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Crítica: Pablo González dirige obras de Juan Cruz-Guevara y Prokofiev con la Orquesta y Coro de RTVE

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Autor: Óscar del Saz
22 de octubre de 2019

Un Iván no tan terrible

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 18-X-2019. Teatro Monumental. Obras de Juan Cruz-Guevara y Serguei Prokofiev (1891-1953), Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. Miguel Borrego (violín). Jorge Moreno, narrador e Iván IV; Rachael Wilson (mezzosoprano), Ivo Stanchev (barítono). Lorenzo Ramos, director del Coro de RTVE. Pablo González, director.

   Pocas obras musicales que no sean una ópera pueden aportar tanta atracción dramática para el espectador, y ser tan sugerentes por sí mismas -incluso aunque la música sea separada de la película de Eisenstein-, como Iván, El Terrible, de Prokofiev. Obviamente, la sinergia entre ambos artistas dio como resultante una obra maestra, que es capaz de emocionarnos aun en la versión acortada -en forma de cantata- con actor/narrador, ya que orquestación, solistas y coro son capaces de introducirnos en la vida del controvertido zar Ivan Vasilevich, Iván IV, quien gobernó entre 1533 y 1584 -uno de los reinados más prolongados de la historia de Rusia-, y que transcurrió entre la reverencia por parte de sus súbditos, intrigas familiares y políticas y -como consecuencia- la aplicación del terror como forma de gobierno, así como el áspero enfrentamiento del zar con la Iglesia Rusa, que no quería prescindir de sus privilegios feudales. El cineasta contó con la aprobación de Stalin, admirador de la figura de Iván IV, si bien el proyecto completo, de dos películas más, fue adquiriendo fuertes matices políticos, y la segunda y tercera entregas fueron prohibidas.

   La mezzosoprano Rachael Wilson se desdobló de forma muy adecuada en las partes de Mar océano -en conjunción con el coro de mujeres como «cautivas de un oscuro enemigo», a la manera de las plegarias de la religiosidad rusa-, y en La canción del castor (Canción de cuna de Efrosinia): en ambascon estupendas y bellas prestaciones vocales de verdadera mezzo -con tintes de contralto-, sugerente expresividady subrayados de intención actoral que marcó muy apropiadamente en su semblante. El barítono Ivo Stanchev -a nosotros nos gusta más un bajo para esta parte- cumplió sin más vocalmente en su corta intervención de la Canción de Fiodor Basmanov y los oprichnik (la asesina policía política que eliminó a miles de súbditos y culpable de que el zar tuviera el sobrenombre de «El Terrible»), si bien tuvo el detalle escénico de marcar los movimientos y los ademanes para interactuar con los oprichnik (representados por el coro).  


   Las partes más épicas del relato, obviamente, estuvieron encomendadas a la parte de los solos orquestales y a las intervenciones del coro. Ambas fueron muy bien atendidas por la dirección de Pablo González, que supo mantener un alto nivel de desarrollo y ritmo «cinematográfico» para hacer entendible la historia, sin resuello en la tensión, así como aplicó altas dosis de dramatismo, ampulosidad o folclorismo cuando procedió,haciendo muy transparente la orquestación ideada por Prokofiev, y aportó el mordiente necesario tanto de apoyo a los personajes como de las situaciones, no cayendo nunca en el exceso. Nos gustaron mucho las demandas que González hizo a las secciones de percusión y de metales, así como su recreación de la Danza de los oprichnik.

   En cuanto a las partes corales -Lorenzo Ramos ya como director-, en general fueron ejecutadas de forma solvente -pudimos contar aproximadamente unos 80 cantantes, muchos de ellos refuerzos contratados para la ocasión-, y permitieron el lucimiento incluso por cuerdas -que también cantan a capella, o incluso a bocca chiusa-. Así fue, sobre todo, en tenores y sopranos, bien entonados -salvo alguna entrada desnuda destemplada (calante) de sopranos- y metidos en su papel, con una muy buena dicción e intención sobre lo que estaban cantando. Nos gustaron bastante menos las cuerdas de mezzos y bajos, en las cuales creemos que faltan efectivos o «conciencia de cuerda». Ello se notó bastante,por su falta de presencia sonora y por la merma de sus soportes armónicos correspondientes en los tutti corales y en los forte,extremos éstos imperdonables en el repertorio ruso.

   Este Iván, El Terrible hizo aguas por el lado del actor y dramaturgo Jorge Moreno, que además de narrador se encargó de dar vida al zar. Creemos que ambos cometidos los realizó con muchas carencias y ningún mimbre escénico. En el plano de encarnar la figura del zar, le faltó profundidad y capacidad dramática puestas al servicio de un personaje que bascula muy dinámicamente entre el delirio, la depresión y la más absoluta exaltación. Nada de eso se vio en su personaje. También queremos resaltar la escasa calidad de su amplificación, con demasiada reverberación en la sala. Un Iván no tan TERRIBLE, a nuestro parecer.


   En la primera parte, pudimos degustar la obra de Juan Cruz-Guevara (Macael, Almería, 1972), Pictograma, una suerte de concierto para violín y orquesta, que constituyó -el día anterior, con presencia de la Reina Sofía- el estreno absoluto como obra ganadora del XXXVI Premio Reina Sofía de Composición Musical (en colaboración con la fundación de Música Ferrer-Salat), dotado con 35.000 euros. Una composición, según su autor, que nace de la descripción, mediante concreciones y pinceladas sonoras, de la vida en la que nos desenvolvemos. «Caos», «sosiego activo» y «ansiedad» parecen ser los signos o «dibujos» sonoros que traza la nutrida orquesta para expresar, respectivamente, cada una de las secciones de que consta la obra, utilizando el violín -o símbolo de la insignificancia-,quizá como la representación de nosotros mismos.

   Siguiendo con la analogía, y dentro de todo ese gran entorno sonoro (con profusión de innumerables instrumentos de percusión y la sección de metales al completo), nuestras acciones-a escala sonora mucho más pequeña- se representan con variedad de ejercitaciones de las posibilidades sonoras del instrumento solista. De esta forma, la estructura formal de la obra y el hilo conductor nos parecieron planteamientos interesantes. En cuanto a la ejecución por parte del concertino de la ORTVE, Miguel Borrego, resultó altamente virtuosística, ya que la partitura no ahorra en rápidas digitaciones que dan lugar a escalas arpegiadas, raudos glisandi, pizzicati, tremoli y sforzandi que resultaron muy efectistas y colocados en su sitio, sobre todo los que sonaron en el registro más agudo del instrumento. También destacamos la destreza del solista para recrear con propiedad las dinámicas que remarcaron adecuadamente los flujos sonoros de tensión-distensión que esta obra demanda. En la dirección, González permaneció muy pendiente de cada réplica, administrando todasellas de forma muy conjuntada.

Foto: Orquesta y Coro de RTVE

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