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Crítica: Roberto González Monjas, con la Sinfónica de Castilla y León como director y solista

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Autor: Agustín Achúcarro
16 de enero de 2024

Crítica del concierto de Roberto González Monjas al frente de la Sinfónica de Castilla y León como director y solista

Roberto González Monjas, con la Sinfónica de Castilla y León como director y solista

Una atmósfera especial

Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 11-I-2024. Auditorio de Valladolid. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Las fuentes de Roma y los pinos de Roma de Respighi, Concierto para violín y orquesta nº4 en re mayor K.218 de Mozart y La alondra ascendiendo de Vaughan Williams. Roberto González Monjas, director y violín solista.

   Las actuaciones de Roberto González Monjas en el Auditorio de su ciudad vienen acompañadas de un ambiente especial entre el público, no en vano al director muchos le han visto crecer día a día, desde que era un niño, en una evolución musical que parece no tener fin. Así las cosas, no siempre es fácil despojarse de ese ambiente, del que se es participe, y dirimir lo que realiza este director en su tierra. Aun así, parece innegable su triunfo al frente de la Sinfónica de Castilla y León y su constante progresión hacia un músico cada vez más completo. Una visión que va más allá del hecho de que en este concierto compaginara la dirección con su faceta de violinista en las obras de Mozart y Vaughan Williams. En el Concierto para violín nº4 de Mozart se percibió una sensación chispeante y alegre en el movimiento inicial, un empeño en hacer visible ese cantábile que lleva por nombre el movimiento intermedio y un final luminoso, divertido en el último. El director- violinista consiguió que todo resultara equilibrado, que no existiera brusquedad en las dinámicas y acentos, al tiempo que nada resultaba plano, aburrido, exento de matices. A eso hay que añadir la complicidad con la orquesta, que González Monjas trató de llevar a su terreno. Fue la suya una versión fluida, como si el arco no rozara las cuerdas, en la que evitó cualquier sonido abrupto, más corpóreo en las cadencias que en el resto.

Roberto González Monjas

   En la obra de Vaughan Williams, La alondra ascendiendo, sin obviar que existen elementos descriptivos en los que se detuvo González Monjas, lo cierto es que dominó una especie de ensoñación lírica, en el que el violín pareció flotar en esa atmósfera, llevado por el aliento de un imaginario vuelo, en un ambiente sugestivo y  onírico. El principio y el final del concierto estuvo dedicado a Ottorino Respighi. Cómo no, con sus celebres Las fuentes de Roma y Los pinos de Roma. En el recorrido inicial entre La fuente del Valle Gulia al amanecer hasta la de Villa Medici al anochecer, se percibió esa dinámica que no sólo retrata las fuentes y los lugares, sino esa idea de comenzar en el amanecer y terminar en el crepúsculo, con todo lo que conlleva de variaciones de timbres y coloración. 

   Terminó el concierto con Los pinos de Roma, en una versión sensual por momentos y más agreste en otros. Contó con una destacada participación de los solistas de la OSCyL, sin fisuras, con una orquesta volcada en la propuesta del director. Timbres y colores fluyendo de manera continuada, en la labor de los metales, en el fraseo de cuerdas y las maderas. Una versión que se caracterizó porque se sintió toda la potencia del sonido de la orquesta, con crescendos muy bien llevados, algunos realmente largos, sin que se produjera ninguna saturación, ni se llegara a un sonido insoportable, la orquesta sonaba en toda su grandeza y poder, y no  daba la sensación de estar sobrepasada, por lo que había siempre margen para crecer más en esa concluyente y apoteósica Los pinos de la Vía Appia. 

Fotos: OSCyL

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