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ROGER GUASCH, Director General del Liceo: "La gestión de la cultura no puede ser deficitaria"

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Autor: Alejandro Martínez
8 de noviembre de 2014

ROGER GUASCH, Director General del Liceo: “La gestión de la cultura no puede ser deficitaria”

Por Alejandro Martínez

   Aterrizó hace apenas un año en la dirección general del Gran Teatro de Liceo, con la tarea de cuadrar más pronto que tarde unas cuentas que amenazaban con hipotecar la propia viabilidad de coliseo como tal, su propia existencia incluso. Su incorporación se produjo en un momento de grandes cambios y no pocas turbulencias para el teatro, lastrado además por la marcha de Joan Matabosch, sustituido después por Christina Scheppelmann, nueva directora artística del coliseo. Roger Guasch conversa por primera vez con Codalario para hablar sin cortapisas de la compleja realidad que vive el Liceo, dispuesto sin embargo a salvaguardar a un tiempo su viabilidad y su excelencia artística.

¿Qué momento atraviesa hoy en día el Liceo, sin paños calientes?

   Yo creo que es un momento de ilusión. Nosotros llegamos aquí hace un año. Realmente las noticias eran malas, no lo podemos negar. Se nos iba Joan Matabosch, se nos iba el director del coro, tensiones que hicieron que el director de orquesta casi se fuera, varios ERE sobre la mesa. La situación era muy compleja. La subvenciones por parte del gobierno central bajaron mucho durante los dos últimos años y las ayudas de las demás administraciones ya habían bajado antes. En suma, un panorama francamente difícil. Lo que hemos hecho es un trabajo de ordenación y estructuración con la mirada puesta en dar de nuevo ilusión al proyecto tanto de puertas adentro como afuera. Toda la reestructuración que se ha hecho se ha explicado y se ha intentado dotar a cada reforma de un sentido positivo. El resultado es muy claro. Hace un año en la inauguración de temporada éramos cuatro brindado con cava y este año hemos sido más de cuatrocientos. Hemos logrado transmitir ea ilusión pues aunque queda todavía mucho por hacer.

Esos cuatrocientos, personalidades o celebrities en su mayor parte, mucha alfombra roja, ¿traducen una ganancia de público o más bien un mayor respaldo de la alta sociedad civil catalana?

   El Liceo, a diferencia de muchos otros teatros, es un teatro que nace de la sociedad. Nació en manos de la sociedad burguesa de Barcelona y es un teatro que la gente siente como muy suyo. Uno de los objetivos que nos hemos planteado es que ese “Liceo social” que decimos nosotros vuelva a tener ese arraigo en la sociedad catalana. Esa es una línea de trabajo fundamental, complementada con un trabajo de apertura de puertas en el exterior. Esos cuatrocientos eran clase política, clase económica, clase artista, representantes de organizaciones sociales. Intentamos que fuese una representación de toda la sociedad que está vinculada al teatro de una forma u otra. Invitamos gente de todo tipo y condición.

¿Busca el teatro con ello un mayor acercamiento a la alta sociedad civil en detrimento del abonado de clase media de toda la vida?

   No, no, al abonado le estamos dando un trato muy especial porque es nuestra base. Lo hemos de cuidar y mimar como merece y de hecho el año que viene saldrán más ventajas para este colectivo tan fundamental para el teatro. O el Liceo se vuelve a abrir a la sociedad y puede captar más abonados y público esporádico, que viene una o dos veces al año al menos y siente el teatro como suyo, o a la larga volveríamos a tener dificultades.

¿Cuál es exactamente el incremento de abonos, que anunciaron al inicio de esta temporada?

   El diferencial neto entre pérdida de abonos e incremento de abonos es de un 4,5% en positivo. Hemos reducido más de un 50% la sangría de abonos que teníamos y esto es gracias a la ilusión que hemos generado, con una buena propuesta artística y con la sensación de estar haciendo las cosas bien para devolver la viabilidad al teatro. El incremento anual es más o menos el mismo que siempre, entre un 4 o 5 %, pero el descenso se ha frenado drásticamente.

¿Qué aporta a este teatro un gestor como usted, ajeno al mundo de las artes escénicas? Hay quien ha visto en usted el gestor puro y duro que necesitaba el teatro y hay quien ha entendido como un demérito su falta de vinculación con el mundo teatral. ¿Cómo lo ve usted?

   Me resulta difícil contestar pero lo cierto es que si estoy aquí es porque creo que un teatro necesita una gestión no muy distinta de la que necesitan otros proyectos; un gestor de equipos al fin y al cabo. Es una suma de direcciones: la dirección artística, la dirección de marketing, la dirección financiera y el director general ha de ser alguien que sepa coordinar este equipo contando, sobre todo, con el mejor director artístico que pueda tener. Pero vamos hacia un mundo en el que hay que mirar mucho qué gastamos y cómo lo gastamos y me parece que es forzoso supeditar todo lo que hagamos a este imperativo. No se puede volver a gastar como se hacía antes. Lo que estoy diciendo puede sonar impopular y se que hay gente a la que no le gusta el mensaje. Pero déjeme explicarme: la cultura en muchos momentos puede ser deficitaria, pero como lo son productos que lanza al mercado una empresa cualquiera. Pero la gestión de la cultura no puede ser deficitaria. Eso se ha acabado; las facturas se han de pagar. Yo creo que aporto al Liceo en estos momentos mi capacidad de negociación, mi capacidad de hacer equipo e ilusionar lo que tenemos entre manos y mi capacidad de buscar a los mejores para que esto salga adelante.

¿A usted le gusta la ópera?

   En casa se escuchaba ópera. Tengo un hermano liceísta desde 1981. Yo no soy un amante de la ópera pero estoy aprendiendo mucho, porque creo que es también mi obligación. Lo mismo que he aprendido de gestión de seguros, por ejemplo, cuando he trabajado en ese mundo. Tengo esa capacidad de aprendizaje y me encanta aprender. Pero créame, cuando renegocias un crédito es lo mismo renegociarlo para el Liceo que para una empresa que hace zapatos, por decir algo. y lo mismo cuando negocias una reestructuración de personal. Lo importante es tener un gran equipo, que mi equipo de marketing, mi equipo de comunicación y mi equipo de gestión artístico se entiendan, se comuniquen transversalmente y seamos capaces entre todos de hacer del Liceo un proyecto viable e ilusionante. Estamos volviendo a ser un teatro de referencia y eso es lo más importante.

Hablando de cifras, ¿qué cuentas se encontró a su llegada al Liceo? ¿Tan acusado era el agujero? ¿Hasta qué punto ha mejorado la situación y qué medidas ha impulsado para ello?

   He sido transparente desde el primer momento y lo que he dicho es lo que había: para la presente temporada 14/15 había un déficit de tesorería de aproximadamente 16 millones de euros. En el 2013, antes de que yo llegase, el teatro se había endeudado, y de hecho yo firme el último crédito porque si no nos se podían pagar las nóminas, en 12 millones de euros más los 5 que ya se tenían. Estábamos pues rondando los 17 millones de deuda, que hemos renegociado de forma satisfactoria. Nos encontramos también con un teatro que no tenía derechos audiovisuales. Ya los tenemos, se firmaron en el mes de julio. Es un contrato a diez años y estamos en negociaciones con cadenas muy importantes del sector para comenzar retransmisiones. Las administraciones tampoco nos pueden dar más y ya han hecho un esfuerzo titánico. Los fondos propios del Liceo estaban en una situación muy negativa, casi 10 millones de euros, y las administraciones han hecho una ampliación de capital, que debían hacer por ley, de 11 millones de euros. Hemos contado con el respaldo de los abonados, del personal interno, etc. Se ha tenido que reestructurar mucho pero lo cierto es que el personal del teatro estaba sobredimensionado para el presupuesto disponible. En 2007 el presupuesto era de 57 millones de euros y ahora es de 38. Por tanto había que ajustarse a esa realidad y sobre todo cambiar esa mentalidad de que el Liceo es una institución fundamental y que ya nos vendrán a salvar. No, tenemos que hacer los deberes primero aquí dentro y si no, no saldremos de esta situación. Dicho lo cual, debo decir que estamos saliendo y estamos saliendo bien.

¿Cuáles han sido los recortes sobre el personal del teatro?

   No hemos hecho nada que no haya tenido que hacer una empresa en crisis. En 2007 ingresábamos 57 millones de euros y la estructura era de 159 personas. En el año 2013 ingresábamos 38 millones de euros y la estructura era de 152 personas. Si queremos mantener la calidad artística hay que sacrifica otras cosas. Estamos cambiando la forma de trabajar, optimizando los procesos, y esto nos permite tener muchísima más eficiencia. El equipo humano del teatro tiene que ser polivalente y estar capacitado para varias tareas y competencias. Desde el primer día dijimos que iba a haber recortes, paulatinos y en función de los resultados que fuéramos obteniendo. Lo que nos vamos a hacer es realizar un trabajo con diez personas cuando podemos hacerlo con cinco, no porque no queramos sino porque no podemos permitírnoslo. Hay que ser realistas e ir poco a poco.

¿Se había gastado mal? ¿Vivió el Liceo por encima de sus posibilidades?

   No quiero entrar en esos detalles y déjeme que lo diga con tanta claridad. Seguramente se gastó como antes se creía que se podía gastar, ni más ni menos. Se lo decía antes: la gestión de la cultura no puede ser deficitaria. Antes sí podía serlo, se dejo que lo fuera. Se impregnas a la gente con una cultura del déficit, te generará déficit, no puede sorprendernos. Seguramente el teatro no reaccionó ante esa situación. Hay que tener en cuenta otro factor importante: nosotros trabajamos a tres años vista, por los imperativos propios de la agenda de los artistas. Y esto es algo que debería cambiar desde el punto de vista de la administración con respecto a instituciones como la nuestra. Si estamos cerrando ya todos los contratos de la temporada 16/17 y algunos incluso de años posteriores deberíamos saber con antelación qué dinero podremos gastar para no pillarnos los dedos.

El señor García-Belenguer, director general del Teatro Real, me decía exactamente lo mismo hace unos días.

   Sí, y es algo que no tenemos. Funcionamos prorrogando los presupuestos, confiando en que no nos van a aumentar las subvenciones habida cuenta de cómo están las cosas y cruzando los dedos para que no nos bajen y nos dejen al descubierto las previsiones. Yo creo que el Teatro Real tiene la suerte de tener una historia más corta y más reciente, lo que le evita de algún modo ciertos vicios que son más propios de teatros como el Liceo, con tanta historia.

¿Qué vicios tiene el Liceo?

   Uno y fundamental es el de creerse el primero de la clase y el mejor. Por mucho que uno se crea el mejor, cuando llegan los virus te afectan por igual. Cuando te baja un presupuesto casi veinte millones de euros, ya no sirve confiar en papá Estado para que venga a rescatarnos. Esa es una cultura que está cambiando muchísimo, al menos aquí en Cataluña. Basta ver el caso del Teatro Nacional y el Mercat de les Flors, donde se ha hecho un trabajo excelente. Aquí en el Liceo no se reaccionó. En otra entrevista hace poco dije algo que creo que es ilustrativo: el Liceo era como unos pingüinos encima de un iceberg. Esta imagen es de un consultor y lo que viene a decir es que cuando estás sobre un iceberg éste se va derritiendo poco a poco y tú no te das cuenta porque no lo ves desde fuera. Es una imagen elocuente y en consonancia creo que hemos dado un acelerón en estos últimos tiempos, con urgencia, para frenar la deriva. Tenemos mucho que hacer aún y seguramente haya modelos de gestión profundos que tendremos que replantearnos, si no ahora sí de aquí a tres o cuatro años. Tenemos que ser sostenibles. Ojalá pueda usted hacer esta misma entrevista a quien esté aquí en 2025. Eso será señal de que hicimos bien nuestro trabajo y, esto es muy importante, sin perder la calidad artística que ha sido siempre seña de identidad de este teatro. Ahí está la clave: el Liceo es el Liceo, es un polo de atracción muy importante y ha de reivindicarse como la referencia operística del sur de Europa. Cuando estamos aquí dentro no lo vemos, pero fuera se nos ve como lo que somos, una referencia. De puertas adentro todo son lamentos, también porque el catalán es así, muy tremendista; cuando el Barça pierde un partido ya parece que ha perdido la liga. Pues con el Liceo pasa igual. Hemos atravesado un momento de crisis pero no se ha perdido nada de esto.

¿Hasta qué punto ese imperativo de la austeridad ha hipotecado ya la propuesta artística del teatro en estos años y en los que están por venir?

   Yo no lo creo, sinceramente. Se pueden hacer cosas geniales mirando al mismo tiempo los presupuestos y ajustando las obras que se programan de forma que cuando tengamos una más deficitaria podamos compensarlo con otra más rentable y que la tesorería no sufra. Si programamos seguidas tres obras deficitarias la tesorería no es sostenible, pero se pueden hacer las cosas de tal manera que todo encaje y se salvaguarde la calidad artística por encima de todo. Creo que la presente temporada es un ejemplo de esto que digo: es una gran temporada desde un punto de vista artístico y es una temporada muy equilibrada por lo que hace a sus cuentas. Se tuvieron que hacer retoques en el pasado, se comunicaron y fueron dolorosos, pero esta temporada es la que es y no va a sufrir retoque alguno. Otros teatros sí se han visto a hacer retoques sobre su presente temporada, por desgracia. Que nosotros no tengamos que hacerlos es la mejor prueba de que estamos haciendo las cosas bien. Y con nuestra nueva directora artística, Christina Scheppelmann esto es algo que tenemos muy claro: el Liceo seguirá siendo el Liceo.

El Liceo, un teatro con tradición y con una indudable aspiración artística, ¿hasta qué punto se va a ver obligado a variar su propuesta con la mirada puesta en una programación más comercial, pensando más en la rentabilidad de la taquilla?

   Mire, el Liceo es un teatro de voces. Y esa la línea estratégica a seguir con la nueva dirección artística. Nuestro principal objetivo es contar con las mejores voces y tenerlas programadas junto a voces más jóvenes y prometedoras, que es otro de los ejes fundamentales de nuestra propuesta, como lo ha sido siempre en el caso del Liceo, donde han debutado tantos grandes solistas. Ahora bien, sobre estos planteamientos “cal posar seny”. Y se lo digo en catalán porque hay cosas que no pueden ser. Le pondré un ejemplo. En una ópera no hace mucho el director de escena quería que la cantante interpretase una escena dentro de una piscina, porque estaba en un balneario. La cantante dijo que le parecía muy bien, pero que no iba a estar cantando diez días sumergida en agua fría. Se calefactó el agua para un aria de cuatro minutos. Costó casi cincuenta mil euros. Esto no es arte. Esto es no saber qué presupuesto tienes y cómo manejarlo. ¿Se hubiese perdido la calidad de la escena si no se interpretase el aria dentro del agua, como se había hecho siempre hasta entonces? Creo que no, por tanto, es el momento de poner orden y sentido común a ciertos desmanes o no saldremos de esta.

Y en ese perfil de teatro, inevitablemente más centrado en la rentabilidad, por mucho que de cabida da propuestas más alternativas, ¿caben otros géneros, forzosamente menos atractivos desde el punto de vista de la taquilla y menos populares, como el lied?

   Dependerá mucho de las decisiones de la dirección artística. Un concierto de lied puede ser muy rentable o no. Lo que intentamos siempre es hacer las cosas con equilibrio: qué taquillaje necesitamos, con qué presupuesto contamos, y a partir de ahí qué propuesta artística podemos poner sobre la mesa y con qué estrategia de marketing vamos a trabajar. Ese es el proceso. Ahora hemos tenido una Traviata genial y viene ahora una Arabella excelente, peor forzosamente menos rentable, simplemente porque son seis funciones frente a la quincena de representaciones de Traviata que hemos hecho. Pero una va a ayudar a cuadrar las cuentas de la otra. Eso es lo que intentamos.

¿Cuál es el calendario de incorporación marcado para la señora Scheppelmann?

   Sí, Christina Scheppelmann se incorpora en enero de forma estable y definitiva a su puesto aquí en Barcelona. Viene trabajando ya desde septiembre con nosotros, pasando entre siete y diez días en el Liceo. Contamos también con su ayudante Leticia Martín, que es una persona eficacísima y con quien estamos revisando la temporada 15/16, trabajo que se inició ya antes con ivan van Kalmthout.

¿Cómo valora la herencia recibida de Matabosch y qué expetativas hay depositadas en la señora Scheppelmann?

   Creo que son dos perfiles muy distintos y creo también que los cambios son buenos porque aportan nuevas ideas. Nos supo muy mal que Joan Matabosch se fuese. Yo intenté retenerle, pero Joan ya había tomado la decisión de irse al Real. Cuando buscamos al nuevo director artístico del teatro teníamos la mirada puesta en alguien que mantuviese el mismo criterio de excelencia artística pero que al mismo tiempo supiese trabajar desde el imperativo de que las facturas hay que pagarlas. Joan venía de una época distinta, de unas luchas muy fuertes y creo que ha hecho un trabajo excelente habida cuenta de la situación que tenía. Lo único que yo puedo hacer es felicitar a Joan Matabosch por su excepcional trabajo aquí en el Liceo.

En una entrevista que mantuvimos hace unas semanas con Joan Matabosch nos decía que aceptó la oferta del Teatro Real, como usted dice, pero que igualmente habría tenido que dejar el Liceo antes o después ya que no se daban las condiciones que él requería para poder desarrollar su trabajo.

   Sí, en buena medida las cosas fueron así. Pero él dijo eso en el mes de septiembre. Yo no estaba aquí en el mes de septiembre y Joan sabía que tenía que llegar un nuevo director general. Yo le respeto su decisión como no puede ser de otra manera, aunque lamento que se fuera y no tengo la menor duda de que va a hacer un gran trabajo en el Teatro Real.

¿Qué relación hay entre política y cultura en este teatro?

   Yo creo que el Liceo tiene una característica esencial y que se va a mantener, y es que es una casa de concordia. Nace de la sociedad y no es resultado de una institución que lo crea. Y nace de una sociedad que es variada. La sociedad ser reunía aquí, y lo sigue haciendo, sin importar que sea de extrema izquierda, de la derecha más tradicional o de centro. Y esto, insito, va a seguir siendo así porque es la única manera de entender el LIceo. En este sentido, la relación que tenemos con el Gobierno central, con la Generalitat, con el Ayuntamiento o con la Diputación, sea cual sea el color que los presida, es una relación de cordialidad. Y le puedo decir que en las pasadas reuniones del Patronato así ha sido y se reúnen allí gentes de todos los colores políticos. En la pasada reunión del Patronato, de hecho, si de algo no se habló fue de política. Todo el mundo está por la labor de servir al Liceo con concordia, cosa que es muy de atardecer en momentos como los que vivimos.

La política de comunicación del teatro ha variado en los últimos meses, bien sea por la mayor atención a factores lingüísticos, bien sea por su diversa atención a las redes sociales. ¿Por qué hacía falta este cambio?

   No quiero parecer drástico y quitar mérito a lo que hemos hecho, pero lo cierto es que estaba todo por hacer. No había de hecho una política de comunicación en el Liceo cuando yo llegué. Y no tener una política de comunicación es ya tener una política de comunicación, eso sí, la peor que se puede tener. Por eso entendí que teníamos que tener a un director de comunicación, Joan Corbera, con quien trabajamos desde el primer momento por insuflar ilusión a todo cuanto tuviera que ver con el Liceo. No podía ser que el teatro saliese en la prensa sólo para dar malas noticias. Había que trabajar en otro sentido. Llevamos desde noviembre de 2013 con un análisis al detalle, mediante encuestas al abonado, al público, al personal del teatro… Ha sido todo un trabajo estructurado y encaminado a elaborar una política de comunicación propia, algo que antes simplemente no había. En este sentido también hemos variado notablemente nuestras publicaciones, bien sean los programas de mano, bien sea la revista para abonados, etc. Y todo esto, claramente, porque el Liceo o es social o no será.

En línea con esta política de comunicación, uno de los asuntos que más irritan e incomodan al espectador es la falta de transparencia a la hora de indicar cambios en los repartos previstos, incluso cuando se producen por razones más que justificadas. ¿Son conscientes de no haber hecho las cosas bien en este sentido y tienen una estrategia para afrontar esta cuestión?

   Estamos cambiando todo esto, sí. Los venimos comunicando también en redes sociales y seguramente los comunicaremos también de viva voz en el teatro cuando se trate de cambios de última hora. A día de hoy todos los cambios se marcan en la web con un asterisco bajo el reparto. Si se trata de cambio muy relevante emitimos también una nota de prensa. Pero más allá de estos pasos, no es un tema bien resuelto por ningún teatro, es cierto. Y nos gustaría encontrar la forma de acertar con el procedimiento. El problema fundamental es que es muy complicado llegar a todos los abonados y espectadores de una misma forma. Seguramente haya que combinarlo todo.

La Ópera de Viena es quizá la que mejor resuelto lo tiene, con una apartado específico para cambios en la web, pero es cierto que todo espectador que no pase por la web no lo ve.

   Exacto. Y luego hay otro factor a tener en cuenta. Cuando volvamos a la normalidad, lo que pongamos en la información oficial del teatro es algo que la gente se creerá, pero a día de hoy hemos generado cierta desconfianza. Sobre repartos anunciados al comienzo de la temporada recuerdo haber leído dudas ya entonces sobre la posibilidad real de que tal o cual solista llegase a cantar en el Liceo, aludiendo incluso a que no lo podríamos pagar, etc. Y luego han cantado y se les ha pagado. Pero sí, vamos a intentar utilizar el mecanismo más elaborado posible que nos permita llegar a todos los interesados, sobre todo al espectador que ha comprado la entrada que es el primer interesado en conocer estos cambios.

Fotos: A. Bofill

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