ELENA SANCHO PEREG, SOPRANO: «La vida es la ópera más maravillosa»
Una entrevista de Agustín Achúcarro
Tras realizar sus estudios en España e Inglaterra y fraguar su carrera en Alemania, Elena Sancho se ha convertido en una soprano de prestigio que agranda su carrera. Una artista que trasciende el mero hecho vocal y que va más allá, combinando técnica, rigor y esas cualidades intangibles que tienen algunos artistas. Ella combina la ópera con los conciertos, aunque donde se siente realmente a gusto es subida a un escenario dando vida a algún personaje operístico, entre los que se encuentran papeles como el de Gilda de Rigoletto o Zerbinetta de Ariadna en Naxos, mientras espera debutar papeles como el de Lucia de Lammermoor de la ópera del mismo nombre. El año que viene, entre otros, le esperan tres de los teatros más importantes de su país como son el Real de Madrid, el Liceu de Barcelona y el Campoamor de Oviedo.
Háblenos de su carrera, de cuál considera que ha sido el punto de partida y cómo ha sido el camino que ha tenido que recorrer hasta ahora
Cuando tenía seis años había una academia de Música en el colegio, en San Ignacio, en San Sebastián, y Javier Santacana nos dio clase a muchas generaciones. Él vocalizaba gratuitamente con los niños y nos daba clases con cierta regularidad. A partir de ahí muchos de nosotros entramos en la Academia de música y en la Escolanía, en donde estaba Iñaki Cárcamo, que tenía una enorme calidad musical y que propiciaba un ambiente que hacía que muchos de los que estábamos allí iniciáramos una carrera musical. Curiosamente, ahora, en Il Re pastore nos hemos juntado tres de esas personas, Arantxa Ezenarro, Paula Iragorri y yo.
Javier Santacana fue un gran mentor y él se empeñó en que yo tenía que cantar, convenció a mis padres y a mí misma, que no estaba muy convencida, y eso hizo que fuera a estudiar a Madrid y luego a Londres, en donde hice un máster, para acabar trasladándome a Alemania.
¿Cuándo tomó conciencia de que quería ser cantante profesional y lo que eso suponía?
Nunca tuve un único momento y no podría decir lo que significa ser cantante, por lo que supone a tantos niveles. Es tan increíble el canto… Siempre me he preguntado si realmente estaré aportando algo en este mundo, si se necesita otra cantante. Siempre que se hace música hay una felicidad, una armonía, un entendimiento, que es muy necesario para el alma humana. Por tanto, me doy cuenta que realizo un trabajo trascendente y necesario. Necesitaba crecer y desarrollarme en un espacio artístico en el que me sintiera libre de expresarme y ser quien soy.
¿Podría mencionar cuáles cree que son las cualidades más significativas de su voz y dónde considera que están sus límites?
Existen unas coordenadas a la hora de hablar de una voz, por una parte las características fisiológicas, de timbre, de registro. Una persona puede tener un registro central y un timbre muy claro, lo que hace que un color claro u oscuro determine los personajes que pueden afrontarse. Esto es un poco como un traje hecho a mano que tienes que probártelo y ver si te sienta bien. Y luego está el interés de la historia, si vibra mucho contigo a nivel humano, y por tanto tienes algo que decir. Esas serían las coordenadas físicas y psicológicas, y luego está la orquestación, que es determinante. Si es muy densa, aunque sea un personaje ligero, supondrá una especie de muro que es complicado atravesar.
¿En qué proporción cree que cuentan las cualidades de la voz y el temperamento?
Pienso que es muy importante saber lo que uno quiere y cómo desea vivir esta profesión. A dónde aspiras a llegar en lo económico, en lo artístico, en lo social, tener muy claro lo que se desea, que es dificilísimo. Esto es la clave para tomar decisiones e ir construyendo una carrera.
¿Y cómo analiza todas estas cuestiones?
Me solía preocupar mucho lo que dijeran de mi voz, ya fuera el público, un crítico, un director artístico o un agente, pues es muy fácil sacar faltas cuando uno está expuesto en un escenario, y eso hace daño. Un gran ejemplo de madurez es poder amarse como uno es, a lo que yo llamo tener hambre de mí. De vivir mi individualidad, ese protagonismo, y tener esa catarsis de entregarse al público, aunque a veces me dé miedo. Es como una comunión y siento que tengo una llama de amor universal que puedo sacar cuando estoy en escena. Es algo místico. Para mí es muy importante el saber que yo no puedo estar cantando sin parar, que necesito lo que yo llamo descanso regenerador. Por ejemplo, vivir tanto en Alemania me produce una profunda soledad y preciso estar con mi familia y en mi tierra. Para mí es importante no dar solamente protagonismo al trabajo e integrar ambas cosas en mi agenda, algo que me ha llevado muchos años conseguir.
Entonces, usted considera que su vida artística tiene una proyección en su vida personal y viceversa
Sí, claro. Creo que lo que conforma a una persona se trasmite en escena. Por supuesto la profundidad, la dulzura, la compasión, todo lo que uno ha vivido lo proyecta en escena. A lo mejor no es así o no es al 100%. Me gustaría poder hacer un poco de todo, estar en una plantilla estable, como en Alemania, pero también quiero crecer desarrollándome en otros teatros.
Usted tiene entrenador, hace yoga ¿De qué manera considera que influye esto en su carrera?
De manera total. Yo soy más bien una persona nerviosa y considero que necesito un refuerzo en mi vida para sobrellevar los altibajos y las grandes emociones propios de esta profesión. El yoga me ayuda a regenerar mi cuerpo, a mantenerlo elástico. Se absorbe mucha tensión durante las representaciones y el yoga supone una gran herramienta de mantenimiento físico y mental. Con el coaching he trabajado muchísimo a nivel consciente, para tener un ego sano, me ha enseñado filosofía y psicología aplicada, a respetarme a mí misma, a hilar fino.
¿Qué valoración hace de su trabajo en la Deustsche Opera Am Rhein de Düsseldorf?
Tener una vida estable da muchísimas ventajas; a nivel económico tengo una pensión, un seguro de accidente y me proporciona un margen de estabilidad en mi vida. Al margen de esto, es maravilloso trabajar con un equipo con el que formas como una familia. Se desarrolla mucha complicidad y además baja la presión, porque no tienes que estar constantemente demostrando que vales, como ocurre cada vez que acudes a un nuevo teatro. En otro orden de cosas, para mí es complicado vivir en Alemania por dos razones: la falta de luz, pues aunque pueda parecer una tontería no lo es el pasar muchos inviernos sin ella, y la sociedad alemana. Yo les estoy muy agradecida y sería injusto no decir que tienen muchas cosas positivas, con una gran demanda de trabajo entre gente constructiva, de la que te puedes fiar, pero a nivel de afectividad cuesta mucho poder mantener una conversación espontánea, como ocurre en mi país, que con tan solo llegar a la marquesina de un autobús ya estás charlando.
¿Le ha influido mucho la pandemia?
Bueno, muchísimo. En la música ha habido muchas personas que se han desesperado, porque han sido las primeras que han sufrido una quiebra, cerrándose teatros y cancelándose infinidad de producciones. En lo que a mí respecta este año me han cancelado, pero me ha salido mucho más trabajo del esperado, debido a cancelaciones de compañeros. Y eso que en Alemania se han pagado religiosamente todas las mensualidades, lo que pone de manifiesto la solidez de la sociedad alemana.
¿Cómo es un día tipo de trabajo en la vida de Elena Sancho?
No hay un día muy prototípico, pero en una jornada de trabajo musical, para montar una producción, se ensaya de 10h a 13h y de 14h a 18h, durante 6 semanas. Esta es casi la parte más bonita, en la que una toma pequeñas decisiones, va dando forma al personaje, y no existe mucha presión. Anteriormente hay que montar la música y buscar para ello a un maestro repetidor. Durante las funciones casi ni vivo, claro, dependiendo de la obra, y después de las funciones lo ideal es descansar un tiempo. Yo no salto de una producción a otra porque necesito tomarme un respiro.
Ahondando en esto ¿cómo vive al detalle los momentos previos, durante y después de una actuación?
Pienso mucho las cosas y proceso lo que ocurre a mi alrededor. Como reaccione en los momentos previos a subir a un escenario depende de si ha habido muchos ensayos o no. Cuando no hay suficientes voy más nerviosa, y lo mismo me ocurre si es un teatro muy grande en el que no he cantado nunca. Es como un ranking al que voy sumando puntos en relación a la dificultad. Una vez en escena hay algo como divino, especial, y trato de relajarme y salir al encuentro de ese algo, que me ha llevado a llegar hasta allí. Subirse a un escenario es un acto de generosidad, igual que ir a escuchar, y hay una simbiosis. Me gusta todo lo que tiene que ver con el ser humano, como escribir, todo. Y después caigo redonda en la cama. Si no ha habido muchos nervios de antemano nos vamos los amigos a celebrarlo, aunque normalmente necesito retirarme.
¿Qué enfoque le da a personajes como, por ejemplo, Gilda, Sofía o María de West Side Story?
Gilda es una maravilla de personaje, que me gustaría cantar más, muy bien escrita, con unos concertantes espléndidos. Creo que el papel metafóricamente representa la bondad intrínseca que llevamos dentro, es la redención de todos. Ella está enamorada, piensa que es más realizadora la experiencia de la entrega que el recibir, hasta el punto de dar la vida, y esto no se podría entender si no supusiera el hecho de que la entrega aporta una felicidad mayor que tu propio apego por la vida. Es la prueba de que el alma trasciende.
Hay un personaje que me alucina, que voy a hacer pronto en Barcelona, y es el de Zerbinetta de Ariadna en Naxos de Richard Strauss, que es pura poesía y de las obras mejor escritas que he visto en mi vida. Está tan bien escrita, refleja tanto la propia vida, en la que Ariadna es el drama y Zerbinetta y sus cuatro amantes son la comedia, que aunque por supuesto hay comedia en el drama y drama en la comedia, no se puede separar lo uno de lo otro. Me gusta este papel porque aunque parece un personaje frívolo realmente es muy sabia y es la que da la lección al decir que todos sufrimos, pero nos comemos nuestros sinsabores e intentamos ser felices con lo que nos ofrece la vida.
¿Cómo se relaciona en el escenario con sus compañeros?
Con mucho respeto y amabilidad, que es la clave de la civilización. Yo me he encontrado siempre con compañeros cordiales, que no son difíciles. Ahora, claro, sí que hay divos, pero también existen fuera del canto. Hay gente que proyecta en el escenario sus insatisfacciones personales, pero son los menos.
¿Cuál es su forma de relacionarse con los directores musicales y escénicos para que no comprometa su libertad como artista?
Hay varios tipos de directores musicales: los que imponen, que tienen mucho temperamento, y los que son amables y funcionan integrando a todas las personas. Con estos últimos es maravilloso trabajar. El de los directores de escena es un mundo muy complicado. Si hacen una producción tradicional, pero sin gracia, queda sosa, pero si lo hacen muy moderno, que no se entiende, resulta imposible. Entonces esto va en función de cada uno.
El gran problema, tanto en lo musical como en lo escénico, es cuando una se siente incómoda, y creo que en ese momento la labor del director consiste en dialogar y tratar de buscar una solución. Si se entra en la polémica de cuáles son las competencias de cada cual solamente nos salvan los modales, el sentido común y las ganas de ayudar. Rara vez me he encontrado con alguien intransigente, pero los hay. Cuando eres joven eres más flexible, pero cuando creces te vas forjando una opinión, entra en conflicto con tu integridad, y empiezan los problemas.
¿Cómo reacciona ante una dirección escénica, por ejemplo, de un Pier Luigi Pizzi o un Calixto Bieito?
Son diametralmente opuestos, pues uno es un esteta y el otro es un provocador. Con Pizzi se puede disfrutar de lo estético de la escena y quedarse en ese plano. Y Bieito tiene sus propuestas novedosas. Yo hice una Carmen con su asistente Joan Anton Reichi, que es maravilloso. Al principio me pareció sórdida y no conseguía entrar, pero logré abrazar mi lado más oscuro y terminó gustándome. Tenía una visión coherente e inteligente, no solamente rompedora.
¿Y qué se siente cuando todo sale rodado?
La ópera es maravillosa, es verdad, pero la vida es la ópera más maravillosa. A los artistas a veces nos cuesta comprender que nuestra vida continúa fuera del teatro. No me gusta sentir la parte adictiva del escenario, pues el verdadero milagro es la vida, y tenemos que ver qué sentido tiene la ópera dentro de esa vida. Siento que la ópera a veces es mágica, pero yo la empleo como una herramienta de fe, en la que cantar es un don, y en la que se demuestra definitivamente que tiene que existir una inteligencia superior.
¿Cómo lleva la introducción de las modas en la ópera?
Uno tiene que estar muy por encima de esto, saber lo que quiere y cantar con la voz. No preocuparse de la edad sino de otras cosas, porque lo importante es lo que eres tú y eso es lo que te va a dar la llave. Hay ejemplos para todo, el joven que lleva una carrera fulgurante y se estrella y el maduro que adquiere notoriedad al final de ella. Hay infinidad de tipos de vida y cantantes, y lo que hay que hacer es tener paciencia y respetarse, no forzarse, dar lo que uno pueda. Si un agente no te va bien, pues se cambia.
Coméntenos algo de su futuro, sobre qué papeles tiene pensados incorporar...
Me quedé a dos palmos de debutar La hija del regimiento en Düsseldorf, y me gustaría hacerlo, así como Lucia de Lammermoor, que me han ofrecido un par de veces. De momento lo que voy a debutar es Eurídice de Orfeo en el inframundo de Offenbach. Al año que viene interpreto los personajes de Susana de Las bodas de Fígaro, en el Teatro Real, Ariadna en el Liceo de Barcelona, Musetta en el Campoamor de Oviedo y Sofía de El caballero de la rosa.
¿Qué aficiones tiene Elena Sancho al margen de su trabajo?
Me gusta la familia, la gastronomía, la jardinería, la historia, la antropología, el cine, el jazz, y muchísimo escribir, concretamente cuentos y relatos cortos, que me encantaría poder publicar, pero los tengo que repasar, la naturaleza y disfrutar de las vacaciones.
Foto: Web de Elena Sancho Pereg