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Pablo Ferrández y Pinchas Zukerman, protagonistas en la temporada de la Sinfónica de Castilla y León. Un reportaje de Agustín Achúcarro

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Autor: Agustín Achúcarro
21 de octubre de 2016

Pablo Ferrández y Pinchas Zukerman, protagonistas en la temporada de la Sinfónica de Castilla y León

   Un reportaje de Agustín Achúcarro
“Llevo interpretando el Concierto para violonchelo nº 1 de Haydn años, por lo que cada vez que lo preparo no empiezo desde cero, obviamente, sino que busco cosas diferentes con las que sorprenderme a mí mismo y con las que intentar hacer música de cámara con la orquesta”.  “Hay muchas cosas con las que puedes interaccionar con la orquesta y para mí es algo muy importante, máxime cuando encuentras una que reacciona, que te sugiere una cosa, para que tú a su vez reacciones, lo cual hace que el concierto sea mucho más divertido”. Ésta es la carta de presentación del violonchelista Pablo Ferrández ante la que será su primera actuación con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dentro del segundo programa de la temporada de la OSCyL, los días 21 y 22, en el Auditorio de Valladolid. Dirigirá el concierto, en el que también figuran la obertura de Las bodas de Fígaro y la Sinfonía nº 1 de Brahms, Pinchas Zukerman, ante la cancelación del inicialmente previsto Jukka-Pekka Saraste, quien según nota facilitada por el propio Auditorio no estará en este concierto por motivos personales.

   Al plantearse la forma de acometer la obra de Haydn Pablo Ferrández tiene en cuenta todas las perspectivas posibles. “Ahora se intenta tocar buscando cómo se hacía antes, lo que no significa lo que piensa mucha gente sobre el hecho de que ante cierto estilo no debes hacer vibrar ninguna nota y si tienes que tocar romántico vibras todas, y para mí no es lo uno ni lo otro, hay cosas técnicas que definen el estilo, cómo coges el arco o articulas, pero porque aprietes dos notas no tocas de manera romántica”. “Lógicamente -añade el chelista- tengo una idea de cómo se tocaba antes, tengo mucha información, pero lo que intento sacar cuando toco este tipo de música va en la dirección de un concepto de música popular, muy relajado, entendiendo la estructura de la obra, sabiendo que los adornos son los adornos, incluso muchas veces hago yo mismo mis propios adornos y mis propias cadencias”. Con estos planteamientos trata de conseguir buscar algo en lo que él se vea reflejado, en base a un estudio de la partitura que le hace concluir que no toca copiando a nadie. Formas de pensar del chelista que tienen una relevancia muy particular en  la obra que va a interpretar.

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   “El Concierto para violonchelo nº1 de Haydn es uno de mis favoritos, me parece positivo, tiene muchísimo sentido del humor, propio del compositor, y lo entiendo como una fiesta con amigos, que son la orquesta, que te sugiere un tema y tú improvisando lo haces más complicado, más trágico o más alegre”. Algo que puede darse en esta ocasión, en base a lo que el chelista ha percibido en los ensayos. “He notado que la orquesta estaba conmigo, por lo que creo que lo vamos a pasar muy bien, además no había tocado con Zukerman, al que admiro mucho y tengo muchas grabaciones suyas al violín, por lo que me apetece mucho que me dirija”, concluye sobre este tema Ferrández, no sin antes apuntar lo siguiente: “lo esencial es poder comunicar algo a la gente, que salga del concierto habiendo sentido algo nuevo”.

   El intérprete no es ajeno a esa relación tan especial que mantienen los músicos con el instrumento. “Toco un Stradivarius Lord Aylesford de 1696, perteneciente a la Nippon Music Foundation, y es un chelo muy especial, una pasada, una maravilla, de hecho creo que es el mejor chelo que he tocado, y he tenido varios Stradivarius, pues su sonido es muy redondo y muy regular; hay unos que suenan mejor en el registro agudo, otros en el grave, y éste posee todo, tiene mucha personalidad, por lo que hay que adaptarse a él”. Estas características que Ferrández atribuye a su violonchelo las ha notado de manera muy especial cuando vuelve a ensayar obras que ha tocado hace tiempo con otros violonchelos: “Pues me veo obligado a cambiar muchas cosas, de hecho dentro de poco tengo que interpretar una obra de Schumann y me estoy volviendo loco para encontrar el sonido que quiero, ya que si no tocas como este Stradivarius quiere, suena como un chelo normal”. Ferrández hace una observación más en relación a los Stradivarius posteriores y al suyo. “A partir de 1710 les gusta que se les toque ligero, muy abierto, pues si no se ahoga el sonido, mientras que el mío requiere un poco lo contrario, entrar en la cuerda para encontrar cómo le gusta sonar”.

   El violonchelista está viviendo una etapa profesional de despegue en el mundo de la música, por lo que este 2016-2017 lo considera un año muy bueno, en el que tiene firmados casi 60 conciertos. “El año pasado tuve entre 30 y 40 y éste es el primero que tengo tantísimos, algo que me encanta, pues se incluyen proyectos increíbles, como el de la semana pasada, que debuté en la Filarmónica de Berlín, toco siete veces con Eschenbach en Francfurt, en Madrid junto a la ONE, en Zurich, volveré a Madrid con el Doble concierto de Brahms con Anne-Sophie Mutter y la Filarmónica de Londres dirigidos por Jurowski, actuaré con Metha en Florencia, iré a Australia por primera vez…, es un año muy emocionante para mí y toco muchas cosas que me hacen mucha ilusión”, explica entusiasmado.

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   Ferrández no teme a la rutina, pues está convencido de que cada día, cada concierto es diferente. “Hay jornadas que desde que te levantas no notas nada, estás tranquilo, casi te olvidas de que tienes concierto, mientras que otras sientes algo en el estómago, pero esto es parte de la profesión y tienes que aprender a conocerte”. Antes de los conciertos en su vestuario no faltan plátanos, chocolate y café, y durante la actuación es de los que nota al público y le gusta que exista conexión con ellos. “No busco el tocar e ir a lo mío, pues lo hago para la gente”, asevera sin dudarlo. Y cuando acaba su actuación esté satisfecho o no, Ferrández tiene claro lo que tiende a suceder. “El público no suele percibirlo igual que el intérprete, por lo que a veces me han dicho que he estado muy inspirado aunque yo no lo sienta así, lo que me hace pensar que es importante relativizar todo un poco, conocerse bien y aprender en cada concierto”, reflexiona.

   Aunque parezca que no le queda mucho espacio para su vida privada el chelista es de los que se aplica la máxima de que si uno se organiza bien hay tiempo para todo. “Me gusta mucho estar con los amigos, es uno de los motivos por los que me acabo de trasladar a vivir a Berlín, ciudad en la que también vive mi hermana, y hago deporte, algo que suelo realizar en los hoteles antes de cenar, pues así luego como con más ganas”. Una afirmación, que sin obsesionarle, la relaciona con la salud. “No puedo pasarme todo el día sentado y tocando, pues el actuar como solista es mucho más físico que el hacerlo dentro de una orquesta o en música de cámara, porque tienes que proyectar más el sonido, en salas por lo general grandes, lo que hace necesario cuidar lo físico, comer bien, beber mucho agua y dormir bien, claro”. Aún le queda a Pablo Ferrández por desvelar una afición: “Soy adicto a las series, lo que me viene muy bien en los viajes, y acabo de terminar de ver Narcos, que es buenísima”.

Foto: Kirill Bashkirov

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