo recalcar las exigentes prestaciones vocales con las que Verdi dibujó los tres roles principales de la ópera y que requieren unos protagonistas que estén al máximo de sus posibilidades.

   Otello es uno de los papeles más difíciles para tenor de los escritos por Verdi. Su entrada en el primer acto, que comienza con el famoso Esultate!, ya es un tour de force en el que el cantante  lo tiene que dar todo desde el primer momento. Marco Berti, el protagonista de este Otello bilbaíno, salió baste bien de este primer envite. Berti posee una voz de una potencia indudable, con una proyección a prueba de teatros incómodos. Sube al agudo (de los que su papel está bien servido) con valentía y arrojo y, aunque la nota de paso suena siempre un poco estrangulada, las notas más altas son brillantes. No resuelve con tanta soltura las partes líricas (que también son necesarias en su papel de enamorado celoso) y su intervención el dúo del primer acto fue francamente decepcionante. Poco a poco fue mejorando y aunque nunca pudo matizar con el lirismo exigido, sí que fue entonando más su caracterización. Simplemente correcto como actor, su trabajo fue reconocido por el público, pero es indudable que dista de ser un Otello de referencia.

   Para hacer frente al vendaval musical que creó para el impetuoso Otello, Verdi compuso un encaje de bellas melodías para su esposa, Desdémona. Es comos si el Maestro quisiera contraponer la irracionalidad de los sentimientos del Moro a la delicadeza y candidez, pero también pasión, de su enamorada. La soprano armenia Lianna Haroutounian no decepcionó es su caracterización de Desdémona. Suyos fueron los momentos más brillantes, junto al Jago de Juan Jesús Rodríguez, de la representación. Aunque en todas sus intervenciones lució una voz de timbre bello, perfectamente modulada y con un adecuado fiato, fue en el cuarto acto donde brilló con más claridad. Apoyada en una dirección y una orquesta (enhorabuena al solista de corno inglés) que la mimaron, nos regaló el momento más emocionante de la representación con la bellísima escena de  la canción del sauce, que acaba con el no menos bello Ave María.

   Ya hemos podido disfrutar más veces del buen hacer vocal de Juan Jesús Rodríguez pero esta vez, además  de un excelente trabajo como cantante, hay que destacar su adecuada caraterización de Jago. Supo darle a su personaje esa maldad retorcida y vengativa que se trasluce en los versos de Boito, pero también una altanería y una frialdad que le van muy bien a su personaje. Vocalmente hay que destacar su perfecta adaptación a las exigencias, nada fáciles, del vengativo alférez. Matizó donde hacía falta y nos regaló un “Credo” que estuvo entre lo mejor de la noche. No le fue fácil luchar, como tantas veces hemos comentado, con las inclemencias del Euskalduna que hicieron que no se dejara oír con nitidez su bien timbrada voz en puntuales ocasiones, pero siempre mostró un legato y una dicción auténticamente verdianas. Para él, junto con Haroutounian, fueron los mayores aplausos de la noche.

   Poco hay que destacar en el resto de cantantes intervinientes. Si acaso algún momento más brillante de Jon Plazaola como Cassio y la adecuada prestación, tanto dramático como vocal, de María José Suárez en en el cuarto acto. Vicenç Esteve como Roderigo, Iosu Yeregui como Lodovico, Federico Sacchi como Montoro y David Aguayo como un heraldo, cumplieron, sin más, con sus papeles.

   Verdi dio mucha importancia al coro en Otello. Desde el principio se involucra en la tragedia y su intervención en la escena de la tormenta que abre la ópera es fundamental. No decepcionó el Coro de Ópera de Bilbao, que dirige Boris Dujin, y estuvo siempre a la altura de las dificultades que la partitura le plantea, desde el delicado lirismo de la escena con Desdémona en el palacio (bien también ahí la Leioa Kantika Korala) hasta el dramatismo del tercer acto donde presencian la humillación de mujer de Otello, pasando por la ya mencionada escena que abre la obra.

   Riccardo Frizza es un buen concertador que estuvo siempre pendiente del foso y el escenario. Si bien ralentizó en algunos momentos la acción también supo darle el empuje necesario en los momentos más heroicos. Destacando todo el tratamiento orquestal del cuarto acto donde estuvo muy acertado. Pero faltó en su dirección esa garra, esa fuerza, esa maestría para dibujar todos los matices que tiene tan excelsa partitura. Tampoco la Orquesta Sinfónica de Bilbao rindió al nivel que la obra demanda, y aunque hay que destacar el encomiable trabajo de los vientos (y del ya mencionado solista de corno) y cumplió, en general, sin dificultad, no brilló a la altura de otras ocasiones.

   Se estrenaba una nueva producción para ABAO que firma Ignacio García. Su propuesta, que se mueve siempre en los cánones clásicos de teatralidad, se puede calificar de adecuada pero sin emocionar. Basada en una escenografía de Gabriele Moreschi que sitúa la acción en momentos intemporales, aunque pasados (los decorados del palacio o la cama del asesinato de Desdémona pueden recordar al siglo XVIII, mientras el arco metálico que aparece en el primer acto nos lleva a la época industrial) y en un atractivo y suntuoso, pero no sé si muy práctico para escena, vestuario de Lorenzo Caprile (que nos sitúa más en el final del s. XV que indica el libreto, pero con un toque de cuento de hadas), hay que destacar aciertos teatrales como la resolución (con la excelente iluminación de Bogumil Palewicz) de la escena del credo de Jago, el acoso que sufre Desdémona por parte de Otello en el tercer acto o todo el acto final. Pero también hay momentos de gran fuerza teatral que pasan desapercibidos  como la escena “dionisiaca” del primer acto que careció de atractivo y  no reflejo la sensualidad que la música sí impulsa. Un trabajo, en fin, muy correcto, pero al que le falta un punto para, como decíamos, emocionar.

   Un paso más, este Otello, en el objetivo del Tutto Verdi, el proyecto que pondrá sobre el escenario todas las óperas del gran Verdi. La próxima temporada: Don Carlos, al que acompañará también el Requiem.

Fotografías: E. Moreno Esquibel

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