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Crítica: Riccardo Chailly y la Filarmónica della Scala en Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
5 de octubre de 2022

Riccardo Chailly y la Filarmónica della Scala visitan el ciclo de Ibermúsica con obras de Mahler y Beethoven

Crítica de Riccardo Chailly y la Filarmónica della Scala en Ibermúsica

Chailly e La Scala. Che bello!

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 2-X-2022, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Sinfonía n.º 1, op. 21 (Ludwig van Beethoven). Sinfonía n.º 1, “Titán” (Gustav Mahler). Orquesta Filarmónica de La Scala. Dirección: Riccardo Chailly. 

   En 1982 Claudio Abbado fundó la Orchestra Filarmonica della Scala con músicos de la orquesta titular del templo de la ópera milanés para abordar la temporada sinfónica del teatro y las giras. Además de su categoría indiscutible como orquesta de ópera, particularmente en repertorio italiano, imbatible en Verdi, ya desde el último tercio del siglo XIX -con Franco Faccio y Cleofonte Campanini, posteriormente continuado por Arturo Toscanini, Victor de Sabata, Carlo Maria giulini, Claudio Abbado, Riccardo Muti…- la agrupación scaligera ha tenido la vocación de no ser exclusivamente una orquesta de foso y ofrece una temporada anual de conciertos y las correspondientes giras,

   La identidad de la orquesta -muchas veces tan importante o más que la calidad intrínseca del sonido- y la asentada personalidad de la agrupación se plasman, incluso, en su comparecencia con el podio propio revestido del terciopelo rojo del telón Scaligero. En esta ocasión, además, la orquesta se presentó con mejor nivel que en la anterior visita al ciclo en enero de 2019. Si a ello le sumamos la categoría de su director titular, un Maestro de tanto talento y rigor musical como Riccardo Chailly, tenemos todos los elementos para un concierto que fue espléndido, memorable diría yo. La orquesta del Teatro allá Scala mostró un sonido radiante, nítido, solar, italianísimo, con un nivel interpretativo al que estamos acostumbrados los que hemos presenciado en los últimos años diversas representaciones de ópera en la sala del Piermarini dirigidas por el magnífico director milanés. De hecho, como titular de la mítica Gewandhaus de Leipzig, Chailly no terminó de entenderse con la orquesta y estuvo lejos de alcanzar este magistral nivel que ha conseguido con orquesta italiana. 

Riccardo Chailly y la Filarmónica de la Scala en Ibermúsica

   En su Primera sinfonía aún están claramente presentes las sombras de Mozart y Haydn, sin terminar de emerger la enorme personalidad de Beethoven. Chailly planteó una interpretación alejada tanto de densidades germánicas, como de tentaciones historicistas -orgánico muy poblado para la primera sinfonía de Beethoven-, fundamentada en un férreo mando sobre la orquesta, que le responde fielmente, en una diáfana ligereza y claridad expositiva y en un sonido refinado, solar, Mediterráneo. Chailly hermanó con Mozart el segundo movimiento y la orquesta lo cantó, como sólo saben los italianos, primorosamente, expresando toda la elegancia y preciosismo requerido por este pasaje, que, probablemente, sea de todo el corpus Beethoveniano, el más claramente adscrito al estilo Galante. Pletórico de brío resultó el tercer movimiento, marcado como Menuetto, pero que es, en realidad, un scherzo. Finalmente, no pudo expresarse mejor el carácter danzable del último capítulo de la sinfonía, con pulso, fluidez y flexibilidad, sin renunciar en ningún momento al equilibrio y la claridad, sin margen para exceso alguno.

   Mahler no pudo inaugurar más brillantemente su fascinante ciclo sinfónico que con la colosal Sinfonía “Titán”, ya perfecto ejemplo de esos acentuados contrastes marca de la casa y de su inmenso talento como orquestador. Asimismo, en el panorama actual, es difícil encontrar un maestro que domine en tan gran medida el lenguaje mahleriano como Riccardo Chailly.

Riccardo Chailly y la Filarmónica de la Scala en Ibermúsica

   Desde el comienzo del primer movimiento pudo apreciarse una construcción quirúrgica por parte del músico milanés, con una claridad diáfana, como se suele decir «se escuchaba todo», como magistral fue la creación de clímax y el animado final del movimiento. Si impecable fue el contraste entre el trío y el ímpetu del landler del segundo capítulo, qué decir del que encierra el tercero con la marcha fúnebre, fantásticamente introducida por el contrabajo solista, y que reflejó todo el carácter afligido y nostálgico, con los pasajes grotescos de banda popular. En fin, el último movimiento, pleno de carácter, brillantísimo, incandescente, pero sin asomo de excesos, ni de trazo grueso, sin un átomo de borrosidad. Todo ello fruto de un magistral sentido de la organización, de una construcción clarividente y lúcida donde las haya.

   Alguno pudo echar de menos mayor densidad y redondez en la cuerda aguda o un mayor fulgor en los metales, pero la magistral batuta, el mando total sobre la orquesta, la comunión absoluta en el concepto interpretativo y el dominio del Universo Mahleriano culminaron en una “Titán” memorable. Así lo reconoció el público con sus atronadoras ovaciones. 

Fotos: José Luis Pintado / Ibermúsica

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