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CRÍTICA: 'RIGOLETTO' EN EL NUEVO TEATRO ALCALÁ DE MADRID. Por Germán García Tomás

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Autor: Germán García Tomás
28 de enero de 2013
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UN  "RIGOLETTO" BIEN EQUILIBRADO

27 de enero de 2013. Teatro Nuevo Alcalá. Madrid.

       Rigoletto, inspirada en Le roi s'amuse de Victor Hugo, ha sido la segunda ópera de Verdi representada en el Nuevo Teatro Alcalá por la compañía Estudio Lírico como homenaje al bicentenario del maestro de Busetto. El barítono mexicano Carlos Andrade fue quien dio vida al bufón jorobado en tres de las cinco funciones programadas. Es la suya una voz de centro generoso, gran amplitud y no menos volumen sonoro. Pudo sobrellevar sin problemas de afinación la pesada carga vocal que Verdi exige a su personaje, el de más protagonismo vocal junto con Gilda. Su presencia escénica anuló un tanto la característica del bufón deforme, pero dotó al personaje de notables niveles de patetismo y expresividad en su aria del segundo acto "Cortigiani, vil razza dannata" y los tres dúos que mantiene con su hija Gilda, especialmente en "Ah, solo per me l'infamia!" del segundo acto. En el del primero se optó por recortar la estrofa que comienza con la frase "Ah veglia, o donna, questo fiore...".

      Por su parte, la argentina Graciela Armendáriz, indudable soprano lírico-ligera, defendió en general con apostura el papel de su hija Gilda. Demostró enorme facilidad en la exhibición de coloratura en su gran momento en solitario ("Caro nome"), emitiendo con soltura escalas, agudos y sobreagudos, aunque en ocasiones sus acentos y ascensos a las notas más altas pueden resultar algo forzados y tirantes. Eso sí, los dos últimos actos fueron lo mejor de su recreación vocal de Gilda, abordando el aria del segundo acto ("Tutte le feste al tempio") con las suficientes dosis de delicadeza y emotividad que requiere la heroína verdiana, así como en sus últimos momentos antes de morir en los brazos de su padre ("Vho ingannato"). Magnífica por tanto como actriz dramática.
      El tenor José González Cuevas sustituyó por enfermedad al inicialmente previsto Houari Aldana en el papel del Duque de Mantua. Un cambio de última hora siempre es un gran riesgo para el sustituto, mayormente si no estaba incluido en otro de los repartos alternativos. Aun así, pudo salir airoso de uno de los tenores verdianos que no exige una presencia continua en el escenario y que se limita a momentos puntuales de lucimiento. Este tenor spinto, de solvente registro agudo, aunque sin poseer un timbre de especial atractivo, brindó con elegante línea de canto sus arias "Parmi veder le lagrime" y "La donna é mobile", con un fallo leve de fiato en el primer aria al apianar la nota final. Una lástima que se prescindiera en esta representación de la lucida cabaletta "Possente amor mi chiama" que corona esta escena, habiéndola concluido con las palabras "ad imprecar" del coro de cortesanos antes de la bufonesca entrada de Rigoletto ("Lará lará"). Puestos a meter la tijera, también se recortó el dúo ya breve de por sí "Addio, addio, speranza ed anima".
      En el resto del reparto, hubo interpretaciones desiguales. A la soprano Akemi Alfonso no se le puede exigir demasiado en su breve papel del ama Giovanna y la maldición del Conde de Monterone al Duque y a Rigoletto con que concluye la primera escena del primer acto no fue demasiado amenazadora en la voz de un impertérrito bajo Marcelo Aguilar. Más destacables fueron la mezzosoprano Ana María Hidalgo como Maddalena (con graves de contralto) y el bajo Alfonso Baruque en Sparafucile, a pesar de que el canto de éste fue un tanto gutural en el dúo que mantiene con el bufón en el primer acto. Ambos cumplieron en toda la escena nocturna de la taberna en el acto tercero, muy creíbles actoralmente como sicario y su cómplice hermana.
      Por lo demás, los coristas de la compañía Estudio Lírico se han ocupado de dar vida a los breves papeles solistas de los cortesanos del Duca, con interpretaciones de mayor o menor importancia. Más empastados estuvieron sus escasos miembros masculinos entonando el coro "Duca Duca" del segundo acto que en el "Zitti zitti" del primero, donde alguno destacaba por encima del conjunto vocal.
      De la dirección escénica volvió a ocuparse Jesús Cordon y la musical en esta ocasión corrió a cargo del argentino Alejandro Jassan, que dirigió con rigor a la Filarmónica del Mediterráneo subrayando los pasajes dramáticos en una orquesta que por su reducida plantilla es muy difícil que oculte el canto de las voces, estando siempre al servicio de las mismas.
      La escenografía tradicional, una vez más de Carlos Carvalho, fue muy vistosa en las escenas que se desarrollan en el salón del palacio ducal, con elegante mobiliario adecuadamente dispuesto por el escenario. Como producción low cost, se aprovechan elementos escénicos, como una verja, de la anterior ópera representada, Il Trovatore. Ha resultado muy acertada la iluminación de Jorge Abad en el juego de destellos simulando relámpagos y luces rojas durante la escena nocturna de la posada, lo que ha acrecentado brillantemente el clima tenebroso en el fatal desenlace del drama.
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