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Crítica: Thomas Herzog dirige la Gala de Solistas de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE

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Autor: Óscar del Saz
14 de junio de 2025

Crítica de Óscar del Saz de la Gala de Solistas de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE dirigida por Thomas Herzog

Thomas Herzog

Solistas por doquier

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 13-VI-2025. Teatro Monumental. Gala de Solistas de la OSCRTVE. Obras de Miguel Franco (1962), A. Vivaldi (1678-1741), J. S. Bach (1685-1750), W. A. Mozart (1756-1791), T. Bretón (1850-1923), J. Guridi (1886-1961), B. Martinů (1890-1959) y M. Fernández Caballero (1835-1906). Carlos Gustavo Duarte (clarinete), Francisco Javier Sancho (oboe), Lavinia Anitescu, Carlos Serna, Dobrochna Banaszkiewicz (violines); Ewa Hyla y Esther González (sopranos); Sonia González (mezzosoprano), Eric Torres (barítono), Carmelo Cordón (barítono). Orquesta Sinfónica de RTVE, solistas de la ORTVE y solistas del Coro de RTVE. Thomas Herzog, director.

   El programa que nos ocupa, puesto en sonido por la Orquesta Sinfónica de RTVE y algunos de sus solistas -de la Orquesta y del Coro de RTVE-, tuvo en sus atriles partituras muy variadas de música de concierto -Vivaldi, Bach, autores contemporáneos-, un número de ópera y dos de zarzuela, cubriendo casi cuatro siglos de distintos estilos y autores. Evidente es la dificultad de programar un concierto así, donde hay que intentar preservar las características de la música de cada época, aun no utilizando -por ejemplo-, para las músicas de Vivaldi o Bach, instrumentos historicistas.

   Además, es muy conveniente contar con un buen maestro concertador: a la sazón, el experimentado maestro suizo Thomas Herzog,  que ya ha colaborado varias veces con la Orquesta, y que supo dar una «esencia única, diferenciada» a todos esos repertorios. Y por qué no mencionarlo, también es importante la logística del escenario por parte del personal de sala, de ir quitando y poniendo -sobre la marcha- instrumentos…, que visualmente entretiene, pero si no se hace bien, resulta prolijo y va en contra de la fluidez del concierto. En todos estos aspectos creemos que se alcanzó una muy alta nota por parte de la organización y de todos los que participaron.

   A cargo del estupendo clarinetista Carlos Gustavo Duarte, la velada se abrió con la muy interesante suite «Cuadros cubistas», Op. 74, del compositor y contrabajista murciano -solista de la ORTVE- Miguel Franco. Obra, de unos 20 minutos de duración, de gran despliegue en la orquestación, mezcla de lo clásico y lo contemporáneo, refleja la influencia del arte cubista en la música, y utiliza estructuras y armonías que evocan las formas geométricas y la fragmentación característica del cubismo, y aunque hay en ella un desarrollo cinético importante, es más importante su faceta descriptiva -rítmica, de coloratura, de la ductilidad, de lo bucólico…-, por parte del instrumento solista, muy bien pergeñada por el intérprete, que no sólo un puro virtuosismo.

   Francisco Javier Sancho, oboísta muy comunicativo, dio vida al bellísimo «Concierto para oboe y pequeña orquesta»,  del checo Bohuslav Martinů, compositor influenciado por muchas fuentes, entre ellas sus raíces folclóricas checas, el góspel, el jazz, el neoclasicismo y el impresionismo francés. Con duración aproximada de unos 20 minutos, en el «Moderato», Sancho demostró su pulcritud fraseadora, así como resaltó los caracteres evocador y pastoril. 

   En el «Poco andante» desplegó una balsámica colaboración con orquesta y piano, demostrando virtuosismo en los fiatos, arropado por la cuerda. En el «Poco allegro», se exploran más posibilidades del instrumento en la acentuación del timbre, color, escalas y tesitura, añadiendo más variedad en las dinámicas, con una factura de «carrusel» o «montaña rusa» que el solista manejó perfectamente para desembocar en el final de la pieza. 

   Ya en la segunda parte, los violinistas Lavinia AnitescuCarlos Serna y Dobrochna Banaszkiewicz interpretaron de forma muy bien equilibrada y empastada el «Concierto para tres violines», en fa mayor, de Antonio Vivaldi, con acompañamiento de orquesta de cuerda. Las entradas y salidas, fueron en general muy claras y de límpida ejecución en los ataques y en los manejos del arco, y además se sinergiaron con rápidas articulaciones entremezcladas. 

   Como corresponde a su escritura, los movimientos «Allegro», «Largo e spiccato» y «Allegro» estuvieron plagados de gamas dinámicas cambiantes en el volumen e intensidad, más el añadido de los pasajes virtuosos -escalas rápidas, arpegios- al más puro estilo barroco, que se resolvieron adecuadamente por parte de todos. Únicamente, echamos en falta un mayor volumen del clave (continuo), cuya presencia sonora quedó en un indeseable y lejanísimo segundo plano.

   Seguidamente, se dio cuenta por parte del violinista Alexander Detisov y las flautistas Mónica Raga y María Aranzazu Lavín, como solistas, del «Concierto de Brandeburgo n.º 4», de J. S. Bach, una de las más bellas de las seis compuestas en esta serie y que da cuenta del virtuosismo instrumental sin perder nunca la estructura formal.

   De forma adecuada al dinamismo del «Allegro», se añadió la riqueza tímbrica de las flautas (eso sí, modernas) que dialogan con el violín solista, creando todos ellos una adecuada textura, al que se contrapuso al segundo movimiento, «Andante», mucho más melodioso y equilibrado. Algo mejor, más presente, estuvo el comportamiento del continuo. En el «Presto», parte que ha alcanzado fama, se echó en falta una mayor correspondencia con la de esta indicación, motivado seguramente por la limitación de la velocidad en el violín, lo que quitó energía y vivacidad al contrapunto y al final. 

   Enfilando el final del concierto se dio paso a la parte vocal, comenzando por las sopranos Ewa Hyla y Esther González y la célebre ‘Sull’aria,…, che soave cheffiretto’, de «Las Bodas de Fígaro», de Mozart, arquetipo de momento teatral que mezcla astucia y ternura entre la condesa y Susanna para desenmascarar al conde de Almaviva. Ambas intérpretes demostraron en su canto -si bien con vibrato excesivo- candidez y belleza suficientes, aunque quizá estuvieron algo faltas de ligereza y elegancia, sin demostrar suficientemente la mezcla de los caracteres burlón y juguetón que creemos corresponde.

   En el dúo de la ‘Señá’ Rita y Julián, de «La Verbena de la Paloma», de Tomás Bretón, prestaron su voces Sonia González y Eric Torres, con muy adecuados mimbres actorales y vocales, sin las sobreactuaciones que se ven indeseadamente en la zarzuela, y dieron cumplida muestra del conflicto psicológico del rol de Julián y los intentos de la ‘Señá Rita’ de consolarle -«¡que ‘tiés’ madre!»-, eso sí, a su manera. 

   El concierto cerró con una rareza humorística en forma de dúo cómico, titulada ‘¡Cleto, Venancio, aprieta, aprieta!’, de «La Gallinita Ciega», de Manuel Fernández Caballero, a cargo de los barítonos Eric Torres Carmelo Cordón, que encarnaron muy atinadamente a los dos personajes -ya mayores- en una situación cómica y absurda cuando se saludan, pero con carácter ligero y animado, definiendo el indiano -que ha vuelto de la patria del cacao, del chocolate y del café- la belleza de las mujeres de allí, en un melodioso canto en el que unen finalmente sus voces, mezcla de bamboleo rítmico y sorna.

   No queremos dejar de destacar la versatilidad, la atención y el estar pendiente de todos los solistas del maestro Herzog, así como su perfecta compenetración con la Orquesta Sinfónica RTVE para hacer frente a un programa tan variado en estilos, en lo sinfónico y en lo vocal, donde la Orquesta y los solistas de su Coro demostraron también que cada uno de sus componentes alberga -como es lógico y muy conveniente- un solista. 

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