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Crítica: Simon Rattle y la London Symphony, con Krystian Zimermann en Salzburgo

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Autor: José Amador Morales
3 de septiembre de 2018

Presumiendo de London Symphony (I)

   Por José Amador Morales
Austria. Salzburgo. Großes Festspielhaus. 20-VIII-2018. Leonard Bernstein: Sinfonía nº2 “The Age of Anxiety” para dos pianos y orquesta; Anton Dvorak: Danzas eslavas op.72; Leos Janacek: Sinfonietta op.60. Krystian Zimermann, piano. London Symphony Orchestra. Simon Rattle, director musical.

   La gira que ha consagrado el matrimonio musical entre Simon Rattle y la London Symphony Orchestra recaló en Salzburgo haciéndose efectiva en dos intensísimos programas de concierto. Si bien es una relación conocida y cultivada desde hace tiempo (quien esto suscribe ha tenido la oportunidad de disfrutar de la misma en sendas visitas en 2016 y 2017 al Festival Internacional de Música y Danza de Granada), ahora es oficial tras la separación del director británico de los destinos de una Filarmónica de Berlín que ha dirigido desde hace dieciocho años.

   Ambas citas han incluido, además, obras y compositores estrechamente vinculados a la carrera de Rattle. En la primera, el generoso programa se abría con la Sinfonía nº2 de Leonard Bernstein que, basada en el poema The Age of Anxiety de Wystan Hugh Auden y estrenada en 1949 con dedicatoria a Serge Koussevitzky, ofrece un formato a medio camino entre el poema sinfónico y el concierto con solista. El piano aquí es una suerte de narrador en solitario (el propio Bernstein llegó a afirmar que en este instrumento reflejó su propia dimensión individual) en una obra sinfónica de gran personalidad, dentro del habitual eclecticismo de su autor, que no rehúye las variaciones, el virtuosismo, el jazz, el tratamiento orquestal al más amplio nivel ni tampoco el camerístico. Tampoco quedan muy lejos los ecos de Gershwin, Stravinsky o Copland en una partitura de importante calado dramático en la que ni siquiera el swing de “The masque” puede considerarse un superficial divertimento. Un Krystian Zimermann en plenitud de facultades ofreció una interpretación entregada y con una evidente química musical tanto con la orquesta (extraordinario el diálogo-discusión con el piano vertical en el tramo final) como con un Rattle entusiasta que conoce – y defiende - el estilo como pocos.

   No obstante, tratándose de esto último es indudable que las Danzas eslavas de Dvorak son una de sus especialidades  a las que vuelve constantemente y de las que no es inusual que ofrezca interpretaciones fuera de programa en sus conciertos. En esta ocasión, las comprendidas en el opus 72 fueron destiladas con gran preciosismo tímbrico y énfasis rítmico pero también con una atinada dosis de melancolía y un refinamiento al borde del decadentismo. Tras la brillante y espectacular coda de la penúltima danza, un “Allegro vivace” en do mayor, fue inevitable la vehemente reacción del público al que se dirigió Rattle, con fina ironía y gran sentido del humor, de esta guisa: “siento decirles que aún queda una danza más por interpretar”.

   La Sinfonietta de Janacek permitió a la London Symphony presumir nuevamente del poderío impresionante de sus metales (finísimas las once trompetas que atacaron en pie la fanfarria introductoria), del equilibrio de unas cuerdas sedosas al tiempo que punzantes así como de unas contundentes flautas y clarinetes; todo ello en una versión intachable por estilo y por acertado color eslavo.

Foto: Marco Borrelli

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