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CRÍTICA: JORGE DE LEÓN DEBUTA EN EL PAPEL DE CALAF, EN EL 'TURANDOT' DEL NUEVO TEATRO DE ÓPERA DE FLORENCIA, BAJO LA DIRECCIÓN DE ZUBIN MEHTA

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Autor: Arian Ortega
30 de noviembre de 2012
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"BUENAS VOCES PARA UN TURANDOT CON CONTRATIEMPOS"

Florencia. Turandot (Giacomo Puccini). Nuovo Teatro dell'Opera di Firenze, 27/11/12. Jennifer Wilson (Turandot), Jorge de León (Calaf), Ekaterina Scherbachenko (Liù), Giacomo Prestia (Timur), Enrico Cossutta (Altoum), Fabio Previati (Ping), Carlo Bosi (Pang), Iorio Zennaro (Pong), Konstantin Gony (un mandarino), Leonardo Melani (Principe di Persia). Zubin Mehta (Director de orquesta), Marina Bianchi (Puesta en escena) 

      Bien entrados en el año de las teorías apocalípticas y las enrevesadas coincidencias numéricas con el día del juicio final, parecía que la Turandot presentada en Florencia estaba destinada a caer en la maldición, no por haberse producido misteriosos accidentes en el transcurso de los ensayos, sino porque se han sucedido una serie de contratiempos que han puesto en seria duda el estreno de la ópera pucciniana. En primer lugar, por un cambio de fechas, pues la "serata inaugurale" estaba anunciada para el sábado 24 y no para el martes 27. Después, por un doble cambio de teatro, del Nuovo Teatro dell'Opera al mítico Comunale y viceversa. Y acabando por la imposibilidad de llevar a escena la mítica producción de la Ciudad Prohibida de Pekín a cargo de Zhang Yimou, improvisando un "allestimento in forma semiscenica". Aun así, ni la fuerte tormenta caída durante toda la tarde, más propia de la furia irascible de Wotan que de un simple problema meteorológico, ni la dificultad para acceder al recinto- conllevando un retraso de veinticinco minutos- impidieron cerrar la presente edición en el enorme auditorio, que ya ha ofrecido algún concierto sinfónico.
      Lo primero que llama la atención del lugar es la majestuosidad de su interior, que cuenta con un patio de butacas larguísimo y una extensa galleria en sustitución de los pisos de teatros de herradura. Pese a lo que se pueda pensar, las placas de madera le confieren una acústica espectacular. Respecto a la disposición del espacio no ha faltado imaginación. Con la orquesta sobre el escenario, se dispuso de un pequeño pasillo detrás, seguido de una pantalla en la que se fueron proyectando vídeos de la producción inicialmente prevista. A continuación se colocó el amplio coro. Con el fin de integrar al público en el "popolo di Pekino", se jugó con el espacio, utilizando la platea o ubicando al coro infantil en los palcos laterales. Incluso en galleria había un par de soldados franqueando las puertas. Si hay que poner una pega es la manía de situar a los cantantes detrás de la orquesta, lo que les obligó a atravesar mayor densidad orquestal. Lo ideal sería bajar la orquesta al foso o, al menos, dejarles en la corbata. Afortunadamente, se contó con cantantes capaces de hacer llegar sin problemas el sonido pero, en otros repertorios, esta situación puede suponer un problema.

      En el aspecto musical, si hay algo que prometía óptimos resultados era la orquesta, que ciertamente respondió bien en el primer acto, con un sonido pleno, redondo, envolvente en la percusión inicial, que aunque en alguna ocasión pudiera entrever un exceso de metal (la acústica se volvió en contra con algo de reverberación), no dejó en ningún momento de palparse la tensión. Zubin Mehta optó por una lectura ágil y algo más rápida de lo habitual, sin que eso supusiera ningún problema; al contrario. El entusiasmo inicial se diluyó en los actos posteriores en los que a excepción de un buen acompañamiento en la escena de los ministros ("Ho una casa nell'honan"), pecó de un exceso de volumen, pretendiendo crear impacto (algo que Puccini sabía crear muy bien, desde el lirismo de "Suor Angelica" hasta el violento II acto de "Tosca") inmediato y fácil, pero resultando zafio. Muestra de ello fue la escena de los enigmas, donde puso en apuros a la pareja protagonista, en un sobreesfuerzo constante por destacar.
      El coro rindió a muy buen nivel. El titular perfectamente empastado y con un control absoluto de las distintas cuerdas, en especial las femenina y más concretamente el de las sopranos, de mayor mérito en los finales en forte. Emocionantes así mismo los pequeños cantores en la breve sección, delicadamente coordinados por Marisol Carballo.
      En el papel titular se contó con Jennifer Wilson, soprano dramática eminentemente wagneriana. Este papel es especialmente admirado entre sopranos de este tipo de vocalidad, sólo hace falta ver la tesitura y caracterización del mismo. Wilson, perfectamente retratada en el aspecto actoral, comenzó muy bien su aria de salida, emitiendo unas medias voces de muy buena factura y un centro con entidad y cierta belleza. La colocación de las notas altas es la correcta, sin perder afinación ni producirse ningún tipo de fisura, pero se aprecia un esfuerzo por parte de la canadiense de querer engordar el instrumento y proyectar desde la máscara, pero no termina de correr. Hubo de afear un par de sobreagudos en el segundo acto, por el desorbitado sonido de la orquesta.
      El tenor Jorge de León debutaba el papel de Calaf (el sexto rol desde aquel impactante y polémico "Andrea Chénier" en el Teatro Real en 2010) y el tercero del compositor de Lucca tras el del pintor Cavaradossi y Pinkerton. La voz entonces, de mayor calibre pero aún por pulir, asombraba por anchura y brillantez, mientras que ahora, más suelto, gana prestancia en centro y ha mejorado en afinación. Actualmente, cuando la voz está más cercana a un lírico puro que a un spinto-dramático saca con temperamento el papel. No así desde el comienzo, donde tarda en calentar y se deja oir una voz levemente gutural, con innecesarios portamentos. Sigue del mismo modo impactando por un agudo squillante, sfogato, es decir, brillante y desahogado, que sale como un tiro proyectándose por todo el teatro. Así, su "Non piangere Liù" fue interesante, por el colorido de su timbre en el "il tuo signore", y el apianando la última palabra. Aprovechando su facilidad en el registro alto, dio muestras satisfactorias de agudos en las seis llamadas a "Turandot" y en "Figlio del Cielo, io chiedo d'affrontar la prova!", además del famoso "Nessun dorma", aguantando la tirantez de la partitura en el momento que hay que cambiar de sílaba manteniendo la nota, sin tambalearle en ningún momento la emisión.
      En el sufrido papel de la esclava, Ekaterina Serbachenko dejó una buena prestación, cuidada en todo momento por el maestro. Su interpretación se caracterizó por una delicadísima línea de canto y la suavidad con la que sube al agudo, smorzando el sonido en el "Signore ascolta". Destacó especialmente el bajo Giacomo Prestia, que mostró un instrumento aún sanísimo y cubierto en toda la gama, asentándose en un sólido e italianísimo fraseo. Excepcionales los tres ministros, en especial Fabio Previati y Carlo Bosi, un tenor de sonido limpio y luminoso y una técnica depuradísima que le convierte en uno de los mejores comprimarios que podemos encontrar, demostrando que la brillantez no está reñida con estos breves papeles, de lo que podían tomar muy buena cuenta algunos cantantes que a la mínima que empiezan a despuntar, se lanzan a repertorios extremos.

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