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Crítica: Gala Lírica en el Teatro Monumental, con Violeta Urmana, Vladimir Chernov, Alicia Amo, Alberto Guardiola y la Orquesta y Coro de RTVE

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Autor: Raúl Chamorro Mena
31 de mayo de 2017

EL DIRECTO NO FALLÓ

   Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 26-V-2017, Teatro Monumental Cinema. Gala Lírica. Violeta Urmana, mezzosoprano; Vladimir Chernov, barítono; Alicia Amo, soprano; Alberto Guardiola, tenor. Obras de Chapí, Vives, Cilea, Fernández Caballero, Guerrero, Tchaikovsky, Chueca-Valverde, Ponchielli, Massenet y Verdi. Orquesta y coro de RTVE. Director: Miguel Ángel Gómez Martínez.

   Al comienzo del concierto no funcionó la grabación que anunciaba la sustitución del tenor José Pazos por Alberto Guardiola, así como que el evento terminaría con la intepretación del concertante final del Acto Primero de Un ballo in maschera y no con el dúo Santuzza-Alfio de Cavalleria rusticana tal y como constaba en el programa de mano. Por ello, después del fragmento verdiano el público permaneció en su sitio y hubo algunas protestas que no logró aplacar completamente el maestro Miguel Ángel Gómez Martínez explicando lo sucedido desde el podio.

   De todos modos, este pequeño incidente no puede empañar el buen nivel que alcanzó esta Gala lírica que anualmente suele celebrar la Orquesta y coro de RTVE después del cierre oficial de su temporada. No iba a ser menos este año, en que la titularidad de la agrupación la ha asumido un director musical tan ligado a la ópera y el acompañamiento al canto como Miguel Ángel Gómez Martínez.

   El público llenaba, prácticamente, el Teatro Monumental. Una gran parte del mismo, seguramente atraído por la presencia de Violeta Urmana, lo que sumado al régimen más bien austero de buenas voces al que somete el Teatro Real al aficionado lírico, explica que este acuda apetente y entusiasta ante estas presencias.

   La primera parte de la Gala estuvo destinada a la zarzuela –excepto las dos intervenciones de los dos cantantes no españoles; No estaría de más que en estos casos hicieran el esfuerzo de aprenderse alguna de las bellísimas páginas de nuestro género lírico- y la segunda, a la ópera.

   Un vibrante preludio de El tambor de granaderos de Ruperto Chapí dio paso a la romanza de Doña Francisquita, “canción del ruiseñor”, interpretada por la soprano Alicia Amo con la intervención del tenor Alberto Guardiola, que como ya se ha indicado, sustituyó al indispuesto José Pazos. Amo, muy nerviosa y con la voz desimpostada sonó totamente mate, destimbrada y sin proyección, con una voz ya de por sí modesta, muy liviana, de soprano ligerísima.

   Mejor se encontró la jovencísima soprano en la segunda parte, con la interpretación del aria de Gilda “Caro Nome” de Rigoletto en la que pudo escuchársela más asentada, con el sonido más liberado, mejor colocado y apoyado, dentro de la escasa riqueza del mismo. Aunque la cantante tampoco cuenta con un gran respaldo técnico -el sonido no gira en el agudo, la coloratura fue imprecisa con un trino final muy extraño-, al menos, tiene gusto y sus modos y línea de canto resultaron femeninos y delicados. Pocas palabras para el tenor Alberto Guardiola que salvó el concierto con su sustitución de última hora, pero que resultó inaudible en todo momento con una vocecita sin presencia ni proyección alguna, que se quedó en el escenario. Bordeó el accidente en la totalmente inadecuada para sus medios “Fiel espada” de El huésped del sevillano y llegó al final como pudo, sostenido por la batuta, en la complicadísima “Ah fuyez, douce image” de Manon.

   La Urmana que ha retornado a la cuerda de mezzo después de su paso por la cuerda de soprano que el tiempo ha revelado como errónea, irrumpió en la primera parte con una pieza de las de alto voltaje, “Acerba voluttà dolce tortura” que canta la Princesa de Bouillon, papel también flamígero donde los haya, en Adriana Lecouvreur de Cilea. Faltó un poco de garra y “fiereza” (grinta que dicen los italianos) en la introducción, pero al llegar el cantabile “Oh vagabonda stella d’Oriente” la clase del legato de la Urmana envolvió el Monumental emitiendo en el clímax un agudo un pelín abierto, pero timbrado y de buen efecto en la sala, además de mantener ad libitum la última nota del aria. Gran ovación. En la segunda parte ofreció una pieza que interpreta otra princesa -en esta ocasión la de Eboli del Don Carlo verdiano-, un papel prácticamente de “seconda donna” más que de mezzo genuina y que, al parecer, interpretará en Valencia la próxima temporada. La lituana abordó, resuelta, la espléndida aria “O Don fatale” con su emisión siempre canónica y ese sonido atractivo, redondo, carnoso y mórbido en el centro. Un tanto forzada en los ascensos y aunque delineó con su incontestable calidad de vocalista el cantabile “Oh mia regina”, no terminó de rematar adecuadamente las largas frases verdianas al quedarse sin fiato al final de las mismas.

   Después de su reciente intervención en Le villi de Puccini el veterano barítono ruso Vladimir Chernov, que llegó a ser habitual del MET, volvía al Monumental y se encontró en su salsa en su primera intervención, la bellísima aria de Eugene Onegin de Tchaikovsky en la que, soberbio y altivo, rechaza a Tatiana que le ha escrito declarándole su amor. Chernov nos caracterizó el personaje desde el primer momento, mediante los gestos, los acentos, una gran teatralidad y dominio de las tablas en un papel tan emblemático del repertorio ruso. En la segunda parte abordó la escena de la muerte de Posa de Don Carlo “Io morrò” con un timbre, que nunca fue gran cosa, ya desgastado y empobrecido, una linea de canto plausible y los problemas técnicos que siempre le han aquejado y se tradujeron, también en el aria de Onegin, en que cada intento de cantar piano terminaba en un falsete ingrato y desapoyado. En ambas piezas pudo apreciarse a un cantante experimentado, que con todos sus defectos vocales, tiene mucho teatro y “hace ópera”.

   Espléndido el coro dirigido por Javier Corcuera, empastado, de sonido amplio y vigoroso, pero al mismo tiempo, maleable, que se lució en el coro de repatriados de Gigantes y Cabezudos y la polca de las Calles de La Gran Vïa en la parte zarzuelística y en un vehemente coro de gitanos de Il Trovatore en la operística. La orquesta, a notable nivel toda la noche, encontró su gran momento en una contrastada y bien construida por Gómez Martínez, danza de las horas de La gioconda de Ponchielli. Coro y orquesta, junto a todos los solistas excepto Urmana y la colaboración de Santos Ariño, Alberto Camón, Juan Manuel Muruaga y una sonora y caudalosa Ekaterina Antipova (en el papel de Ulrica la maga) pusieron el broche al concierto con el concertante final del acto primero de Un ballo in maschera.

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