Crítica del concierto de presentacion de Salvador Vázquez como titular de la Orquesta de Córdoba
Nueva etapa
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 10-X-2024. Gran Teatro de Córdoba. Orquesta de Córdoba. Solistas: Isel Rodríguez (violín) y Nazaret Kiourtkchian (contrabajo). Director: Salvador Vázquez. Obras de Beethoven, Bottesini y Smetana.
Un programa interesante integrado por tres características obras de cada uno de sus compositores ha servido para propiciar la presentación del maestro Salvador Vázquez como nuevo director titular de la Orquesta de Córdoba (OC), que coincide con la incorporación del nuevo gerente, Roberto Pálmer, en el primer concierto de la presente temporada: la obertura de la ópera La novia vendida de Bedřich Smetana, el Gran dúo concertante para violín y contrabajo de Giovanni Bottesini y la Quinta sinfonía en do menor, Op. 67 de Ludwig van Beethoven. Con estas músicas el director malagueño ha querido experimentar el estado artístico de la formación cordobesa contando para la pieza concertante con la intervención en dúo de la hispano-cubana Isel Rodríguez, concertino de la OC, y el armenio Nazaret Kiourtkchian, ayuda de solista de la sección de contrabajos.
La cuerda se mostró algo deslavazada al inicio de la obertura por la veloz homogeneidad que requiere su discurso, circunstancia que esforzó al director a cierta sujeción al ser este momento una seña de identidad de la efervescencia danzante que pide el autor. En la sincopada parte central todo se serenó en un pasaje en el que destacaba el precioso timbre del recién incorporado oboísta a la plantilla de la OC, Daniel Egido, que se distinguiría durante toda la obra como contraste sonoro ante el empuje rítmico de las partes extremas de esta vivaz y pintoresca composición de marcado carácter folclórico.
En el Gran dúo concertante quedó de manifiesto la casi exclusiva motivación de lucimiento de su autor con esta obra, que impulsó en gran medida su popularidad en Europa. Isel Rodríguez se esforzó por realzar el virtuosismo aportado al violín por Camillo Sivori, violinista compañero de Bottesini y su colaborador en esta creación, que entraña grandes exigencias por la precisa afinación que requiere su exigente articulación. Nazaret afrontó con profesionalidad y experiencia técnica las posibilidades del contrabajo en cuanto a presencia sonora, tono, flexibilidad expresiva y carácter, sintiéndose más cómodo en la parte central del diapasón. Es probable que la intervención de estos solistas sea el inicio de futuras actuaciones de compañeros de la OC con la intención de realzar su valía.
La segunda parte fue clarificadora de cómo la orquesta iba a afrontar los postulados del titular ante el bagaje adquirido de múltiples directores invitados sobre esta creación sinfónica universal que se la conoce y prevalece en la mente de todos sólo por su número de orden; la Quinta. La cinética de Salvador Vázquez reflejaba ya desde el motivo fatídico de su inicio una tendencia a imprimir a la ejecución una tensión que le costaba seguir a la orquesta acostumbrada a una lectura más sosegada de la inspiración beethoveniana. Con todo, la confluencia de ambos criterios se pudo apreciar al final del brioso primer movimiento dejando una sensación de creciente coordinación, que tuvo una más adecuada continuidad en el andante subsiguiente en el que mejoró la homogenización de la cuerda en su afinación, especialmente en sus registros graves, estimulados por el metal al que el director confirió una misión motívica reafirmativa, secundada por los apuntes de la madera, sección que llegó a alcanzar momentos de apreciable expresividad, antes de la contrastante coda con cuyo final el maestro quiso volver a consolidar el tema principal de manera determinante. En el tercer movimiento destacó el papel de los metales generándose un contraste con el resto de la orquesta, significativamente apreciable en el pasaje fugado de la cuerda, predisponiendo la llegada del luminoso y alegre presto final de la sinfonía, presentido por el premonitorio timbal de Cristina Llorens en la transición al allegro final, que generaba un clima de tensión que tendría su confirmación en el tratamiento apasionado que quiso dar el director a este movimiento, probablemente no lo suficientemente conseguido como él hubiera querido, aunque sin perder en momento alguno su profundo sentido romántico que tanto destacaba E.T.A. Hoffmann en la esencialidad de esta obra.
La respuesta del público tuvo su materialización en un aplauso que reflejaba satisfacción y esperanza, como reacción a este primer contacto entre orquesta y director del que cabe augurarse un buen entendimiento y colaboración mutua de cara a un futuro que se presenta retador.
Fotos: Orquesta de Córdoba
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