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[C]rítica: Debut de Teodor Currentzis y la Orquesta MusicAeterna en el ciclo de Ibermúsica

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
30 de noviembre de 2018

Escapando de la rutina: entre la fascinación y la irritación

Por Pedro J. Lapeña Rey
Madrid. Auditorio Nacional. 28-XI-2018. Temporada de abono de Ibermúsica. MusicAeterna Orquesta de la Ópera de Perm. Anna Lucia Richter, soprano. FlorianBoesch, barítono. Director musical, Teodor Currentzis. Des Knaben Wunderhorn y Sinfonía n°4 en sol mayor de Gustav Mahler.

   Hace tiempo que la temporada madrileña, donde solo en el Auditorio Nacional se celebran más de 300 conciertos anuales, no sufría una descarga como la de este miércoles 28. Acostumbrados a que orquestas, programadores y directores nos sumerjan en una rutina donde poco más de 50 obras se repiten un día sí y otro también, y donde solo nos sacan del letargo unas pocas interpretaciones realmente memorables, es ilusionante cualquier propuesta novedosa que suponga un soplo de aire fresco y que te haga huir de ese sota, caballo y rey que nos invade. Tristemente, casa vez asistimos más a conciertos cuyos resultados no son ni buenos ni malos, simplemente correctos, dentro de un buen nivel, pero de los que, una vez que has cruzado la calle del Príncipe de Vergara para buscar el coche y volverte a casa, no te vuelves a acordar.

   Sin embargo, la propuesta que el controvertido director greco-ruso Teodor Currentzis y sus excelentes músicos de MusicAeterna nos trajeron, fue cuanto menos novedosa, a ratos seductora, por momentos irritante, y en general polémica. Las versiones de ayer fueron todo lo discutibles que se quiera, e incluso como veremos, pudieron tener más contras que pros. Pero es el precio que se paga por salirse de lo habitual. ¡Cuánto tiempo hacía que no discutíamos así y divergían tantos puntos de vista a la salida de un concierto!

   La verdad es que si nos quedamos en una primera derivada, podríamos perfectamente haber titulado el concierto: «El controvertido maestro griego Teodor Currentzis se presenta en el Auditorio Nacional con unos efectistas Lieder Des Knaben Wunderhorn y una fallida Cuarta sinfonía de Gustav Mahler». Y en parte sería cierto. Pero no menos cierto sería que ese titular no explicaría el auténtico estruendo con que el público recibió, quince segundos después –sí, Currentzis fue capaz de conseguir que el silencio final cuando se desvanece el lied final Das himmlischeLeben-La vida celestial y en el que casi alcanzamos el cielo– el final de su versión de la Cuarta Sinfonía de Mahler. Nos encontramos por tanto ante una sana división de opiniones. Una gran mayoría cayó seducida por el personaje, mientras que para otros, bastante más escépticos, su «supuesta iconoclasia» se basa en gran medida en la búsqueda continua de efectos, y en llevar las dinámicas al extremo, es decir, convertir los adagios en largos, y los allegros en prestos. Todos tienen seguramente su parte de razón, y quizás dentro de 20 años, si seguimos aquí, el tiempo habrá dado y quitado razones a unos y a otros.

   Con 46 años, Teodor Currentzis ya no es un jovencito. Su carrera despegó en el foso de la Ópera de Novosibirk, y desde ahí, se fue expandiendo a teatros y festivales como el de Salzburgo. En la época de Gerard Mortier hizo varias óperas en el Teatro Real que ya nos indicaron muchas de sus virtudes y defectos, que por lo visto ahora, seis años después, se han acentuado. Se presentó con un atuendo que pareció salido del Romeo y Julieta de Shakespeare, con una blusa negra cerrada por delante y abotonada por detrás, y lo que en la distancia parecieron unos leggings negros aunque bien pudieran ser unas mallas o unos pantalones de pitillo.

   La primera parte de la velada fue dedicada a una de las obras más intensas y personales de Gustav Mahler, su colección de canciones basadas en Des Knaben Wunderhorn - El cuerno mágico del muchacho, la colección de poemas populares alemanes recopiladas por Clemens Brentano y Achim von Arnim a principios del S.XIX. De ellas, Mahler compuso diecisiete para piano y voz –las conocidas como Lieder und Gesänge– y orquestó otras quince. De estas últimas, utilizó tres en sus sinfonías 2ª, 3ª y 4ª, y las doce restantes son las que componen el ciclo. Rara vez se puede escuchar la colección completa en directo –la selección mas amplia que el que suscribe había visto hasta ayer fue de diez canciones– y para este concierto, inicio de una gira que les llevará a Milán, Munich, Budapest y Berlín, el Sr. Currentzis programó once, dejándose Trostim Ungluck en el tintero.

  Al revés que otros de sus ciclos, escritos para una vocalidad determinada, en Des Knaben Wunderhorn tenemos voces masculinas y femeninas. Anna Lucia Richter y Florian Boesch, liederistas de escuela, fueron los encargados de desvelarnos los secretos mahlerianos. El barítono austriaco no destaca ni por el tamaño ni por la calidad de su voz, bien es verdad que cuando expande es atractiva. De hecho sufrió en canciones de carácter militar como Der Schildwache Nachtlied o Lied des Verfolgtenim Turm. Sin embargo canta con gusto, tiene un buen nivel técnico que le permite expandir y apianar según le demanda el texto huyendo del mezzoforte continuo de muchos de sus colegas actuales, y es capaz de dotar de acentos y expresividad a cada palabra. Fueron una auténtica delicia sus versiones de Der Tamboursg´sell y Des Antoniuszu Padua Fischpredigt, y aún más, su parte de Wo die schönen Trompeten blasen donde su canto, casi inaudible fue correspondido por un Currentzis soberbio que consiguió de su orquesta en pleno, uno de los pianísimos más increíbles que recuerdo.

   Por su parte, el material de la soprano Anna Lucia Richter es si cabe de menor calidad, con una voz mate nada atractiva. Demostró un cierto nivel técnico y mucha intención en su canto. Tardó en calentar por lo que ni Rheinlegendchen ni Verlorne Müh estuvieron a la altura, pero tanto en Wer hat dies Liedel erdacht como en Lob des hohen Verstandes supo dar lo mejor de sí mismo.

   A pesar de su origen popular, estas canciones de Mahler tienen un alto componente dramático, en el que Teodor Currentzis se sintió muy a gusto. El griego primó casi siempre la búsqueda del efecto, el resaltar frases y acentos concretos, pero no se olvidó de dotar a cada canción de marco y un color específico, ni de ser una pieza más para el lucimiento de ambos cantantes. Fue evidentemente mucho más que una lectura efectista.

   A la vuelta del descanso nos encontramos con una nueva sorpresa. Una torre de sillas apiladas estaba situada en el sitio del podio, a la espera de bajarlas por el elevador del piano a la planta inferior. La orquesta, salvo los violonchelos, iba a tocar de pie. Le podemos buscar explicaciones a esto –quizás el resaltar el compromiso y la camaradería que hay entre todos–, pero no creo que haga falta si tocan al nivel que tocaron. MusicAeterna es una orquesta de instrumentos originales, pero o te fijas o no lo notas. El sonido es bastante atractivo, los músicos de un altísimo nivel –destacamos sin duda a las flautistas españolas Laura Pou y Marta Santamaría– y funcionan como un guante a cualquiera de las indicaciones del Sr. Currentzis. Tocan con entusiasmo y destilan efusividad. No son jóvenes pero la gran mayoría no debe llegar a los 50. Se le ve que comparten una misma pasión y están orgullosos de estar donde están.

   La Cuarta sinfonía de Mahler adoleció de un problema principal. Muchos aun nos estamos preguntando cual es el concepto de la obra, qué es lo que nos quería contar el Sr. Currentzis. El cómo estaba claro. Un abandono total de la tradición vienesa, una ausencia total de legato, un control orquestal absoluto y una transparencia casi cristalina llevando las dinámicas de tempo y sonoras al máximo. Por el contrario, aunque el fraseo era casi staccato Currentzis hace maravillas con él. Aún más conseguida fue la explosión de color que acompañó a la maravillosa orquestación mahleriana. Durante la obra imaginaba en mi mente lo bien que podría funcionar esta manera de tocar en una Sexta o en una Séptima sinfonía del de Kalitsch. Pero la Cuarta es otra cosa. La cuarta te pide naturalidad, es onírica y bucólica a partes iguales. Tiene y busca belleza, y evidentemente el concepto de Currentzis no fue por ahí.  

   Eso sí, si nos abstraemos de la obra en su conjunto, hubo grandes momentos aquí y allá. El Moderado sobresalieron unas flautas bellísimas que contrastaron con la dureza y aridez de las cuerdas. La riqueza tímbrica fue de primera y los clímax de gran claridad. En el Scherzo, Currentzis y el concertino jugaron a esa especie de «danza macabra» irónica y mordaz, atractiva por momentos pero que no terminó de cuajar. El Adagio fue quizás el movimiento más controvertido porque a pesar de las exquisitas pinceladas que nos dejó, llenas de color y belleza, relajó tanto el tempo, que por momentos se le caía. Por el contrario, en esa búsqueda continua de contrastes, el timbalero casi nos deja sordos en el brutal clímax del final. Lo mejor vino en el Lied final, donde como en casi toda la primera parte del concierto, soprano, director y orquesta estuvieron sublimes.

   Como mencionamos arriba, el público aclamó la interpretación como pocas veces he visto. El Sr. Currentzis fue saludando y abrazándose con casi toda la orquesta. Con su propuesta heterodoxa, llegó, vio y venció a un público, el de Ibermúsica, de gustos musicales mayoritariamente conservadores. Por si alguno no estaba convencido, el Sr. Currentzis dio una obra fuera de programa en un concierto que a esas altura duraba cerca de 2 horas y media. Inicialmente la obra tenía toques «a lo Bernstein» con un ritmo salvaje y una enorme gama sonora. Más adelante los toques fueron «a lo Weinberg» para terminar en una danza salvaje que puso al público al borde del infarto. La obra era GHB / Tanzaggregat, y es del compositor serbio Marko Nicodijevic. Los vítores y las aclamaciones se multiplicaron a su término.

   Como hemos podido constatar, nuestro primitivo titular «El controvertido maestro griego Teodor Currentzis se presenta en el Auditorio Nacional con unos efectistas Lieder Des Knaben Wunderhorn y una fallida Cuarta sinfonía de Gustav Mahler» tenía su parte de verdad. Pero la sensación final fue otra muy distinta. Currentzis es un músico con todas las letras, que estudia y disecciona las partituras al milímetro, y que tiene mucho que contar. Que lo que cuente coincida o no con lo que esperamos, evidentemente no está garantizado. Lo que está claro es que con él no te aburres. O te fascina o te irrita.

Foto: Rafa Martín

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