Crítica de Nuria Blanco Álvarez de la Gala Lírica programada en el Teatro Campoamor de Oviedo, con Marina Monzó, Marko Mimica y la Oviedo Filarmonía bajo la dirección de Valentin Egel
Agradable Gala Lírica
Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo. 1-VI-2025. Teatro Campoamor. Gala lírica. XXXII Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo. Obras de Mozart, Bellini, Arrieta, Giménez, Chapí, Vives, Luna, Chueca, Millán y Barbieri. Marina Monzó, Marko Mimica. Oviedo Filarmonía. Director: Valentin Egel.
Como viene siendo costumbre al final de temporada, el Teatro Campoamor ofrece una Gala lírica, en esta ocasión a cargo de Marina Monzó y Marko Mimica con la Oviedo Filarmonía bajo la dirección de Valentin Egel. Es una pena que, estando auspiciada por el Festival de Teatro Lírico Español de la ciudad, el recital no se dedicase íntegramente a la zarzuela, de hecho, la organización bien se ha ocupado de denominarla “Gala lírica” y no “Gala de zarzuela”, que sería lo propio. El repertorio elegido fue, en general, manido, sin aprovechar la ocasión para rescatar tesoros de obras olvidadas de nuestro patrimonio lírico nacional, y el público no llenó ni mucho menos la sala (incluso había varias filas completas sin ocupar en el patio de butacas).
La soprano Marina Monzó es poseedora de un bello instrumento que maneja grácilmente en la coloratura y con facilidad en los agudos, su línea de canto es además fresca y elegante, y se mueve en el escenario con gran soltura. Su punto débil, la dicción; es incomprensible la práctica totalidad de los textos que ejecuta. Así ocurrió en su primera intervención solista “Rayo de luz encantadora” de la zarzuela Marina de Arrieta -que se estrenará en la capital asturiana la próxima semana- y en “La canción del ruiseñor” de Doña Francisquita, piezas llenas de agilidades y agudos que la valenciana solventó con pasmosa naturalidad, pero a la que no entendimos en absoluto. No fue buena decisión incluir en el programa “Ya muerto está mi amor en flor” de La Dogaresa, pieza que no se adapta a sus cualidades canoras pues su tesitura es muy amplia y el cambio de registro es demasiado notorio en la cantante, además de que en la zona grave su voz no tiene la misma presencia (aunque fueron los únicos momentos en que fue inteligible la letra).
El bajo-barítono Marko Mimica, por su parte, dio muestras de su bonito timbre y proyección vocal, eligiendo un programa cómodo para sus facultades, donde su voz lucía natural y segura. Pero precisamente por eso, no brilló en “Vi ravviso… Tu non sai” de La sonnambula ni en la “Canción de Manacor” de El niño judío, sin menosprecio de su buen hacer. Sorprendió agradablemente su excelente dicción del español en toda la segunda parte de la velada, dedicada a la zarzuela, en contraste con su partenaire y siendo él además croata. En la primera parte afrontó adecuadamente varios fragmentos de Le nozze di Figaro a dúo con Monzó en los que ambos cantantes se mostraron muy resueltos en escena, dramatizando sus intervenciones y mostrando gran complicidad entre ellos. En “O amato zio, o mio secondo padre!” de I Puritani, la pareja continuó mostrándose unida pero él pasó de puntillas por las notas más agudas de su partitura y estuvieron correctos en sus otros dos dúos “Niégame que es tu amante” de nuevo de Marina y “Por temor de otra imprudencia” de Jugar con fuego.
El joven director alemán Valentin Egel debutó en España con esta Gala donde se desempeñó con energía y solvencia. Muy atento a las necesidades de los cantantes también realizó una notable labor con la Oviedo Filarmonía, que además de la obertura de Le nozze di Figaro, interpretó el conocido Intermedio de La boda de Luis Alonso, en una versión animada aunque un tanto falta de delicadeza y bien en los Preludios de La revoltosa y El bateo.
Fotos: Alfonso Suárez
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