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CRÍTICA: 'TOSCA' EN EL PALAU DE LES ARTS DE VALENCIA, BAJO LA DIRECCIÓN MUSICAL DE ZUBIN MEHTA

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Autor: Raúl Chamorro Mena
6 de junio de 2011
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LA ETERNA VIGENCIA DE TOSCA... Y DE SCARPIA

"Tosca" (Puccini) Valencia, Palau de les Arts, 4-6-2011. Oksana Dyka, Marcelo ALvarez, Bryn Terfel, Fabio Previati, Emilio Sánchez, Aldo Heo. Dirección Musical. Zubin. Mehta. Director de escena: Jean-Louis Grinda

Tosca es una obra maestra absoluta, un perfecto mecanismo con un ritmo cinematográfico, una orquestación genial y tres grandes personajes. Dos, soprano y barítono de un irresistible nivel músico-dramático y brillantez teatral, junto a un papel tenoril, que es un bombón, nada complicado, más bien corto y con dos de las arias más lucidas del repertorio, a demás de un buen puñado de frases memorables. De esas que cualquier tenor sueña con cantar. Llegaba por primera vez este pilar del repertorio a Valencia. El primer acto resultó decepcionante (siempre, claro, dentro del alto  nivel mínimo, que siempre ofrecen tan fantásticos cuerpos estables, así como un maestro como Zubin Mehta). La labor del  director hindú resultó excesivamente aparatosa, abrumadora de  decibelios, casi opresiva y de un solo trazo. Además, un pésimo Marcelo Alvarez cada vez más errático, con la voz desimpostada,  estancada y leñosa y un Bryn Terfel, cuyo material  recio, denso, amplio y empastado, aunque engolado y opaco, no terminó de imponerse. Mejoraron mucho las cosas en la segunda parte (sólo hubo un descanso al terminar el primer acto), la labor de Mehta fue  menos estruendosa y ganó en detalles y matices, con un sonido  espléndido, pero también más refinado, menos pesante y con una mayor  colaboración con los que se suben al escenario. Muy tensionado el  segundo acto y magnifico el sublime amanecer romano con el que comienza  el acto III, pura filigrana con una gran actuación de los violonchelos, así como del clarinetista en la introducción al adiós a la vida. Terfel ganó mucho en presencia sonora y se acercó a esa vozaca que recordaba.  En terminología italiana, se trata de un "vocione rozzo e sgraziato", de timbre mate, emisión in gola, intuitiva y esforzada, pero con anchura, espesor y extensión. El canto es rudo y descuidado, pero su Scarpia,  nítidamente cruel, sádico, libidinoso, atemorizante, de una perfidia y procacidad  rotunda e inequívoca, sin concesión alguna a la sutilidad o la ironía,  tuvo un impacto teatral y eficacia indudables. Oksana  Dyka es una soprano de voz con cuerpo, nada bella y más bien anónima,  emisión hueca y gutural, volumen respetable, grave inexistente y agudo fácil, brillante y timbrado. Todos los complicados ascensos del acto II, la mayoría con acompañamiento en forte, fueron resueltos de manera  satisfactoria, superando la orquesta y llenando el teatro. Asimismo destacable el do de la lama. Su canto adolece de un legato  insuficiente, de falta de una mayor morbidez y capacidad para cantar piano, filar, smorzar el sonido, contrastar forte-piano. Con ello, su  "Vissi d'arte" resultó pobre y trivial. Además, con semejante  articulación y dicción, borrosa, ininteligible (no es de extrañar que la abuchearan en La Scala), es imposible diseñar una Tosca, papel en el  que es tan importante el sentido de la palabra, restando, por tanto,  como intérprete, una entrega honrada y profesional, pero sin mayor interés. Algo mejoró también Alvarez en la segunda parte, pero el material sigue acusando las incursiones en repertorio cada vez más  dramático. Siempre en su línea, arrebatado, externo (eficaz y vibrante  en el adiós a la vida, que concitó una ovación, mientras el "Recondita  armonia" casi no fue aplaudido), resulta forzado, ha perdido mucho  brillo, el esmalte está "arañado" y cuando intenta cantar a media voz  ("Oh dolci mani") el resultado es una especie de "cantar bajito" cuando  no un falsete pobretón. Lo mejor que puede decirse de la producción, es que resulta habilidosa. Con poquitos  elementos escénicos usados con pericia, si dejamos pasar absurdos como  que la capilla de los Attavanti sea una burda trampilla en el suelo,  (jamás vi caso igual en una iglesia ) o que las flores que Tosca ofrenda a la  Madonna, sean depositadas en el piso ante una virgen imaginaria,  funcionaba y dejaba seguir la obra sin problemas. Ni que decir tiene que no había candelabros ni crucifijo al final del segundo acto (cualquiera se le ocurre hoy día, para que le acusen de casposo y antiguo), la representación comienza con una filmación de Tosca arrojándose al vacío, con lo que los acontecimientos son como los recuerdos de la misma  mientras cae, imágenes que vuelven al final, por lo que la soprano se  libra de tirarse por el parapeto del castillo.

 

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