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[C]rítica: Ramón Tebar dirige «Das lied von der erde» de Mahler en Valencia con Gregory Kunde y Zandra McMaster

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Autor: José Amador Morales
15 de febrero de 2019

Mahler apocado

Por José Amador Morales
Valencia. Palacio de la Música. 8-II-2019. Gustav Mahler: Adagio de la sinfonía nº 10 en fa sostenido mayor;  Das Lied von der Erde. Gregory Kunde, tenor. Zandra McMaster, contralto. Orquesta de Valencia. Ramón Tebar, director musical.

   «La profunda gama sensitiva que alberga La canción de la Tierra puede hacernos perder de vista las abundantes dosis de cerebralidad con que Mahler ha escrito su obra: el control del material sonoro al que Mahler había accedido en la etapa última de su carrera es tan formidable que da impresión de espontánea sencillez lo que es veraz tarea de alquimista. Tras la pirueta técnica de la Sinfonía de los Mil escrita en verano, Das lied von der Erde muestra un dominio de recursos aún mayor (aunque los medios sean numéricamente inferiores) que en la obra precedente…».

   Sirvan estas palabras del eminente mahleriano que fuera José Luis Pérez de Arteaga para situarnos en la envergadura del reto que asumía la Orquesta de Valencia a la hora de programar esta singular «sinfonía para tenor y contralto» que Gustav Mahler reusó numerar por mera superstición ante la llamada maldición de las novenas sinfonías. El conjunto valenciano ofreció una lectura aceptable de la obra del compositor austríaco, mostrando un sonido ajustado hasta cierto punto pero romo y alejado de la impresionante paleta de colores que despliega Mahler en esta partitura, en donde sólo destacaron algunos solistas (oboe y flauta particularmente). Con estos medios, Ramón Tebar hizo un trabajo plausible priorizando la organización del gigantesco material sonoro así como a la hora de imponer un tempo, articulación y sonido básico, evitando riesgos innecesarios. No obstante, ello le llevó a ofrecer una versión más heterogénea de la obra, esto es, en la línea de un ciclo de lieder más que de una sinfonía con progresión dramática propia; esto último sólo fue percetible, en parte aunque de forma aislada, en el Der Abschied conclusivo.


   Tanto Gregory Kunde como Zandra McMaster lograron actuaciones convincentes desde el punto de vista idiomático y del estilo pero ambos presentan un registro central y sobre todo grave insuficiente, bien que por motivos diversos en cada caso. El tenor americano, que participaba en este concierto entre sendas producciones del Otello verdiano en el Auditorio Baluarte de Pamplona y el Gran Teatro de Córdoba, lució su fácil agudo, aún con un estimable squillo, y un estimable fraseo, destacando en los fragmentos más puramente «báquicos» y exultantes de Das Trinklied y Der Trunkene im Frühling aunque tuvo problemas para hacerse escuchar en los pasajes más cercanos al recitativo y declamación en donde su centro-grave, ensanchado con los años, acusa ahora una evidente falta de apoyo (también es cierto que Tebar no tuvo mucha piedad del cantante en este sentido, echándole la orquesta encima en más de una ocasión). Esa falta de graves resultó más decisiva en el caso de la veterana contralto irlandesa pues puso de manifiesto un fraseo monótono y de poco calado expresivo.

   Previo a todo ello, un Adagio de la inconclusa Sinfonía nº10, también de Mahler, había sido interpretado como introducción a la velada, servido aquí con un tono más lírico y amable que dramático, demasiados desajustes (el muy deshilachado tema inicial de las violas por ejemplo) y escasa intensidad expresiva.

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