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Crítica: Thomas Hampson y David Afkham con la Orquesta y Coro Nacionales de España

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Autor: Óscar del Saz
18 de junio de 2017

UN PERFECTO MARIDAJE POSROMÁNTICO

   Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 16-VI-2017. Auditorio Nacional de Música. Mahler, Des Knaben Wunderhorn-Lieder (selección): Thomas Hampson (barítono) / Schoenberg, Pelléas und Mélisande, op. 5. Orquesta Nacional de España, David Afkham, director.

   De todo un acierto en la coherencia y en el criterio puede calificarse el programar en un mismo concierto a dos compositores, cuya divergencia estilística sólo queda patente cuando, en su última época, Schoenberg desarrolla sus composiciones en base a la atonalidad, el dodecafonismo y el serialismo. Hasta que ello no ocurre, ambos compositores –que llegaron incluso a tratarse en Viena personalmente de modo frecuente-, abrazan una fértil y densa etapa claramente posromántica sin olvidar en ambos, además, otras influencias como las de Wagner o Strauss. Para cerrar el círculo del acierto, el hecho de la presencia para la primera parte de la velada del gran barítono americano Thomas Hampson, como figura irremplazable en estos momentos de su trayectoria, por combinar a sus 63 años, y más de 35 de carrera a sus espaldas, sus quehaceres de primerísimo nivel tanto en los escenarios más importantes de la gran ópera como para la música de cámara y el lied o sus continuas grabaciones discográficas.

   Des Knaben Wunderhorn-Lieder (Canciones sobre Poemas de El cuerno mágico de la juventud) es una composición de hasta 12 canciones sobre textos y cantos populares alemanes. Aunque los poemas ya habían sido utilizados por varios compositores (Mendelssohn, Weber, Loewe, Brahms, Schumann,…), y también -¡oh, casualidad!- por Schoenberg, fue Gustav Mahler quien entre 1892 y 1901 les dedicó toda una colección -hoy vista como un ciclo de canciones- con acompañamiento orquestal, si bien existen versiones para canto y piano.

   La belleza de su voz, su elegante presencia, las tablas escénicas y las grandes dotes actorales de Thomas Hampson se ajustan perfectamente a esta selección de seis canciones, dado que es necesario desplegar –en virtud del paso por cada una de ellas- diferentes estados anímicos, desdoblamientos de personajes (hombre, mujer o niño), expresividades contrapuestas, etc., además de una muy cuidada dicción para que la primera regla de lied, es decir, poner el texto al servicio de la música, siempre esté asegurada.

   Des Antonius von Padua Fischpredigt (El sermón de San Antonio a los peces), que abrió el recital, fue interpretada por Thomas Hampson con fina y jocosa vis teatral ya que el santo, contrariado al encontrar la iglesia vacía, no duda en ir a predicar su sermón a los peces de un río cercano, con cierto grado de suficiencia: la moraleja del lied es que “a todos los peces les ha gustado el sermón, pero lejos de hacerles reflexionar, siguen igual que antes”.

   Lección de desdoblamiento de roles, como prisionero y doncella, en el Lied der Verfolgten im Turm (Canción del perseguido en la torre), con un David Afkham tan pendiente en el acompañamiento como Hampson de cuidar que cada matiz, inflexión y demás efectos sonoros de su voz puedan poner vida al texto del prisionero –ensimismado y vencido en su encierro, aunque su pensamiento sigua siendo libre- en contraposición al de la doncella que canta las beldades de la naturaleza disfrutada en libertad.

   Con acusado lirismo y fraseos altamente elaborados despunta la interpretación de Wo die schönen Trompeten blasen (Donde suenan las hermosas trompetas), con una voz de una sola pieza apoyada desde abajo, sin ningún atisbo de emisión en falsete -aunque se emplee el canto aperto en algunos momentos- y proporcionando al doble texto de doncella y soldado toda la intención remarcada, además, por unas muy trabajadas dinámicas.

   De las tres últimas canciones, destacamos -por la dureza trágica, que el cantante debe hacer creíble en la interpretación, también desdoblada en dos personajes (madre e hijo)- Das irdische Leben (¡Madre, oh madre! tengo hambre): El niño pide pan a su madre, pero ella siempre le responde que debe esperar un poco más. Cuando por fin el pan está horneado, el niño yace en el ataúd.

   Un recital, el de Thomas Hampson, sin fisuras. Su voz y sucanto brillan sin fatiga en toda la tesitura. Es todo elegancia, como su teatral presencia en escena. El artista fue tan aplaudido, al igual que el maestro Afkham, que los dos tuvieron que conceder una propina, Rheinlegendchen, también de Gustav Mahler.

   Pelleas und Melisande es un denso poema sinfónico para orquesta compuesto por Arnold Schoenberg y publicado en 1912. Cuando Schoenberg inició su composición en 1902 desconocía que una ópera de Claude Debussy con el mismo título y trama estaba a punto de estrenarse en París. Todas las obras con este título (publicado en 1892), se basan en la obra de teatro homónima de Maurice Maeterlinck (1862-1949). David Afkham hizo una lectura muy enérgica y transparente de la obra, pese al voluminoso entramado orquestal. Utilizó el cambio en la disposición de los profesores del conjunto enfrentando –en línea con el podio- a violines y violas, y dando la misma relevancia sonora a ambos “concertinos” (el de violín y el de viola) en los divisi con sus compañeros de instrumento. De hecho, distribuyó la cuerda en pequeños sextetos de cámara que ayudaron a desgranar la compleja textura sonora y dinámica de la obra. Muy a destacar el trabajo realizado con toda la sección de metales –sobre todo, trompas y trombones- que albergan gran virtuosismo en toda la obra, así como la atmósfera de luminosidad proporcionada por oboes y flautas. En las dinámicas, el maestro logró una muy buena contemporización de los varios “micro-climax” que se suceden en toda la obra y donde el tutti ampuloso es la impactante seña de identidad, junto con la reposición de los temas empleados con anterioridad y el juego de diferenciar claramente movimientos lentos dentro de otros más rápidos.

   Como ya se ha comentado al principio, este concierto -denominado como “El Origen del Futuro”-, puede ser una buena muestra de cómo programar con todos los triunfos a favor: obras raramente programadas cuyo nexo de unión o hilo conductor no es obvio pero sí muy interesante o esclarecedor desde el punto de vista musicológico o de la evolución de estilos que pueden ser comunes en músicos aparentemente pertenecientes a movimientos estilísticos distintos. Si, además, se cuenta con estrellas del firmamento canoro como ha sido el caso con el barítono Thomas Hampson, pues ya no se podría pedir más.

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