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«Me gusta poner el violín al servicio de una idea más grande». Roberto González-Monjas visita la temporada de la Sinfónica de Castilla y León en su doble vertiente de director y violinista

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Autor: Agustín Achúcarro
14 de noviembre de 2019

«Me gusta poner el violín al servicio de una idea más grande». Roberto González-Monjas visita la temporada de la Sinfónica de Castilla y León en su doble vertiente de director y violinista

Un reportaje de Agustín Achúcarro
Roberto González-Monjas se encuentra en pleno apogeo de su carrera y en el plazo de quince días interviene con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León primero como violín solista y después como director. En el primero de los conciertos, 14 y 15 de noviembre, interpreta el Concierto para violín nº1, op. 35 de Karol Szymanowski y Mahashakti de John Taverner, dirigido por Andrew Gourlay, titular de la OSCyL. Los días 29 y 30 de este mismo mes cambiará el violín por la batuta para dirigir el ballet completo Las criaturas de Prometeo, op. 43 de Beethoven. Ambos conciertos son en el Auditorio de Valladolid.  

   Una doble faceta que, como Roberto González-Monjas ya manifestó en la entrevista que fue portada de esta revista en el mes de octubre, no le supone una complicación especial. «Para mí tocar el violín y dirigir son partes fundamentales de lo que hago, por lo que no me parecen tan diferentes y me encanta poder variar; obviamente la parte de estudio del violín requiere un poco más de esfuerzo técnico para estar preparado y la dirección tiene mucho más que ver con un trabajo intelectual». El hecho de que sean ambos conciertos con la OSCyL al violinista le parece positivo, puesto que «le conocen desde que era pequeño y le han dado todas las oportunidades posibles», motivos por lo que «les tiene un especial cariño», algo que «cree que es mutuo», y propicia el que «el trabajo resulte muy natural y distendido desde el principio». La relación que mantiene con Andrew Gourlay también es fluida. «Nos conocemos desde los tiempos en los que ambos tocábamos en la Gustav Mahler, él era trombón, por lo que siempre hemos sido amigos y hemos realizado muchas cosas juntos. He sido concertino para él en Londres, interpretamos en la Temporada 2017-2018 de la OSCyL el Concierto para violín de Salonen…». Y al margen de todo esto González-Monjas tiene muy claro cuál es su papel como violinista. «Cuando actúo como solista soy solista no soy director y no me meto en su territorio, a lo que hay que añadir que Andrew es muy generoso y siempre te pregunta lo que opinas». Una forma de ver las cosas propiciada por la manera de entender la música que tiene González-Monjas. «Me gusta poner el violín al servicio de una idea más grande y que justo una semana después eso cambie y pueda llevar la orquesta, es algo que no lo veo como un reto sino como un viaje fascinante en el que no hay solo una solución para una determinada idea musical».

  El programa de este concierto está formado por las siguientes obras:  el tríptico Paisajes de Castilla y León de Román González, Nuño Fernández e Israel López (estreno de una obra de encargo en que cada una de las partes corresponde a uno de los ganadores del Concurso Nacional de Composición de la OSCyL), el Concierto para violín nº1, op. 35 de Szymanowski, Mahashakti de Taverner y la Suite escita, op. 20 de Prokófiev, algo que sugiere a González-Monjas «cuatro mundos que hacen un zoom muy grande en torno a aspectos de folclore y la espiritualidad». Aunque si ha de decir la verdad de las dos obras en las que interviene su predilecta es la de Szymanowski. «Probablemente es mi concierto favorito, lo adoro, pues es la extensión natural de Debussy y Ravel, que nunca escribieron un concierto para violín, y eso fue lo que después hizo Szymanowski. Es una obra muy sensual, inspirada en un poema que habla de unas noches de boda sobre un poema de Tadeusz Miciński, en la que sin solución de continuidad, en 25 minutos, hay de todo, pájaros, sonidos del bosque, fanfarrias, elfos, y predomina ese sonido del violín y de la orquesta que se responden, que se emparejan y se quieren». Lo cual provoca para el violinista «una intimidad, una poesía, un perfume y una belleza de una sofisticación muy especial» lo que hace que «le encante poder compartirlo con el público», más todavía al tratarse de una obra que «casi no se toca debido a que necesita una orquesta gigantesca, con cinco percusionistas, dos arpas, piano, celesta, a pesar de ser una verdadera joya», subraya el intérprete.

   La obra de Taverner es para González-Monjas totalmente diferente. «Se trata de música espiritual, absolutamente flotante e hipnótica, de meditación, que tiene que ver con la divinidad femenina, que no es nada virtuosa, y que se desarrolla casi como la meditación budista». Se trata de la primera vez que se interpreta en España recuerda el violinista al que le gusta «tocar este tipo de música casi tántrica». «Amo  este tipo de repertorio, yo también he tocado los conciertos de Brahms, de Chaikovski, de Sibelius, pero me parece que ya hay mucha gente que los toca muy bien como Kavakos, y con ellos yo nunca me atrevería a competir, y a la vez creo que estos conciertos necesitan tener embajadores, como ocurrió cuando toqué el de Salonen, y abogar por este tipo de música pues, aunque por ejemplo la obra de Szymanowski no sea precisamente una rareza, hay muy pocos violinistas que la tienen en su repertorio».  

   González-Monjas vuelve a comentar algo sobre los entresijos de la interpretación de la partitura de Taverner. «Su dificultad está en crear una determinada línea de principio a fin y no romperla por cosas como yo llamo las miserias técnicas, conseguir esa especie de meditación de tranquilidad absoluta, de conexión con el universo, en el que la música fluye de manera tranquila y con una lentitud que muchas veces es más complicada que la rapidez. Se trata de una música que se toca sola pero que precisa no ponerle bloqueos, ni obstáculos». Parecida reflexión realiza sobre el concierto de Szymanowski. «Éste requiere una determinada sensibilidad, conozco a gente que lo aborrece por demasiado meloso, pero a mí, como ya he dicho, me apasiona, lo que implica tener el pundonor de analizar cada nota, saber lo que quiere el compositor y lo que implica hacia dónde van las frases y los colores, y realmente si lo haces es una especie de caleidoscopio de colorido musical incomparable».


   El viernes 15 por la noche quedarán los ecos del primero de los conciertos y Roberto González-Monjas tendrá que dejar el violín al lado y ponerse a pensar en la dirección. «No siento que haya ninguna dicotomía, ninguna separación, siento que es complementario y enriquecedor; por ejemplo, antes de ir al ensayo he estado estudiando unas partituras que voy a dirigir dentro de tres semanas y cuando vuelva a casa las retomaré, al final todo es música».

   El ballet completo Las criaturas de Prometeo es el elegido por González-Monjas para subir al podio. «Me parece una obra maestra a la que injustamente se la ha catalogado de menor, como le pasó a Mozart con el ballet Idomeneo o las serenatas, así que lo programo no por darme latigazos en la espalda, sino porque deseo que la gente lo vea de otra manera y le dé su valor». Y ese aprecio a esta obra estriba para el director en motivos bien visibles: «Encontramos un Beethoven muy suelto, desinhibido, incluso provocativo, pues al no tener la presión de crear una sinfonía que fuera más innovadora que la anterior, que era lo que la gente esperaba, no tenía esa especie de preocupación, y utiliza todas las formas que puede, desde fugas, cánones, temas con variaciones, rondós con estribillos, recitativos orquestales, en una especie de cajón de sastre, de las más libres, con perdón, sin olvidar las obras para piano». Para esta ocasión se va a contar con una dramaturgia y un actor. «Lo vamos a realizar-explica el director- con un texto escrito por Carlos M. Sañudo, ya que el original son unos pequeños indicativos de la historia y la segunda mitad está perdida, de manera que lo que hace Carlos, una persona muy inteligente y muy preparada, es un texto que bebe de fuentes muy importantes, que destila información y sabiduría contando la historia de Prometeo desde un punto de vista ya pasado»

   El actor encargado de recitar el texto es Alfredo Noval que según cita González-Monjas va a sufrir una trasformación durante la obra. «Con lo que va a haber dos partes: la recitada y la orquestal, con la música de Beethoven dialogando con esa parte más plástica, dramática del actor,  que creo que le va a dar otras dimensiones a una pieza que es ideal para hacer esto, para ser como decía Wagner la obra de arte completa».  

   La elección que ha hecho el director también se sustenta en lo que supone orquestalmente. «Prometeo es un reto muy positivo para una orquesta pues requiere hablar mucho de estilo, ya que al ser unas piezas cortas, casi las estás empezando y ya han terminado, lo que supone que hay que trabajar muy bien cada danza para que incluso si no hay acción la gente entienda que la música habla y comparte acciones de la historia. Y está muy bien porque a veces el propio Beethoven contradice la historia, otras la potencia, habla de alegría pero ves que es con un modo menor y resulta muy triste, a veces niega lo que está pasando y otras lo afirma».

   Y tras esta experiencia Roberto González-Monjas sigue su carrera musical en progresión. En breve debutará dirigiendo a la Orquesta de la RTVE y viene de dirigir a la Orquesta de la Radio de Eslovenia, la Mozarteum de Salzburgo y la Orquesta Ulster de Irlanda. Volverá a ponerse al frente del Prometeo de Beethoven con la orquesta de la que es titular, la Dalasinfoniettan, y con la Winterthur, de la que es violín solista. También debutará con la MAV de Budapest, volverá con la OSCyL y en febrero de 2020 llegará el Vinterfest en Suecia, del que acaba de ser nombrado director artístico, en el que el mito de Prometeo será protagonista. Antes, en enero, le espera interpretar la integral de las sonatas para violín y piano de Mozart en tres días consecutivos. Además se estrenará al frente de la Sinfónica de Galicia, volverá a dirigir a la Joven orquesta de la Sinfónica gallega y habrá más proyectos que González-Monjas prefiere no desvelar hasta que no estén confirmados.      

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