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Critica: Tríos de Schumann. Faust, Melnikov y Queyras en el Palau

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Autor: Esteban Rey
14 de noviembre de 2014
Foto: Isabelle Faust


SCHUMANN 3 X3

Por Esteban Rey
06/11/14. Barcelona. Palau de la Música. Obras de Robert Schumann: Trío para piano nº 1, op. 63. Trío nº 2, op. 80. Trío nº 3, op. 110. Isabelle Faust, violín. Jean-Guihen Queyras, violonchelo. Alexander Melnikov, piano.

   La música de cámara requiere una comunicación y comprensión entre los músicos mucho mayor que la música sinfónica. En ella no hay lugar para despistes pero tampoco para egos, y la unión de tres grandes solistas para abordar repertorio de cámara no es siempre buena idea. No fue el caso de Isabelle Faust, Jean-Guihen Queyras y Alexander Melniakov. Bastaba fijarse en sus miradas, en sus sonrisas de complicidad, para darse cuenta de cuanto disfrutan haciendo música juntos y eso, a pesar de algunos detalles que se mencionarán más adelante, se reflejó en el resultado.  


   A parte de los intérpretes, otro punto de interés del concierto era la ocasión que suponía para escuchar la integral de tríos de Robert Schumann. Las tres obras que el compositor realizara para esta formación se interpretaron en orden cronológico, el último de ellos ocupando toda la segunda parte. Los tres músicos hicieron gala de un nivel técnico ejemplar aunque, si bien es cierto que en todo momento hubo una gran compenetración, ciertos desequilibrios entre el fraseo del violín y el del violoncelo desvirtuaron ligeramente el resultado. El vibrato de Faust, casi siempre empezando en el mismo ataque de la nota, es rápido y amplio, muy nervioso. Aportaba una cierta sensación de inestabilidad a la melodía que contrastaba con el fraseo tierno y mucho mas flexible de Queyras. Además, el brillo del sonido del instrumento de Faust no siempre encajaba con la calidez mate del violoncelo de Queyras. A pesar de que los volúmenes del violín y del violoncelo estaban muy bien equilibrados, esta diferencia tímbrica favorecía al violín, cuyo sonido era percibido demasiado en primer plano. La compenetración exigida por la música de cámara no se limita a los intérpretes, también se extiende a los propios instrumentos, los cuales deberían ser escogidos pensando en el sonido colectivo. 

   Estos detalles fueron menos perceptibles en la interpretación del tercer trio, cuya intensidad y densidad atrapa inevitablemente la atención del oyente, más aun en una versión como la que oímos en el Palau. El vibrato de Faust, ahora si, se integraba perfectamente en el torbellino sonoro de este trío de carácter mas angustiado que los predecesores. El sonido denso de Queyras era una pura delicia. A su lado, siempre atento a sus compañeros, Melniakov demostró que es uno de los mejores pianistas de cámara del momento, ofreciendo un inmejorable cojín sonoro a sus colegas con su fraseo fluido y su habilidad en el matiz.

   De propina, como no, más Schumann: la primera de las piezas de fantasía para trío op. 88, para finalizar una velada de altísimo nivel.  

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