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Roberto González-Monjas dirige esta semana a la Sinfónica de Castilla y León: «Ahora puedo elegir»

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Autor: Agustín Achúcarro
13 de junio de 2019

Roberto González-Monjas: «Lo bueno que tengo ahora es que puedo elegir»

Un reportaje de Agustín Achúcarro
«Bueno, en realidad en 2016 hubo una jornada de puertas abiertas y dirigí desde el atril obras de Haydn y Prokofiev y a la batuta Nostalgías de Gregory Steyer, violín segundo de la OSCyL. Pero no era un programa entero en el podio,con grandes obras del repertorio, dentro de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, por lo que sí se puede decir que ésta es la primera vez que dirijo a la orquesta de mi tierra». Así se refiere a su presentación en la temporada (días 13 y 14 de junio en el Auditorio de Valladolid) dirigiendo a la Sinfónica de Castilla y León Roberto González-Monjas, un músico vallisoletano polifacético (ejerce como violinista, director y pedagogo) y de muchísimo talento, que comenzó a destacar desde muy joven como violinista y lleva un tiempo encauzando su carrera de director.


   La historia de esta actuación comienza a fraguarse cuando se produce el fallecimiento de Jesús López Cobos, encargado de dirigir este concierto. González-Monjas guarda más que un grato recuerdo del músico toresano ya que para él «fue un mentor, una persona que le ayudó muchísimo, con el que tuvo mucha confianza y una verdadera amistad». «Así que -rememora- la Sinfónica me pidió si podía hacerme cargo del concierto, que contaba ya con una obra seleccionada, concretamente el Concierto de Aranjuez, con Tomatito a la guitarra, y no lo dudé». Esta partitura le aviva a González-Monjas sus primeros recuerdos musicales. «Creo que la composición de Rodrigo puede ser la primera obra que guardo en la memoria, pues la escuchaba de muy niño en una cinta de cassette”. Faltaba por tanto elegir el resto del programa y una de las obras ejerce en lo más íntimo del director algo parecido a la anterior. «El Capricho español de Rimski-Kórsakov recuerdo habérselo escuchado a la OSCyL cuando yo era aún muy pequeño». A éstas se sumaron la Alborada del gracioso de Ravel y Tres escenas del ballet La gitanilla de García Abril que, más allá de lo anecdótico, el director eligió en base a unos criterios concretos: «Como punto de partida intenté no tanto hacer un programa de obras españolas como uno en el que destacara el amor a la cultura española. En realidad, lo que hicieron García Abril desde España, Rodrigo y Ravel desde Francia y Rimski-Kórsakov desde Rusia fue manifestar su fascinación por el folclore español, en un momento en que era algo que resultaba exótico».

   Concretando un poco más a Roberto González-Monjas le seducía una idea muy clara. «Quería hacer una reflexión de cómo trataban esa idealización del folklore, de las danzas, de la vida cortesana, de las majas, de todo ese tipo de cosas». Y mostrarle al público el hecho de que una idea centrada en España podía dar visiones tan dispares. «En realidad se trataba de exponer cuatro puntos de vista diferentes, de cuatro mundos distintos», algo que el director avala con ejemplos concretos: «La obra de Rimski-Kórsakov no es música española, es música rusa que suena a español, es una fiesta en la calle con la gente cantando todos a la vez, partiendo de una música muy intuitiva; y algo parecido sucede con Ravel, cuya obra es afrancesada, sobre todo la orquestación, aunque en este caso los elementos que emplea sí que son españoles».


   Y con respecto a las partituras de los otros dos compositores González-Monjas añade la siguiente valoración: «La de García Abril es música coreográfica en la que introduce muchas cosas que tienen bastante que ver con La consagración de la primavera de Stravinsky, al emplear métricas inestables con una música no para bailar en la calle, sino para un ballet». Y en el caso del Concierto de Aranjuez su visión es inapelable. «Es marca España total, y lo importante aquí es contar con la voz de la guitarra de Tomatito, un artista tan relacionado con Camarón. El guitarrista le da a la obra un sello característico, propio de un artista que lleva 50 años encantando a la gente, con un espíritu flamenco muy importante, que de alguna forma notas que se siente en prisión con una orquesta, porque tiene que tocar a tempo todo el rato, algo que al final hace que su interpretación sea muy especial». Y a este respecto el director se centra en el segundo movimiento. «Ahí el carácter flamenco que le da el guitarrista es muy grande y creo que tiene mucho que ver con lo que Rodrigo quería escribir, algo a lo que Tomatito llega por intuición, lo que hace que sea una experiencia única».


   Roberto González-Monjas relaciona este programa en torno a España con una alusión pictórica. «A mí me parece un cuadro puntillista, en el que cada compositor le da su rasgo y cuando lo ves en perspectiva es cuando captas el cuadro entero». Un concierto que al violinista y director le llena de ilusión. «Juego en casa y no tengo miedo, me conocen desde que tenía dos o tres años y son los músicos que me han ayudado, regalado mis primeros arcos para el violín, que me han dado mis primeras oportunidades». De manera que ha propiciado el que el músico que comenzó sus estudios en el Conservatorio de Valladolid haya ido dando pasos hacia adelante con la OSCyL como referencia. «Primero actué con ellos como solista joven, luego como concertino o concertino director, por lo que con esta orquesta me he sentido como en casa». Así que los ensayos han supuesto una especie de reencuentro, de retomar una relación nunca dejada del todo. «He recibido un apoyo estupendo y hemos realizado un trabajo muy a fondo, por lo que estoy convencido de que se ha logrado encontrar una visión adecuada de las cuatro piezas». Y de aquí surge uno de los propósitos del músico a la hora de dirigir. «Cada vez me enfoco más hacía la idea de tener una visión determinada de las obras, un criterio sobre ellas, creer en algo e ir en esa dirección, y esto es lo que me importa a la hora de abordar una composición, por lo que creo que hemos conseguido colocar cada obra en su contexto».


   Un director que es Principal artista invitado de la OSCyL y que la próxima temporada intervendrá en sus facetas de violinista solista y director. «Me siento absolutamente agradecido con ser Artista principal invitado, y como yo soy una persona muy agradecida, y aquí me lo han dado todo, me gustaría poderles devolver algo de lo recibido y ayudar a que la cultura de este país avance». La carrera de González-Monjas se encuentra en un momento dulce de expansión y él lo sabe. «Soy un privilegiado y lo bueno que tengo ahora es que puedo elegir, poseo un elevado sentido de gratitud con la vida y las circunstancias que me han rodeado, y voy a hacer una carrera que se centra en hacer lo que yo quiera». Una decisión que implica dirigir, ser concertino-director, actuar como solista, dedicarle tiempo a la música de cámara, enseñar y seguir con el proyecto en Colombia -en el que se apoya desde la música a los sectores de la juventud más desfavorecidos-. «Obviamente me voy a centrar en tocar como solista, concertino-director y en particular en la dirección. De hecho, ahora empiezo como director titular de una orquesta en Suecia, de la Dalasinfoniettan, y es un cargo estupendo que me permite aprender la dinámica de los grupos, liderar un proyecto y llevarlo a conseguir objetivos».

Foto: Priska-Ketterer

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